PLAZA MAYOR No. 7
En la Plaza Mayor hay un funeral y hay un oprobio: en la era de los “gobiernos democráticos” una libertad ha sido asesinada, el eco de una voz ya no retumba, y las manos responsables, las torpes manos responsables, ya van marcando huellas palpables de sus actos.
Aurora, que anteayer llora temprano por la muerte de 13 años de su vida, para la noche sabe que algo no está claro. Gloria también lo sabe, y Jazmín, Aída, Juan Manuel, Rocío, Rosa Elena.
Un sindicato de nadie, alfil de gente poderosa que se esconde, ha decidido nomás con unos cuantos emplazar a huelga a 100 trabajadores de Radio Monitor, que nunca se enteraron, que nunca lo votaron.
Por eso se lo gritan al líder frente a frente. Por eso se amontonan en firmas de rechazo: la representación del Sindicato de Trabajadores de la Industria de Radio y Televisión, la tristemente recordada STIRT, maquina sin ellos el emplazamiento a huelga contra uno de los proyectos periodísticos más tradicionales que haya conocido la radiodifusión en estas décadas, sin el concurso de los trabajadores afectados.
Y la denuncia ni tarda en saltar a media tarde. “La representación sindical me informó que ustedes no querían dialogar con la empresa”, dice delante del líder sindical, Ricardo Acedo Samaniego, el periodista José Gutiérrez Vivó, en junta privada con su gente.
Y el líder sindical, que sabe que es mentira, que no atinará a explicar exactamente quién pidió la huelga, nomás se queda callado y como ausente, escucha los reclamos de tantos afectados y al fin tartamudea sin decir mucho.
Es el líder que cancela, por que así lo quiere, quizá unas tres reuniones entre los trabajadores y la empresa. Acedo Samaniego. Es el líder que cerca la posibilidad de acuerdos, en medio del embate de un bloqueo comercial que tiene tufo a totalitarismo.
Es el mismo que el viernes por la noche intenta realizar una asamblea a modo, y es bloqueado por voces aguerridas, enfadadas, de los reporteros.
“Esta junta la convocamos nosotros, y vamos a hablar nosotros”, le espetan al dirigente. Y él se pandea. Al final dan plazos hasta agosto.
¿Quién “de más arriba” ordenó entonces a la gente del STIRT el emplazamiento que significó la estocada final para Radio Monitor? Todos se esconden. Ricardo Acedo no acepta entrevistas. Gustavo Macías no responde su teléfono.
Y los trabajadores del Grupo Monitor, que desde la mañana del viernes reciben condolencias y respaldos, se afanan por salvar lo poco que les queda del naufragio.
Porque un hombre como José Gutiérrez Vivó, con su natural arrogancia, y su soberbia, se les apersona tan abatido, tan de una pieza, que con un breve “ya no tengo más capacidad económica para mantener Monitor. Monitor está muerto”, les hace cerrar filas nuevamente.
“La empresa recibe apenas 50 mil pesos mensuales en publicidad”, les dice el hombre, les blande papeles, les saca facturas, están en la lona, y Gutiérrez Vivó habla del principal noticiario matutino de estas tierras, del “antes y después” en materia de periodismo radiofónico.
Es el noticiario que, por tradición paterna, quesque por herencia de apellido, el Presidente Felipe Calderón dice seguir desde la infancia: “yo escucho este programa desde pequeño, mi padre me enseñó a escucharlo y es mi programa”, como lo cita el locutor en el día último.
Y está muerto. Nomás porque, denuncia su cabeza, a un pequeño poderoso, que además se esconde, le incomoda la conjunción de crítica y pluralidades.
Porque “me vienen a decir que usted es perredista”, porque no se ha “portado bien del todo”, porque se “equivocó de gallo en la contienda”.
Aunque su gente le entregue un “estamos con usted” muy solidario, en el fondo Gutiérrez Vivó sabe que muy poco puede hacer ante el embate: “buscaron la manera de desaparecer a Monitor, y encontraron quién les ayudara”.
Por eso es que hay un luto. Por eso es que un oprobio se cierne en estas tierras. El creador del concepto Monitor se atreve a cincelarlo en una frase: “llegará el tiempo en que el destino le cobre la cuenta a cada quien por lo que ha hecho”.
Publicado en el diario EL CENTRO