El cardenal Norberto Rivera Carrera, gravemente enfermo por Covid-19, carga a sus 78 años de edad con el estigma de ser un inmoral protector de pederastas, amigo de la elite empresarial mexicana, experto en marketing y finanzas religiosas, protagonista de escándalos y el obispo más denunciado ante las autoridades civiles.
Es un jerarca católico que con el actual Papa Francisco no tiene cabida: ha demostrado ser la antítesis de un pastor “sencillo y austero”, pues los últimos 25 años de su vida los ha disfrutado en total opulencia.
El ex sacerdote Alberto Athié atribuye al ex nuncio Giuseppe Bertello una frase que define a la perfección a Norberto Rivera:
“el día que se sepa todo sobre el cardenal Rivera Carrera, el caso Maciel se quedará corto”.
Ese es Norberto.
A su llegada a la Arquidiócesis de México, en 1995, fue arropado por su amigo, el depredador sexual Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, quien puso a su servicio toda la estructura legionaria para apoyarlo, no sólo en su labor pastoral, sino también en las áreas de comunicación, relaciones públicas y manejo de las finanzas.
El hombre de sotana negra y birrete púrpura que concentró el poder eclesiástico como Arzobispo Primado de México es un jerarca católico conservador identificado con los grupos Pro-vida y de extrema derecha católica conocidos como El Yunque, por ello marginó a curas y movimientos progresistas religiosos, algunos acompañados por dominicos, jesuitas y comunidades de base.
Con sus posturas intransigentes e intolerantes en contra de los derechos de la comunidad LGBTTI y de los derechos reproductivos de las mujeres fue uno de los cardenales preferidos por el papa Juan Pablo II, de quien incluso fue candidato a sucederlo.
Asesorado por los Legionarios de Cristo aprendió la comercialización de lo religioso como ningún otro obispo en México, situación que lo llevó a enfrentar denuncias de las que siempre salió avante gracias a sus amistades políticas que logró tejer en 22 años al frente de la Arquidiócesis de México.
El investigador Bernardo Barranco asegura que el cardenal Rivera, como un actor de primera línea, se retrata con los nuevos ricos porque con ellos negocia perdones y prebendas espirituales, así como beneficios terrenales. Se siente más confiado no con la gente de abolengo sino con los nuevos ricos, por su proclividad al dispendio. Ha sido un personaje tóxico tanto para la Iglesia como para la sociedad. Siempre ha amado el poder y las opulencias.
Desde su estancia como obispo en Tehuacán, Puebla, buscó acercarse a personas adineradas de la región. Así fue como convirtió a Socorro Romero Sánchez, principal productora avícola de aquella región, como una de sus principales y más pródigas benefactoras.
Amigo de poderosos
Al ser nombrado arzobispo en la Arquidiócesis de México, el entonces nuncio apostólico Girolamo Prigione, otro hombre proclive a la opulencia y su protector, le ayudó a contactar con sus amigos y contactos de la élite empresarial y política.
Fue en esos encuentros en los cuales el Cardenal Rivera estrechó relaciones con la clase empresarial poderosa y millonaria del país: Carlos Slim, Miguel Alemán, Olegario y Mario Vázquez Raña, Roberto Servitje, Alfonso Romo, Sergio Autrey, Ricardo Salinas Pliego, entre otros.
Fue con esa élite con la que se acostumbró a posar en fotografías y participar en viajes en jet privado. Esa élite le permitió entrar en contacto con otros grupos poderosos, como el que circunda a uno de los hombres más ricos de España: Amancio Ortega, dueño de Zara.
Está actitud dispendiosa y desconectada del grueso de la población católica, plenamente alejada de la idea que planteó desde su llegada el Papa Francisco, fue motivo de señalamientos severos: en una reunión con los obispos latinoamericanos del Consejo Episcopal Latinoamericano en Río de Janeiro, Brasil, el Papa demandó a Carrera y otros cardenales “conducirse ante el rebaño, ser pastores cercanos a la gente, sencillos y austeros, hombres que no tengan sicología de príncipes, que no sean ambiciosos”. Hasta el último día de su función como Arzobispo, el Cardenal Rivera Carrera mantuvo su perfil elitista.
También a nivel político, el jerarca católico mexicano logro tejer una red de amistades intensas.
