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Esta es la historia de una televisora pública modesta y de un puñado de directivos beneficiados por el privilegio.

Comienza una fría mañana del año 2013 -la del 16 de enero- un día después de que el secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffett, ha anunciado públicamente el nombramiento de Enriqueta Cabrera como directora general del Canal Once, la legendaria estación de televisión del Instituto Politécnico Nacional.

Aunque nadie puede confirmar que éste se constituya su acto inicial como autoridad del canal estatal de televisión, no hay duda de que sí es uno de los primeros: adjudicarse un contrato millonario, bajo el esquema de prestación de servicios profesionales, que le abre la posibilidad de ganar por su trabajo más que sus superiores jerárquicos. Incluido el Presidente de México.

Un hecho que, desde todos los parámetros legales que rigen el funcionamiento de Canal Once, parece rebasar lo establecido por la Constitución de la República y por una buena cantidad de leyes relativas. Rozando la ilegalidad.

Porque con ese primer contrato, Cabrera Cuarón obtiene unos seis mil pesos diarios como sueldo, incluso en sus días de descanso, domingos, puentes y fiestas de guardar.

Un acto metaconstitucional, como nos ayudará a entender más adelante un investigador de la UNAM especialista en la estructura de la Administración Pública, esa red de instituciones que se mueven para todos nosotros. Y con nuestro dinero.

Seis mil pesos al día, como no perciben ninguno de sus superiores dentro de la jerarquía de la administración pública federal: ni Yoloxochitl Bustamante, la directora del Instituto Politécnico Nacional; ni Emilio Chuayffet, el secretario de Educación Pública, ni el Presidente de México, Enrique Peña Nieto, cuyo ingreso está en casi cuatro mil 700 pesos diarios, según los registros oficiales disponibles.

Un salario que, como contaremos en esta historia, es igualado -e incluso superado en algunos casos- por un muy compacto conjunto de directivos del canal, todos ellos con sueldos superiores al millón y medio de pesos mensuales.

Su historia está en los números, en los datos públicos y vigentes. Aquí está desde su comienzo, para quien la quiera conocer.

 

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1973975_10203674561854129_7223835524430257986_oLa mañana del 16 de enero es fría en el nor-poniente de la ciudad de México. Apenas unos 11 grados, según los registros, y ni siquiera sol en el Casco de Santo Tomás, la bulliciosa ciudad politécnica donde está, desde 1959, la estación de televisión estatal.

En uno de los despachos del primer piso del pequeño conjunto de cubículos y foros de televisión, un grupo de empleados atestigua la llegada de Enriqueta Cabrera a su nueva oficina. Saluda a quienes la reconocen. Viste un conjunto de saco y pantalón grises, una blusa de cuello alto en tono bermellón y una mascada de seda con figuras de flores. No porta más adorno que unos aretes perlados. Sonríe.

En uno de los foros, ha concluido momentos antes la ceremonia oficial de toma de posesión, donde la directora del Politécnico, la doctora Yoloxóchitl Bustamante, ha dicho:

-Estoy segura de que ustedes, con esa seriedad, honestidad, profesionalismo con que siempre han desempeñado sus funciones, apoyarán esta nueva etapa, apoyarán a Enriqueta y haremos, junto con el Politécnico, del que ustedes forman parte, una nueva etapa… que le de significado a la transición.

Enriqueta Cabrera pide reunirse con los encargados del área administrativa del Canal, a quienes dice, según diversas versiones, que no tiene planeado un cambio muy radical en la estructura vigente.

-Vengo a sumarme a un equipo- le escucha decir alguien en esa reunión.

Después le son turnados algunos documentos, para su revisión: los estados financieros del Canal, las relaciones de colaboradores, las barras programáticas. También algunos contratos.

