¿Se puede construir democracia con un discurso de odio que generaliza, estigmatiza y sentencia sin pruebas?
Viene a cuento la pregunta por un texto publicado en el portal de la revista Letras Libres, escrito por Enrique Krauze, titulado «El diálogo, siempre el Diálogo», en el cual el historiador, erigido en Juez-Magistrado-Ministro, sentencia:
la CNTE «o sus simpatizantes privaron de la vida al periodista Elidio Ramos».
Dejando de lado esa manía discursiva tan krauzeana de comparar aquello con lo que no coincide ya con el nazismo, ya con el chavismo, ya con el populismo, cualquier cosa que todo ello realmente signifique, el texto del 20 de junio, que pretende ser un llamado al diálogo, acaba dinamitando precisamente eso: todo diálogo.
Krauze se enfila contra la Coordinadora de Trabajadores de la Educación, un organismo legalmente constituido, que ejerce una presión social también legalmente sustentada, contra una medida (la reforma «educativa») que le afecta.
Los calificativos son abundantes:
- Creo que la CNTE es una organización magisterial de corte revolucionario.
- Sus ideas y métodos están inspirados en ideologías revolucionarias de los años sesenta.
- No son demócratas
- Son minoritarios en términos del magisterio nacional.
- Son aún más minoritarios en términos de la ciudadanía mexicana
- Siendo minoritarios, quieren imponerse violentamente a la mayoría.
- Han abusado de la libertad de manifestación, han afectando las libertades de tránsito y desquiciado la vida de cientos de miles de ciudadanos.
Hasta ahí todo bien. El señor Krauze, ¡Faltaba menos!, está en todo su derecho de considerar a los miles de maestros de la CNTE de lo que se le pegue la gana.
El problema radica justo en las líneas siguientes, donde afirmaciones sin sustento se asientan como verdades establecidas, probadas, firmes:
En Chiapas, ellos o sus simpatizantes utilizaron métodos dignos de la Revolución Cultural China.
¿Y las pruebas, señor Krauze?
¿Está usted completamente seguro de que fueron «ellos o sus simpatizantes» quienes utilizaron esos métodos?
¿Tiene usted en su mano la prueba irrefutable de su dicho?
Y la peor:
En Oaxaca, ellos o sus simpatizantes privaron de la vida al periodista Elidio Ramos porque este registraba imágenes del vandalismo de miembros de la Coordinadora.
Gravísimo.
Hasta donde la confusión lo ha permitido, se sabe que el colega periodista Elidio Ramos Zárate, reportero del diario regional El Sur, que se edita en la región del Istmo de Tehuantepec, fue ejecutado a balazos el domingo por la mañana, por personas encapuchadas, en un crucero de Juchitán.
En este momento (la mañana del 21 de junio) no hay una sola evidencia cierta, jurídicamente probada, de que hayan sido policías encubiertos, maestros encubiertos, sicarios encubiertos o alguien más. Es decir: apenas se investiga el crimen. Y, como ha ocurrido con otros asesinatos, es posible que tardemos mucho en saber la verdad. Si es que algún día la sabemos.
Entiendo los afanes de Krauze. Platiqué con él el año pasado para la revista Emeequis y logré comprender muchos de los puntos de vista suyos que me parecían excesivamente conservadores, incluso autoritarios.
Entiendo su desprecio por las ideologías de izquierda que significan al movimiento magisterial disidente. Entiendo su marcada aversión contra aquellos a quienes «no les interesa la educación de los niños mexicanos. Les interesan sus prebendas y privilegios corporativos».
Entiendo muy bien que para él, y para los intereses que representa, «la Reforma educativa se discutió ampliamente y se aprobó en las Cámaras legislativas y que ahora quieren echarla abajo en las calles mediante acciones de poder».
Entiendo, incluso, su inmenso temor por la «opción revolucionaria que representan la CNTE y quienes la defienden», y el peligro que cree correr si esa opción se hace con el poder en México.
Lo que me parece lamentable, patético y sobre todo peligroso, es que acuse sin pruebas y que sentencie públicamente, como Juez-Magistrado-Ministro, cuando los riesgos sociales de un estallido derivado de la cerrazón, el autoritarismo y el poco tacto, están tan latentes.
Krauze es una voz necesaria para el diálogo. Pero si ésta viene matizada por el odio, la sinrazón y sobre todo la irresponsabilidad, más nos valiera, como sociedad, que se quedara callado.♦