La nulidad matrimonial de Angélica
Una de éstas fue con el entonces gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, quien ya se perfilaba como candidato del PRI a la presidencia.
Esa amistas llegó a su máxima expresión en 2009, cuando con intermediación directa del Cardenal Rivera Carrera el futuro presidente de México pudo obtener en tiempo récord la nulidad matrimonial de su prometida, la actriz de telenovelas de Televisa, Angélica Rivera.
El asunto fue una verdadera telenovela negra en la historia de la estructura católica mexicana: para conseguir la nulidad matrimonial, el cardenal Rivera Carrera echo a andar toda la maquinaria eclesiástica, con manipulaciones y un litigio procesal y eclesiástico en contra del sacerdote José Luis Salinas Aranda, quien casó a la actriz y al productor José Alberto Castro en dos ceremonias, celebradas en una playa, entre el 2 y el 11 de diciembre de 2004.
Con la intervención del Arzobispo Primado de México, Angélica Rivera obtuvo en 2009 la nulidad matrimonial, mientras que al sacerdote José Luis Salinas le fueron retirados sus derechos sacerdotales.
Pese a que ganó un litigio ante la Rota Romana, el máximo órgano de apelaciones del Vaticano, nunca se los restituyeron. Murió enfermo y abandonado por la iglesia encabezada por Rivera Carrera.
Pese a que ganó un litigio ante la Rota Romana, el máximo órgano de apelaciones del Vaticano, nunca se los restituyeron. Murió enfermo y abandonado por la iglesia encabezada por Rivera Carrera.
Con los años al frente de la Arquidiócesis Rivera Carrera mejoró su olfato político. El apoyo brindado a Peña Nieto es un reflejo de esto. Sin embargo, tuvo tropiezos en las campañas electorales del 2000. Cometió el error de recibir en su casa de la colonia Florida, en la ciudad de México, al candidato del tricolor Francisco Labastida Ochoa.
Confiado en que el PRI retendría la Presidencia, al candidato panista, Vicente Fox, le ofreció reunirse en las oficinas del Arzobispado, en la colonia Roma.
Cuando Fox obtuvo el cargo, Norberto Rivera evitó ser congelado por el nuevo gobierno correspondiendo con un favor: ayudó a tramitar las anulaciones matrimoniales de Martha Sahagún con su ex esposo Manuel Bribiesca Godoy y la del propio Presidente con su ex esposa Lilian de la Concha.
Amigo de priístas como las familias Moreira y Hank González, también logro establecer relaciones con integrantes de otros partidos y una de éstas es el actual presidente Andrés Manuel López Obrador cuya amistad data desde la época en que éste fue jefe de gobierno.
En el 2015, cuando López Obrador entregó al papa Francisco una medalla de Fray Bartolomé de las Casas y una carta en el Vaticano, se supo que el cardenal Norberto Rivera le había facilitado el apoyo para colocarse en primera fila para ser saludado y tener ese breve encuentro después de la Audiencia papal.
La carta entregada por AMLO, según se explicó después, contenía la plataforma con la que pretendía aparecer en las boletas presidenciales en 2018.
Ambos coincidieron nuevamente en marzo del 2019, en el bautizo del hijo del empresario Miguel Rincón Arredondo, en Morelos, donde el ya presidente fue padrino y Norberto Rivera ofició la ceremonia.
En la Ciudad de México ha mantenido una estrecha amistad con el ahora senador Miguel Mancera, desde que éste fue procurador de justicia del Distrito Federal y después Jefe de Gobierno. Esa relación impidió que las denuncias en contra de sacerdotes pederastas prosperaran.
Su gusto por el dinero…
Las finanzas de la iglesia católica no son claras. Los informes de los obispos no son públicos. Con esta capa protectora, Norberto Rivera jamás rindió cuentas a sus fieles de las aportaciones voluntarias, ni siquiera de las multimillonarias donaciones para las visitas de los Papas a México.
A su llegada a la Arquidiócesis de México, en 1995, Rivera Carrera ya contemplaba controlar las finanzas millonarias de la Basílica de Guadalupe. Para lograrlo, le quitó autonomía al entonces encargado del santuario, el abad Guillermo Schulemburg.
Para conseguir el manejo absoluto de esos recursos, fue el equipo de Rivera Carrera el que filtró a la prensa nacional una entrevista publicada en la revista Ixtus, en diciembre de 1995, en donde el abad cuestiona la historicidad de Juan Diego.