El primero que firma, según los registros públicos de transparencia gubernamental, es el de una trabajadora del área de Edición, encargada de revisar la calidad técnica de los materiales que adquiere, produce y transmite la televisora pública. Ese documento adjudica a la trabajadora casi 150 mil pesos por un año de trabajo. Nada significativo para un canal con presupuesto cercano a los 630 millones de pesos al año.

Pero luego firma el segundo: un contrato por dos millones 200 mil pesos, a nombre de María Enriqueta Cabrera y Cuarón, por el trabajo de planear, organizar y coordinar la administración, operación y control del Canal Once, para producir y transmitir programas educativos, científicos, culturales, deportivos y de orientación social.

Quizá no es casual. Los siguientes documentos del día parecen remarcar la diferencia:

Ochenta mil anuales para la telefonista.

Ciento tres mil al año para el chofer-mensajero.

Ochenta mil y algo para un mozo de cocina.

Ciento dos mil y tantos para un joven utilero.

Trabajadores de una televisora que nace, sin apenas recursos, del genio ingeniero de Alejo Peralta, Walter Buchanan y Eugenio Méndez, la mañana de 1959 en que transmiten, desde un pequeño estudio improvisado en una esquina del Casco de Santo Tomás, la clase del maestro Vianey Vergara: la inconfundible contundencia de los números. La verdad que habita las matemáticas.

Pero estamos con Enriqueta Cabrera. Apenas es su primer día de trabajo y todavía no aparecen los otros privilegiados.

* * *

canal-once-PlanetaQuienes la conocen mejor, destacan de ella tres cualidades esenciales: su amplia (amplísima dijo una cercana y muy antigua amiga) cultura. Su capacidad para devorar conocimiento y aprender o intentar aprender. Y sobre todo su lealtad: “es una mujer de lealtades permanentes”.

Lo que sea que esto signifique, parece ser condición para que Enriqueta Cabrera, una mujer cercana a los 70 años, con un rostro de facciones contundentes, labios delgados al extremo de ser apenas una raya en su rostro, porte vertical y mirada como de águila, haya logrado bogar el océano de la administración pública mexicana, manteniéndose a flote.

Pero es hija de su tiempo. Un tiempo marcado por el priismo, la ignorada cultura de la rendición de cuentas y la certeza de que el puesto es rey. Con toda la carga de claros y oscuros que eso supone.

Así lo entienden los diversos especialistas en medios de comunicación, que leen en su designación como directora del Canal Once un mensaje poco encomiable:

La investigadora de la UNAM, Florence Toussaint, por ejemplo, dice días después de su nombramiento que Enriqueta Cabrera, “una mujer siempre cercana al poder”, forma parte de la trama tejida por el PRI desde hace más de un sexenio para recuperar el poder.

“Se trata de dos políticos de rango medio adornados con un barniz académico”, define la investigadora a la propia Cabrera y al actual director del Canal 22, Raúl Cremoux.

Hace un énfasis interesante: el paso de ambos funcionarios por el Canal 34, la emisora pública del estado de México, donde estrechan lazos con el grupo que hoy está en el poder.

Otro conocedor respetado, el investigador Raúl Trejo Delarbre, va más allá: después de considerar lamentable la poca experiencia en producción audiovisual de la nueva funcionaria, y de resaltar que se trata de un nombramiento de índole político, por la cercanía de Enriqueta Cabrera con la campaña de Peña Nieto, habla de un hecho incontrovertible:

Tanto Cabrera como Cremoux “se han formado en un entorno mediático diferente al que México comienza a escribir hoy”, posiblemente ajenos a los asuntos de vanguardia, como la digitalización.

Y esas consideraciones, las personales y las profesionales, pueden ser significativas para entender a cabalidad lo que ocurre algunos días después de su llegada a la televisora del Politécnico. En cuestión de nombramientos. Y de sueldos.

El primero de estos, la mañana del 21 de enero, seis días después de asumir su cargo.

