PLAZA MAYOR No. 14

En la Plaza Mayor hay chavos que bailan el break-dance como quien respira, y de tanto bailar, de tanto mover el cuerpo y corazón electrizados por la música, hacen que sus destinos también den una vuelta.

Paulo César Luna, el “Santo”, lo dice con la mirada oculta tras los lentes negros, con el desparpajo de chavo de barrio que carga en el rostro: “en la calle, o en el circo, nosotros siempre tratamos de ser los mejores”. Por eso “Los Primos”, bailarines callejeros, han llegado hasta el Atayde.

Una tarde del año 2000, según cuenta Federico Serrano, el jefe de Prensa del Circo Atayde Hermanos, los vieron bailar en la plancha del Zócalo. Estaban rodeados de gente, les aventaban monedas, los miraban hipnotizados, los seguían con los ojos mientras giraban sobre el eje de sus cabezas o se contorsionaban como si fueran pedazos de papel pero en color moreno.

Los hermanos Atayde, herederos del circo centenario, los vieron después en una audición a la que ellos mismos los convocaron, por intermediación de Serrano, y decidieron contratarlos como una novedad.

De ejecutores del breakdance en las plazas, bailarines de crucero casi casi, salidos de la Magdalena Mixhuca, de Tacubaya, de Chabacano, los chavos se han ido acoplando en un ensamble vertiginoso de acrobacias, hip hop, capoeira, jazz, algo de salsa, break y hasta algún mimo: cuatro años después, “Los Primos” son el acto principal de las funciones de verano en el Atayde, la parte final del espectáculo, en la temporada grande.

“Es cuestión de disciplina”, dice Paulo, rodeado del hasta natural caos juvenil de ropa, zapatos, discos, revistas, botellas, bolsas de alimento chatarra regados por todas partes del cámper que les asignaron. “Es cuestión de respetarnos, nos adaptamos”, cuenta, “tratamos de no perder el piso, y de tener la camiseta puesta”.

Por eso, sentados en el camper que les sirve de camerino, Guadalupe Miguel, Luis Alberto Martínez, Aldo y David Bravo, Antonio Corona, Pedro Muñoz y Hugo Retana, o mejor escrito “La Morena”, “El Chango”, “El Borrego”, “Harry”, “Rasta” y “Santo”, confirman las bondades hacer lo que les gusta, pero bien hecho.

“Mi mamá me decía que me pusiera a hacer algo de provecho”, dice Guadalupe, la única mujer entre “Los Primos”. “Ahora”, tercia el “Santo”, “están orgullosos de que estamos haciendo lo que nos gusta”.

Y la calle, que de suyo es dura, perra para ganar la vida y la comida, ya no les espanta ni les significa un reto mayúsculo. “Aquí y en la calle la gente no está viendo, y tienes que dar lo mejor que tienes para que te sigan viendo”, dicen. Se hicieron en la calle. Ninguno es bailarín profesional.

Pero a partir del Atayde la vida sí es distinta. “Estar aquí te da prestigio. Y tienes que trabajar más”, cuenta el “Santo”. Hugo, menos entusiasta a la hora de la entrevista, recostado en el suelo del vehículo, como con hueva, se encarga de trabajar en las coreografías, “estudié jazz”, dice, algunos bailes, y desde la fundación del grupo, más de ocho años atrás, ha estado siempre pendiente de las novedades.

“Esto nos ayuda a cotizarnos, ahora nos ofrecen cosas, pero nos quieren pagar menos que aquí, y entonces no aceptamos”, dicen, y cuentan que hasta le han abierto espectáculos a Belina, a Ninel Conde.

“Cuando bailas, hay una conexión con todo tu cuerpo”, dice Hugo. “Es hacer lo que te gusta”, dice Aldo. “Se siente padre”, dice la Morena. “Y gracias a los señores Atayde, ahora tenemos esta gran oportunidad”, dice el “Santo”, ya no nomás un bailarín de barriada.

Un rato antes, bajo la carpa en la avenida Tlalpan, cuando la función ha estado a punto de terminar, “Los Primos”, los ocho chavos del barrio, han saltado al escenario convertidos en estrellas.

Bajo los reflectores, bajo las luces azules y rojas del Atayde, cobijados en la parafernalia del circo más añejo de estas tierras, han podido hacer piruetas y figuras, gimnasia con ritmos y emociones varias, para darle la vuelta a sus cuerpos, y a sus propios destinos.

Publicado en el diario EL CENTRO.

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