El sólo título ya es demoledor: “México, las ruinas del futuro”. Pero el contenido del documento, avalado por casi un centenar de investigadores, académicos, artistas e intelectuales que convergen en el Instituto de Estudios para la Transición Democrática, no deja lugar a la duda en el análisis de la realidad mexicana tras el caso Ayotzinapa:
“Cuerpos policiacos, Ejército, partidos políticos, procuradurías de justicia, aparatos de inteligencia, gobierno local y gobierno federal tienen una grave e inocultable responsabilidad, y su actuación, por omisión o comisión, configura un fracaso mayúsculo del Estado mexicano”.
México vive un momento plástico, como lo define José Woldenberg, uno de los principales impulsores de esa reflexión colectiva: hoy nadie sabe, con certeza, qué puede pasar. Y cómo.
Para entender los días que vivimos, para tratar de entenderlos, es que dialogamos con el ex presidente del IFE, quien desde su modesto cubículo de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, rodeado por muros de libros, dice: los puentes entre la sociedad y el gobierno son débiles y lo que está en juego es precisamente eso, “si el gobierno será capaz de procesar esto que está sucediendo y ofrecer una vía productiva”.
Quizá ninguno otro de los presidentes que ha tenido el organismo electoral mexicano pueda jactarse de la condición que hoy ostenta Woldenberg: ser reconocido como figura de respetabilidad y honorabilidad tras su función como conductor de la transición electoral que arrebató el poder al PRI por primera vez en su historia.
Su apellido salió indemne, y desde esa posición es que sus palabras suenan aún más rotundas: “yo también tengo miedo… me da miedo no encender aunque sea una velita de esperanza. Porque la situación sí es delicada”.
–Doctor, la pregunta principal parece ser ¿cómo reestructurar al país, en un momento como éste, tan convulso en términos sociales y políticos?
– Creemos que lo primero es intentar colocar en el debate público diagnósticos y propuestas. A nadie escapa que México vive una situación singular en donde hay muchos reclamos, irritación y malestar. Y todo eso se entiende. Hay sectores de la sociedad movilizados y eso puede ser visto como un elemento positivo y esperanzador. El asunto es cómo ir construyendo una agenda que sea inclusiva y capaz de resolver lo que esta crisis develó: entre otras muchas cosas, graves problemas en los gobiernos municipales, focos de alarma en la persecución de los delitos y la impartición de justicia (las policías, los ministerios públicos, los jueces, los reclusorios) e incluso un cierto rebasamiento de los gobiernos. Lo peor que podría pasar es cerrar los ojos ante eso y pensar que la inercia los va a resolver.
–Hay una certeza, Doctor, el gobierno federal parece no estar dispuesto a escuchar esta voz de las calles… más allá de la violencia… parece no haber capacidad de escucha, de atención a las demandas profundas que grita la calle.
-No estoy tan seguro.
-¿Usted cree que sí?
-Digamos… yo creo que lo que se juega en los próximos días y semanas es eso: si el gobierno será capaz de procesar esto que está sucediendo y ofrecerle una vía productiva… yo no cerraría la posibilidad de que el propio gobierno tenga que hacer un planteamiento de por dónde salir de esta crisis. Creo que está obligado a ello ¿no?
-¿Cuáles pueden ser las opciones?
-Hemos puesto siete temas sobre la mesa, pero no los consideramos una agenda cerrada, sino una proposición flexible que tiene que alimentarse de otros diagnósticos, de otras formas de ver las cosas. Hablamos del tema de los derechos humanos. Casos como los de Tlatlaya o Ayotzinapa no pueden volver a repetir. Creo que lo que más ha agraviado a las personas es descubrir, en el caso de Ayotzinapa, la complicidad de autoridades, policías y delincuentes. Y en ese sentido, al tema de los derechos humanos y la atención a las víctimas no puede dársele la espalda. Y no sólo eso, tenemos que ir más allá: debemos repensar y rehabilitar el poder municipal
-Con otras lógicas, con otras estructuras…
-Entre otras cosas. Hemos tomado conciencia de que es el eslabón más débil: en esta lucha contra el crimen, donde más puede penetrar y llegar a subordinar a un poder, es precisamente en el área municipal. Tendremos que volver a repensar esto. Además de que, cuando hablamos de municipios en México, hablamos de realidades muy distintas… Guadalajara, Monterrey o Tijuana son municipios igual que Coatecas Altas en Oaxaca.
-¿Se puede plantear una lógica única para esta diversidad?
– Eso es lo que tenemos que discutir. En temas como las policías es evidente que un municipio que tiene tres millones de habitantes, va a tener un cuerpo policiaco relativamente robusto. Pero en poblaciones de dos mil habitantes, lo que tenían eran dos policías que se dedicaban a tipos que se emborrachaban, pleitos en la calle. Esa era la dimensión de los problemas que atendían las policías municipales. Ahora no es así, por eso creemos que hay que repensarlo.
También el tema del poder judicial. Tiene que ser uno de los eslabones fuertes para lograr una convivencia medianamente armónica entre nosotros. No puede estar fuera de la agenda.
-No funciona…
-No, no tanto que no funcione… cuando realmente se resuelven conflictos entre personas o entre personas y el Estado es porque hay un Poder Judicial, es decir… todo tipo de conflictos.
-Hay una analogía que se escucha en las calles: es como ocurre con un cuerpo… cuando el órgano del Poder Judicial no funciona, se nota: hay fiebre en el cuerpo enfermo de la sociedad.