En la dirección de Comunicación y Relaciones Públicas, un área que no existe como tal en el organigrama heredado de la administración de Rafael Lugo, su antecesor, y que se conforma restándole responsabilidades a otras áreas, se nombra a Eugenia Pérez Olmos, ex asistente de Cabrera en el Museo Nacional de las Intervenciones.

A un primer contrato anual por medio millón de pesos, para “verificar las solicitudes de convocación (sic) de reuniones y citas y organizar la agenda de trabajo”, se añade otro por la misma cantidad casi un mes después.

El documento oficial de registro se etiqueta así: “Objeto de Contrato: integrar y difundir los objetivos y estrategias de acción de Canal Once en las áreas que conforman la emisora, coordinar y evaluar las reuniones dirigidas por el titular de la emisora con las diferentes áreas del canal, suplir al titular de la unidad en las representaciones de Canal Once ante las instancias gubernamentales, instituciones públicas y organismos privados, asegurar que las áreas acaten”.

Trabajadores del canal, anónimos por temor a las represalias, explican que Enriqueta Cabrera designa a su colaboradora como subdirectora de hecho del canal, sin que Pérez Olmos pueda acreditar ni experiencia mínima en el manejo de medios electrónicos o en la televisión en particular, ni conocimientos acerca de cómo se maneja una estación de televisión, publica o privada.

Además, según diversas fuentes, su nombramiento ocurre sin el consenso previo del órgano de gobierno del canal, ni el conocimiento de su superior jerárquica, la directora del Politécnico.

Lo significativo de esto es que un par de meses después, en abril de 2013, Pérez Olmos recibie un tercer contrato millonario por sus servicios profesionales.

Según el registro público, le son adjudicados un millon 100 mil pesos más, con un objeto que, hasta el momento, nadie sabe exactamente de qué se trata: “implementar medios de comunicación interna y externa, organizar los eventos requeridos, ejecutar el plan de difusión de actividades de la emisora, creación y gestión de relaciones académicas y terceros, al utilizar la experiencia tecnológica o la propiedad intelectual de otros, con la finalidad de desarrollar un nuevo negocio de enfoque multidisciplinario (más allá de las ventas)”.

Con ese tercer contrato, Pérez Olmos no sólo iguala su ingreso con el de la directora del Canal Once, sino que lo supera en casi dos mil pesos más. Poco para la anécdota. Mucho para el trasfondo.

Con su clave de remuneración JC1, que establece un sueldo mensual neto de 123 mil pesos, la prestigiada doctora en Ciencias Yoloxóchitl Bustamante, directora general de una de las más importantes instituciones educativas públicas de América Latina, no alcanza a igualar las percepciones de su subalterna Enriqueta Cabrera, ni las de Pérez Olmos.

A la directora del Instituto Politécnico Nacional le haría falta un ingreso extra por casi medio millón de pesos, para igualar lo que ganan cualquiera de las dos mujeres que están por debajo de ella en el organigrama jerárquico de la institución educativa.

Y, además, ni siquiera son casos excepcionales dentro del entramado que dirige al Canal Once.

* * *

En la pantalla aparece el rostro moreno de una mujer joven, de labios gruesos y facciones mestizas. Es la conductora de noticias Irma Pérez Lince:

-Muy buenas tardes… bienvenida- dice la conductora, hecha sonrisas. Está de perfil ante la cámara que la registra, pero de frente a su interlocutora, quien está sentada al otro extremo de una mesa.

-Bienvenida… a su casa –añade, con una risa leve, como si en ese preciso momento cayera en la cuenta de que entrevista a la directora del canal y no a otra persona– oiga, tiene ya diez meses en esta administración…

-Apenas diez meses, jejeje digamos jejeje- le interrumpe la funcionaria, con un suave tono enfático. Decidido.

