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Él es un chavo común. De estos tiempos: escuela, pedas, baile y gym.

Si uno lo visita en su muro, en sus redes sociales –la casa de todos– no encuentra nada distinto de lo que cualquiera otro muchacho cuelga de sí mismo cuando la vida tiene apenas 21 años.

Apenas poco más. Muy poco más. Excepto porque su rostro, una cara morena de casi hombre-casi niño, acaba de dar la vuelta al mundo.

Adán Cortés Salas, estudiante de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, irrumpe en Oslo, Noruega, en plena ceremonia oficial de concesión del Premio Nobel de la Paz 2014 a la activista pakistaní Malala Yousafzai.

Y su grito, su súplica ante la activista y los Reyes de Noruega –mientras blande una bandera mexicana manchada de rojo– se vuelve mundial:
-¡Please, Malala… México!

¿Quién es este nuevo niño héroe mexicano?

Sus amigos, sus contactos, dicen que Adán es un chavo normal. Súper normal.

Que va a la escuela, trabaja en la Alberca Olímpica Francisco Marquez, tiene amoríos y organiza algunas de las mejores fiestas de la banda. Porque se le da muy bien eso de organizar las fiestas.

Que tiene pasión por el deporte y desarrollar músculo. Que le gusta moverse, viajar, conocer, mirar: por eso estudia Internacionales, por eso está en Noruega, en un viaje que lo ha llevado por la región escandinava, su primer viaje a Europa, que él mismo financió con su empeño.

Y tal vez la mejor definición de quién es Adán, sea la que él mismo anota en su cuenta de Twitter, @adan_cortes_ : “nunca me arrepiento de nada, nunca me quedo con ganas de nada, siempre aprendo de todo y de todos. Sonriendo, arriba y adelante”. Un chamaco, pues, salido de la Prepa 6 como el mismo anota, que quiere enamorarse, hacer algo con su vida y ser feliz.

Su ideología de vida, colgada también de los muros del Facebook, es francamente sencilla:

“No acostumbro pensar las cosas dos veces… finalmente la vida sólo se vive una vez”, anotó un día.

“Mientras no pierdas la confianza en ti, no dejarás de volar”, escribió en septiembre.

“Cada que me levanto no me pongo zapatos, me pongo caminos”, puso en mayo, cuando visitó Real de Catorce, en San Luis Potosí.

Sus fotografías son fiesta, alegría. Vida joven como cualquiera otra.

El punto de inflexión, sin embargo, es el 5 de noviembre pasado.

Adán

Un primer mensaje colgado en su muro da cuenta de ello:

“Hoy dejo a un lado mis propios intereses, mi burbuja personal, para unirme a la realidad que está sacudiendo mi país… Porque lo que pasó y está pasando no es cualquier cosa, no fueron 43 personas solamente, fueron 43 hermanos mexicanos, 43 hermanos estudiantes, y creo que así como ellos pudimos ser cualquiera de nosotros, no podemos dejarlo pasar por alto…”

Es el dolor por el destino de los 43 estudiantes normalistas secuestrados en Ayotzinapa, Guerrero. El terror por un crimen perpetrado por instituciones del Estado contra un grupo de la sociedad indefensa.

Adán se encarga de marcar el mensaje como especial, como importante. De las 20 personas que lo aprobaron, ninguna opina.

En el mensaje parece estar decidido:

“En fin, para mi es momento de actuar, cualquiera que sea el resultado de esos actos, es mejor que no hacer nada y quedarnos nada más juzgando el movimiento desde nuestra zona de confort… YA SE DÓNDE VOY A CELEBRAR MI CUMPLEAÑOS, QUIEN QUIERA ACOMPAÑARME, BIENVENIDO! NOS VEMOS EN LA MARCHA”

Dos días después, cuando celebra su cumpleaños, él mismo se lanza un reto: “ser feliz contigo mismo y buscar compartir esa felicidad, sin compararte con los demás, sin sentirte menos y sin sentirte más que nadie, saberte capaz de cuidarte, respetarte y siempre tener la mejor disposición, honestidad y valentía para dar la cara a todas las circunstancias, eso es lo que me mantiene respirando, sonriendo y actuando 21 años, VIDA MÍA: SORPRÉNDEME!”.

Su muro va cambiando desde entonces.

El 17 de noviembre, vestido con indumentaria prehispánica, Adán encabeza la manifestación de apoyo a Ayotzinapa que se lleva a cabo en la capital de Costa Rica, frente al Teatro Nacional, en San José.

Adán es un guerrero, un Caballero Águila.12792_10205109333431408_5449481852925443646_n

Delante de la manta con enormes letras rojas y negras que gritan, que denuncian ¡FUE EL ESTADO! Adán alza sus brazos, alas con plumas, para gritar su dolor, su angustia.

Va recorriendo el mundo con el mismo mensaje, porque trae un dolor. Una angustia, una rabia que le atraviesa el pecho y lo presiona:

“Sinceramente, cuando leí esto lo hice con lágrimas: un joven mexicano de 19 años, su delito ser estudiante y alzar la voz inconforme ante un gobierno corrupto… cuando a la gente por acá le platico sobre esto, realmente no pueden creer que soportemos el gobierno que tenemos en México… ‘a los responsables deberían buscarlos, matarlos y quemarlos como hicieron ellos con los estudiantes’, me dijo una amiga española…”.

Lo escribió Adán en su página de Facebook. El 8 de diciembre pasado. A las 13:47. Ya estaba en Noruega.

“Yo creo que realmente los mexicanos debemos unirnos y actuar para lograr un cambio, dejar de estar en nuestro individualismo y actuar como una verdadera sociedad. Quienes no dejan de criticar las protestas, quienes no dejan de juzgar este movimiento social, les pido un poco de EMPATÍA, que abran los ojos y asuman la realidad que vive el país, que va mas allá de la muerte de Chespirito y el Teletón…”.

De acuerdo con los cables de la agencia EFE, la policía de Oslo aún no sabe bien a bien cómo es que Adán (vestido con un saco gris, una cámara al cuello), se escabulle de los controles de seguridad.

Cómo llega hasta el salón donde se realiza la ceremonia del Premio Nobel. Cómo se acerca al podio y, frente al mismísimo Thorbjøn Jagland, presidente del comité de los premios y a Malala Yousafzai, saca la bandera mexicana manchada de rojo sangre y grita:

-¡Please, Malala… México!

No lo saben. Todavía no lo saben.

Los primeros indicios apuntan a que la astucia de Adán, como la de los antiguos Caballeros Águila, fue mayor que los estrictos controles de una ceremonia de abolengo.

Lo que sí se sabe, porque estuvo en los muros antes de que Facebook desactivara la cuenta, es que el gesto de Adán desató un abrumador apoyo solidario, contundente, pleno, de la gente de su edad:

¡Mis respetos, mi hermano!

“Tú estás dando la cara por nosotros, nosotros la daremos por ti cuando sea necesario… te rifaste, amigo”.

Más de 150 mensajes de ese tipo.

Según las agencias, Adán ha solicitado asilo político al gobierno noruego un par de días antes. Quizá tenga miedo, como todos. No hay certeza.

En las redes ya lo llaman el Niño Héroe.

Vistas las fotos, las frases, las notas, él mismo no se cree más que sólo un joven dolido, avergonzado, triste, por el país derrumbado, injusto, impune que tiene y que se niega a dejar como está.

Un chavo común. De estos tiempos: escuela, gritos, party y #YaMeCanse.

Sólo eso.♦

Publicado en Emeequis

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