El escándalo posterior, acrecentado por los contactos del Arzobispo con los medios, puso en duda la permanencia del abad como custodio del santuario guadalupano. Schulemburg renunció en 1996 y Rivera Carrera asumió el control de las multimillonarias finanzas de la Basílica y se adjudicó el privilegio de nombrar rector del recinto.
Con la cuarta visita de Juan Pablo II a México, Rivera Carrera manejó una estrategia de comercialización, de la mano de los Legionarios de Cristo, con quienes comercializó la imagen del Papa como nunca no se había realizado. Esto incomodó a otros obispos, sobre todo porque se llegó al extremo de difundir la imagen del Papa hasta en bolsas de papas fritas.
La investigadora Mónica Uribe señala que para esta visita se creó un fideicomiso y se buscó toda clase de patrocinios –Televisión Azteca, Televisa, Bimbo, Iusacell, Bancomer, Sony– para solventar los casi dos millones de dólares del costo, pero nunca se rindieron cuentas de las ganancias generadas.
En 1999, el Sorteo Guadalupano fue señalado en una demanda interpuesta por Jesús Ferral Novoa, de la organización Cronópolis, por la utilización indebida de la imagen religiosa, considerada un bien cultural de México, en los boletos del certamen. Ni la Procuraduría General de la República. Ni la Secretaría de Gobernación y el Instituto Nacional de Derecho de Autor, instancias señaladas en la querella, accedieron a requerir judicialmente al Arzobispo y el caso fue cerrado con las sospechas de que fue un resultado de la presión ejercida por Rivera Carrera ante las autoridades.
Está no sería la primera ocasión en que el cardenal se viera envuelto en denuncias por la comercialización de la imagen de la Guadalupana. En 2003 se dio a conocer en la revista Proceso que la Arquidiócesis de México había sido demandada por el impresor Othón Corona Sánchez, por incumplir un contrato para digitalizar en láser la imagen original de la Guadalupana.
Entonces se conoció que la empresa estadunidense Viotran había comprado los derechos de la imagen por 12.5 millones de dólares, información que negó la Arquidiócesis de México pero no la empresa.
En el 2002, la PGR se declaró incompetente ante la denuncia bajo el argumento de que, por ser una imagen religiosa, no se podía ejercer acción penal contra el rector de la Basílica, Diego Monroy, ni contra el cardenal Norberto Rivera.
Pese a los citatorios girados al cardenal Rivera Carrera y al entonces rector de la Basílica estos nunca comparecieron ante las autoridades civiles.
Ambos religiosos contrataron a la firma Arquitectura a la Vanguardia para la construcción del templo de san Juan Diego en 2002, y para ello realizaron varias colectas, entre 1999 y 2001, cuyos montos jamás se conocieron porque las cuentas, abiertas en los bancos Banorte y Banamex, fueron cerradas sin que el proyecto llegara a realizarse.
En 2005 la empresa interpuso una demanda contra el cardenal y varios canónigos de la congregación de Guadalupe, por los delitos de fraude, desobediencia de particulares, insolvencia fraudulenta en perjuicio de acreedores, delincuencia organizada, asociación delictuosa y delitos cometidos en pandilla, todos en perjuicio de miles de fieles que dieron donativos. La Procuraduría Capitalina se declaró incompetente para seguir el caso.
Un juez de distrito obligó a la procuraduría a continuar con el caso, después de varios amparos y aunque se giró una orden de presentación al cardenal Rivera Carrera éste nunca acudió a declarar porque afirmó que el contrato se había celebrado con el Centro de Estudios Guadalupanos.
En 2003, el entonces Jefe de Gobierno López Obrador donó a la Basílica 30 mil metros cuadrados para construir la Plaza Mariana, en los que se incluían locales pertenecientes a comerciantes, que más tarde fueron desalojados violentamente.
Sin cumplir la promesa de restituirles sus espacios a los comerciantes, el 11 de octubre del 2011 se inauguró la Plaza Mariana con la asistencia del presidente Felipe Calderón, el jefe de gobierno Marcelo Ebrard, el empresario Carlos Slim y el cardenal Norberto Rivera Carrera.