-Van los primeros diez…- corrige al vuelo la conductora, nerviosa. Sale al paso de inmediato –¿qué es lo que más le ha gustado del Canal Once?-

-Mira, en primer lugar: me he encontrado con un canal donde la gente tiene muy bien puesta la camiseta y muchas ganas de trabajar. Eso es muy importante… o sea, Canal Once es como una gran familia en la que todo mundo está dispuesto a colaborar. Entonces, ha sido muy grato ehhhh, impulsar la producción… o sea, no hay nadie que diga ¡esto no, esto ya es demasiado trabajo…!- dice la funcionaria. Sonríe. No mira a la cámara, sino a su interlocutora. No titubea.

Cuando el segmento termina, tres hombres jóvenes, que han observado en silencio la escena en una pantalla de computadora, en la mesa de un café, lanzan un silbido largo, cargado de aire: sssssshh.

-Una familia con muchos parientes pobres y unos cuántos ricos- dice uno de ellos, trabajador del canal desde los años 90. Pongamos que del área de ingeniería.

-Las condiciones no son buenas. Se han denunciado muchas veces- dice otro. Nos enseña a todos un recorte del periódico La Jornada, del año 2011. Una columna en la que ex trabajadores del canal denuncian irregularidades administrativas.

“Los directores generales históricamente han usado el puesto para obtener privilegios económicos, hacer negocios con casas productoras, patrocinadores, incluso para mero lucimiento personal”, dice el texto, firmado por el articulista Jorge Moch.

-Son circunstancias que han permanecido por años. Desde que llegó Julio Di Bella, que fue cuando empezó a decaer… y luego se hizo peor con (Fernando) Sariñana (el cineasta que durante buena parte del calderonismo de hizo cargo del canal)- dice el trabajador, cuya identidad no va a ser revelada, porque se queda sin trabajo.

Lo explica así: desde la desincorporación de plazas, alrededor de los años 90, toda la plantilla de trabajadores del canal, desde el personal de intendencia hasta el talento en pantalla, pasando por los directivos, se rige por un sistema de pago por servicios profesionales.

No son honorarios. Son contratos de servicios específicos por una obra determinada. Muestra un documento. Un oficio de respuesta a una solicitud de información emitido el 16 de abril de 2013:

En el documento, la directora de Asuntos Jurídicos, Nancy Rivero Rosales, anota que el Canal Once no tiene trabajadores “ya que no tiene estructura orgánica autorizada”.

Este esquema de contratación representa para el IPN la posibilidad de no reconocer, ni adquirir, obligación alguna de carácter laboral, del mismo modo que el profesional que ahí labora no es considerado trabajador.

-Cada director establece los montos de los contratos y cómo los pagan-dicen los trabajadores anónimos. Muestran un ejemplo:

Es el registro en hoja Excel de un contrato, el XEIPN-1302-0010, fechado el 16 de febrero del 2013:

En éste, la directora de Noticias del canal, Gabriela Ortega Rivas, recibe un millón 430 mil 513 pesos por sus funciones de “determinar las características del contenido de los diferentes productos informativos, desarrollados por la Dirección de Noticias, desarrollar y proponer conceptos creativos para el diseño de programas y productos informativos para los espacios noticiosos y establecer la logística que permita llevar a cabo las coberturas noticiosas de los asuntos más relevantes en el ámbito nacional e internacional”.

Esta percepción, aunque sea superior en 120 mil pesos a lo que recibe Raúl Cremoux, el director del Canal 22, la otra señal televisiva estatal del gobierno mexicano, no contraviene los parámetros que se han planteado aquí respecto de la estación politécnica.

Sin embargo hay un detalle: quince días antes, el 21 de enero de 2013, la misma funcionaria ha recibido un pago por 912 mil pesos, según el contrato XEIPN-1302-0005.

A partir de estos dos registros, es posible determinar que la Directora de Noticias del Canal 11, una ex funcionaria menor de áreas de comunicación social en el PRI y el gobierno, sin experiencia ninguna en la dirección de medios de comunicación electrónicos, sin trayectoria televisiva, obtuvo el año pasado 2 millones 342 mil pesos por su trabajo en el canal.

En términos comparativos, que siempre facilitan la lectura, se puede enunciar así: ganó casi 50 mil pesos mensuales más que el Presidente de México.

La primera semana de enero de 2014, casi 20 días después de que el presidente Peña Nieto anunciara un Plan de Austeridad que reducía en 5 por ciento los sueldos de la burocracia nacional, la directora de Noticias del Canal Once firmó su contrato anual con un incremento de casi 200 mil pesos respecto del año anterior.

Y no fue la única afortunada.

También fue el caso del Director de Administración y Finanzas del canal, José Concepción Reyes Aquino, quien firmó su contrato por un millón 914 mil 841 pesos.

El administrador, “un joven muy trabajador, se la pasa todo el día en los números”, es considerado por diversas fuentes como “el cerebro financiero detrás de todas las transformaciones en el Canal”.

Es el único funcionario de primer nivel dentro del Canal Once que ha logrado permanecer bajo cuatro administraciones: la de Julio Di Bella, quien lo llevó al cargo; Fernando Sariñana,  Rafael Lugo y Cabrera, quien lo ha ratificado.

El resto de directores del canal (Nancy Rivero Rosales, directora de Asuntos Jurídicos; Mayolo Reyes Ballesteros, director de Estrategia y Desarrollo; Óscar Baldenebro, director de Ingeniería y Diana Emma Serrano, directora de Mercadotécnia e Imagen) perciben un ingreso anual de un millón 500 mil pesos por su trabajo, cantidad que no aumentó un peso en el año actual.

¿Qué lógica define entonces la percepción mensual de la directora del Canal Once y de sus colaboradores?

Es lo que vamos a tratar de entender a continuación.

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¿Los contratos millonarios de la directora del Canal Once y de sus colaboradores más cercanos son inmorales o ilegales?

Cuando se lo planteo, José Antonio Fernández, quizá uno de lo conocedores más acreditados de las entrañas de la industria audiovisual mexicana, hace una mueca de desacuerdo.

Dice que la percepción que alcanza el conjunto de directivos del Canal Once, si bien puede ser escandalosa en términos de esquemas de la burocracia mexicana, no puede compararse, de ningún modo, con los márgenes que impone la industria de la televisión, a nivel nacional o mundial: Danny Cohen, director de la BBC Televisión, la televisora pública más importante del mundo, gana más de 6 y medio millones de pesos al año.

-No es significativo el asunto de las percepciones, porque la televisión tiene sus propias lógicas, que no tienen nada que ver con el Canal Once- explica José Antonio Fernández.

Ni el presupuesto del Canal Once, cercano a los 640 millones de pesos en 2013, no puede compararse con los más de mil millones de dólares que ejerce, por ejemplo, Televisa. Ni con los casi mil millones de Televisión Azteca.

Los sueldos, mucho menos. El presupuesto del Canal Once equivale a cuatro telenovelas. Y ni siquiera de las de la noche.

-Yo lo analizaría más bien en función de lo que el Canal Once aporta, en cuanto a proyecto televisivo. Es un parámetro más justo. Hay gente muy importante que ha pasado por ahí. Mucha gente buenísima, que no está solo en los directores, porque cada director ha impuesto su estilo y eso puede ser fatigoso para el canal- dice.

Desde esa perspectiva explica un detalle significativo: cada director del canal impone su propia personalidad al canal, a partir de sus propios intereses y perspectivas: si Alejandra Lajous lo hace un canal más social, Julio Di Bella le dota de una cualidad más juvenil. Si Fernando Sariñana se enfoca en hacerlo un canal competitivo comercialmente, Rafael Lugo trabaja para consolidar una visión más creativa.