Los comerciantes desalojados fundaron la Agrupación de Comerciantes Emiliano Zapata y en diciembre del 2016 denunciaron penalmente al cardenal y al rector de ese tiempo, Enrique Glennie, por los delitos de simulación y declaración de falsedad ante las autoridades, porque se valieron de un “procedimiento artificial y engañoso” para perjudicarlos. El proceso sigue vigente, pero sin resolución.
Encubrimiento de pederastas
En 1997, al conocerse la denuncia de siete ex legionarios de Cristo en contra de su fundador Marcial Maciel el cardenal Norberto Rivera Carrera defendió en público y privado a su amigo, de quien siempre recibió apoyo y recursos.
De ahí su imagen de encubridor de sacerdotes pederastas.
Pero esa ha sido una denuncia constante en la carrera eclesial del ex arzobispo primado de México. Durante su estancia en Tehuacán, Puebla, se presentaron denuncias en contra del sacerdote Nicolás Aguilar, las cuales desestimó el propio Rivera Carrera. Años después se comprobó que Aguilar fue un violador en serie.
Para eludir a la autoridad civil, Rivera Carrera lo envió en 1988 a la Arquidiócesis de Los Angeles, California, donde violentó a un centenar de niños. Al conocerse las denuncias, el arzobispo Roger Mahony le reclamó porque no le había advertido de esa situación que redundó en el pago de sumas millonarias en indemnizaciones.
Víctima de ese sacerdote protegido por Rivera Carrera, Joaquín Aguilar Méndez, quien sufrió abuso sexual en 1993, interpuso una demanda civil en contra del cardenal Roger Mahony y el arzobispo Norberto Rivera, por el delito de encubrimiento. Aunque en 2007 Rivera Carrera fue sometido a un interrogatorio, en 2009 la justicia estadunidense desechó la denuncia.
Otro caso del que tuvo conocimiento y se negó a intervenir fue el del sacerdote Carlos López Valdés, detenido el 27 de agosto del 2016, después de una década de haber sido denunciado por Jesús Romero Colín, quien lo acusó de abuso sexual ante las autoridades civiles y eclesiásticas. Ni la Arquidiócesis de México ni la autoridad civil investigaron y el expediente fue archivado.
El 18 de diciembre del 2016, en conferencia de prensa, el cardenal Norberto Rivera dijo que durante sus años al frente de la Arquidiócesis de México hubo “tolerancia cero” contra abusos sexuales cometidos por sacerdotes y dijo: “yo no he protegido absolutamente a ningún pederasta. De hecho, aquí en la arquidiócesis, al menos unos 15 sacerdotes han recibido no solamente el juicio, sino sentencias, que afortunadamente no tenemos que dar nosotros. Los casos fueron remitidos a Roma”. Mentía.
Días después, la Arquidiócesis de México aclaró que de esos casos, no todos eran sacerdotes pederastas, sino que también estaban incluidos aquellos que cometieron otro tipo de delitos.
Sin información precisa, el 2 de julio de 2017 el ex sacerdote Alberto Athié y el ex legionario José Barba denunciaron ante la Procuraduría General de la República al cardenal Norberto Rivera por presunto encubrimiento de delitos cometidos por 15 sacerdotes pederastas.
El cardenal aseguró que la Arquidiócesis envió los expedientes al Vaticano, pero no hizo ningún trámite paralelo para notificar a las autoridades civiles en México, según sostuvo Athié, quien ha continuado su lucha por conocer las diligencias del caso.
Por ello solicitó un amparo ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que resolvió una revisión de éste el 25 de noviembre del 2020. Con ello se abrió la posibilidad de que la Fiscalía General de la República le permita al ex sacerdote conocer de esas diligencias.
Rivera Carrera se retiró a la vida privada al cumplir los 75 años, en diciembre del 2017, cuando el Papa Francisco nombró a su sucesor.
Pero el nombre del Arzobispo volvió a saltar a los medios, al difundirse la información de que fue víctima de un atentado el 21 de octubre de 2018: su casa de la colonia fue allanada y un integrante de su equipo de seguridad perdió la vida. Las autoridades consideraron que se trató de un intento de robo, porque tiene en su propiedad obras de arte.
El sábado pasado, la Arquidiócesis anunció que el Arzobispo había sido internado, tras agravarse los síntomas por la infección de Covid-19 que contrajo. En redes sociales, en los medios, la referencia al clérigo que prevaleció, parecía adelantar una sentencia popular irrevocable: Norberto Rivera Carrera, protector de pederastas.