-Desde mi punto de vista, los directores del Canal Once sí tienen poder, y bastante, más de lo que la gente cree. Con Enriqueta Cabrera, por su formación de antropóloga, tenemos entonces un canal más social, pero respeta muchas de las cosas que hicieron sus antecesores. Revive a Jorge Saldaña, trae a Javier Solórzano… vemos una inquietud de cosas sociales, está clarísimo… para ser justos, por eso digo, hay que identificar, más que los privilegios de unos cuántos, su apuesta televisiva-dice.

-¿Qué papel juega el Canal Once en el pastel televisivo nacional?

-Uno muy importante. Es como una miscelánea que tiene una gran tradición. Su barra infantil es de lo mejor que tenemos. Su barra de opinión, aunque a mi me gustaba más en cuando era contestataria, pero se mantiene con un gran prestigio. Su señal es abierta y por tanto es el canal, de corte casi cultural, aunque no tanto como el 22, pero que llega a un mayor número de mexicanos, es canal 11, que debe andar llegando al 40 por ciento del territorio…-

-No, alcanza casi el 70 por ciento del territorio nacional, con un espectro de repetidoras y más de 500 empresas cableras, según sus datos…- le comento.

-Bueno, pues ahí tienes. Y ese papel es importantísimo. Creo que, si una crítica tenemos que hacerle al Canal Once es que nos está debiendo aún una gran superproducción nacional, que tiene capacidad para hacerla. Eso es lo que yo ponderaría- dice.

Me muestra los índices de audiencia que cada año presenta IBOPE, la empresa especializada en el área.

En el Canal Once, cuyos topes de audiencia llegan a alcanzar los 7 puntos de rating nacional, sobresalen algunas producciones específicas: El Diván de Valentina, una serie infantil que ya no se produce; Aquí nos tocó vivir, el programa sabatino de crónica urbana con la maestra Pacheco; algunas series unitarias y poco más.

Pero entonces resalta otro detalle:

En contrapartida con los ingresos establecidos para el cuerpo directivo del Canal Once, el resto de la nómina, que incluye desde choferes, camarógrafos e incluso algunas de las legendarias figuras del canal, parece no acercarse ni mínimamente a las cifras de la cúpula.

Un camarógrafo o un reportero del Canal Once no alcanzan los 200 mil pesos anuales, en muchos casos por debajo del promedio de su ramo y su industria.

Ni un técnico especializado en telecomunicaciones, como los que deben trabajar en el canal, alcanza su máximo gremial. Ni un diseñador, un editor. Ni un dibujante.

Una de las máximas figuras del Canal Once, el rostro y el trabajo que prácticamente todo el país identifica con la estación televisiva, Cristina Pacheco, percibe un ingreso que representa menos de la mitad de lo obtenido por los directivos.

En ese caso particular, según constan los registros del propio canal, sus ingresos son recortados en distintos lapsos, en las distintas administraciones, como en el periodo 2009-2010, cuando el programa Aquí nos tocó vivir sufrió un intento de fin de transmisiones y fue reprogramado por presión popular.

¿Qué lógica define entonces los contratos de prestaciones de servicios en el Canal?

Es necesario buscar otra respuesta.

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Hasta el cierre de esta edición no puede ser posible obtener una respuesta de su parte:

“En seguimiento a su solicitud de entrevista, y cómo le comenté telefónicamente, la Lic. Enriqueta Cabrera, directora de Canal Once, no estará disponible sino hasta la próxima semana, se encuentra en la reunión de la AEC que se realiza en la ciudad de Mérida y la comunicación es muy limitada. Sin embargo, me pide ser el conducto para hacerle llegar su agradecimiento por anticipado”, escribe Adriana López Cruz.

-Es una práctica habitual- dicen los trabajadores- los directores del Canal Once no le rinden cuentas casi a nadie.

Y entonces despliegan un conjunto de hojas foliadas, cuyo contenido rebosa de datos. Muchos más datos.

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En la estructura establecida en el Reglamento Orgánico del Politécnico Nacional, publicada en el Diario Oficial el pasado 10 de marzo de 2013, la legendaria estación de televisión es considerada como un Órgano de Apoyo de la dirección general del instituto, cuyas decisiones deben ser puestas a consideración, siempre, de su superior jerárquico. Esto, por supuesto, debe incluir la asignación presupuestal relativa a las percepciones.

Aunque la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos dice, en la fraccion II del artículo 127, que ningún servidor público debe recibir remuneración mayor a la establecida para el Presidente, en el presupuesto correspondiente al Canal Once, en los hechos, no ocurre así.

La normatividad, que es la regla que están obligados a seguir todos los funcionarios públicos mexicanos, anota una excepción: cuando “el excedente sea consecuencia del desempeño de varios empleos públicos, que su remuneración sea producto de las condiciones generales de trabajo, derivado de un trabajo técnico calificado o por especialización en su función”. Si ese fuera el caso, “la suma de dichas retribuciones no deberá exceder la mitad de la remuneración establecida para el Presidente”.

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Aunque Enriqueta Cabrera se ostenta como Antropóloga Social por la Universidad Iberoamericana, formación que destaca en la biografía que puede leerse en el portal WEB del canal, en el Registro Nacional de Profesiones existe una referencia al registro de una cédula a su nombre, expedida en 2013, que la acredita como Licenciada en Periodismo, titulada bajo el esquema de Acuerdo Secretarial 286, 328 y 357 de la SEP.

Cercana al priismo, fue la responsable de concretar el proceso de liquidación del periódico El Nacional a mediados de los años 90, cuando Chuayffet era secretario de Gobernación.

Tras ese periodo, Cabrera no volvió a trabajar de lleno en medios de comunicación en los siguientes 20 años, a excepción de la publicación de artículos de opinión en diversas revistas.

Al llegar la era del panismo, Cabrera encontró acomodo en oficinas de comunicación social, siempre haciendo gala del bajo perfil. Durante el sexenio anterior, el Instituto Nacional de Antropologia e Historia la rescató del desempleo colocándola como directora del Museo Nacional de las Intervenciones, donde tenía un sueldo mensual de 40 mil pesos.

Con el retorno del PRI, Cabrera fue llamada por Chuayffet para hacerse cargo del Canal Once, aún cuando carecía de todo conocimiento sobre el manejo de un canal de televisión:

Es el minuto 00.06 del video. Se ve a Yoloxóchitl Bustamante, un oscuro saco aparentemente de terciopelo, un paso decidido, las manos que la alcanzan a saludar. Detrás, Enriqueta Cabrera, un saco café, casi beige. Los ojos mirando al piso. Como reflexiva. Sin hablarse, sin verse ambas cruzan un largo pasillo.

Al siguiente corte, la directora del IPN se adelanta para saludar a diversos personajes en un auditorio lleno. Besa a Cristina Pacheco. Besa a Julio Di Bella.

Rafael Lugo, quien se despide para dar paso a la gestión de Enriqueta Cabrera, enfatiza su historia como añejo trabajador del canal antes de alcanzar la Dirección General. Desde el auditorio, una sonriente Yoloxóchitl Bustamente lo escucha.

En el siguiente corte, la directora del Politécnico se pone de pie para saludar a la periodista Pacheco. Cabrera, al mismo tiempo, se voltea para alcanzar el podio. El auditorio la observa. La escucha.

-Creo que lo que tenemos que hacer es seguir caminando por la ruta por la que ha estado caminando Canal Once, que es la ruta de la producción de calidad, de la producción con responsabilidad social, de la producción con innovación, con creatividad y con un sentido social y de respeto y de respuesta a la audiencia- dice.

Yoloxóchitl la mira y la pantalla, que las reproduce a ambas, transmite aplausos.

Un grupo de trabajadores la observa sin aplaudir. En la pantalla aparece el logotipo rojo y una voz que dice: Canal Once, el canal de Instituto Politécnico Nacional.

La pantalla va a negro. ♠

PUBLICADO EN EMEEQUIS

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