-En efecto… pero los conflictos que son inherentes a la vida en común encuentran un cause para resolverse por una vía pacífica. Ese es el problema de más fondo: es una utopía pensar que en la sociedad no va a haber conflicto, de muy diferentes tipos. Quien ensueña una sociedad sin conflictos no está más que poniendo en movimiento un ensueño conservador. Vivir en sociedad y conflicto, son sinónimos. ¿A qué se aspira? A que haya una vía para solucionarlos. Y ahí el Poder Judicial es el que juega un papel más relevante.
-A que puedan dirimirse esos conflictos con equidad, con igualdad de oportunidades…
-De acuerdo al Derecho. Que cuando un pobre y un rico se vean en circunstancia los jueces actúen de la misma manera. Que ante dos casos similares no se erijan dos varas y dos medidas.
Propuestas para dialogar
Más allá de apostar por el colapso, del “entre peor, mejor”, se trata, dice Woldenberg de plantear los temas de una agenda básica, inicial, de temas de urgente discusión nacional.
-Planteamos tres temas de mayor alcance: la pobreza y la desigualdad. Somos un país demasiado desigual. De hecho no somos un país, somos muchos países. Y ese archipiélago de realidades cruzadas por la desigualdad económica, de acceso a la educación, a la salud, a la vivienda, lo que construye es una serie de grupos con muy escasa cohesión social y donde late mucha tensión, mucho rencor, mucha rabia que no permite construir eso que metafóricamente se llama tejido social. Ahí se ha prohijado esta escalada de violencia.
También está el combate a la corrupción. Si algo develó de una manera dramática y dolorosa el tema de Ayotzinapa es el nivel de corrupción que se había llegado en el gobierno municipal y sus policías.
Luego, pensar en la crisis de representatividad, administrativa y de capacidad de gobierno. Creo que este es un momento plástico, un momento en donde nadie puede saber cuál va a ser el desenlace. Hay muchos actores en el escenario, con diferentes intenciones. Creo que lo mejor, a lo que hay que apostar es a una vía de reformas que hagan mejor nuestra convivencia. Creo que esa es la intención profunda del documento.
-Lo que ustedes plantean es una agenda para dialogar…
-Lo nuestro es un diagnóstico y una propuesta. Pero no es La Propuesta, sino Una Propuesta. Ojalá surgieran otras propuestas para ir embarneciendo esta conversación pública y generar un contexto de exigencia a todos: al gobierno, a las organizaciones civiles, a los movilizados.
-Esta mañana el secretario de Gobernación anunciaba que, en algún momento de esta semana, el Presidente Peña Nieto presentaría una serie de propuestas de reformas en materia de estado de Derecho y yo me preguntaba ¿pues a quién le preguntó ¿Con quién las estructuró? Pienso, no se si esté de acuerdo, que ahí está un problema: en la falta de diálogo con la sociedad, en una total disociación entre este gobierno y la sociedad…
-Faltan puentes de contacto. Eso sí. Una total disociación tampoco creo que exista. La sociedad mexicana es muy compleja y los puentes de contacto que hay entre el gobierno y esa sociedad existen, aunque son débiles. Pero no son dos universos totalmente separados. Ahora, de lo que usted decía, el anuncio del secretario: creo que mucha gente, entre ellos yo, sí estamos esperando un planteamiento del gobierno. A lo mejor no un planteamiento acabado, pero sí una primera reacción a cómo ha impactado esto a las instituciones de gobierno y cómo están viéndolo. A mi me gustaría oír un diagnóstico y una serie de propuestas. Y cómo se van a socializar estas propuestas, porque nunca está de más saber lo que el gobierno está pensando para atender esta situación que estamos viviendo.
-Los actos recientes ¿no nos dan una idea de lo que está pensando el gobierno? Sin magnificarlo, circunscribiendo los hechos a su propia realidad: ¿no nos dice qué piensa el gobierno esta penalización de la protesta pública?
-Yo creo que, hasta donde vamos, el gobierno ha sido tolerante en el ejercicio del derecho a la manifestación pacífica. Incluso en casos como el de Guerrero, donde las manifestaciones han llevado a la quema del palacio de gobierno, municipios, oficinas. A lo mejor ha sido excesivamente tolerante. El problema es que cuando ha respondido a los actos violentos, en algunos casos a quienes se aprehende es a personas inocentes. Y ese es el quit del asunto. El problema es cuando pagan justos por pecadores, que se agarra a personas que estaban ejerciendo el derecho a manifestarse. Ese es el quit del asunto.
¿Nos gobiernan los cínicos?
-Hay una percepción en las calles: una especie, llamémosle de orfandad en la sociedad respecto de sus representantes. Una falta de confianza explícita hacia ellos. ¿Cómo tender nuevos puentes de confiabilidad hacia ellos?
-Pues esa es la pregunta del millón, porque en efecto sí hay una crisis de representatividad. México logró en los últimos años abrir un cause para el pluralismo político, y esa fue una muy buena noticia. Pasó de ser un sistema de partido hegemónico a un sistema de partidos equilibrado. De elecciones sin competencia, a elecciones muy competidas. De un mundo de representación que era monocolor a un mundo plural lleno de contrapesos. Y el ejercicio de las libertades es inmensamente superior a lo que era hace treinta o cuarenta años. Ahí hay un avance muy importante que hay que saber aquilatar. Yo decía, sin embargo, que este avance no había sido acompañado por un avance en el fortalecimiento del estado de derecho y en la creación de una sociedad menos desigual.
Si nuestra convivencia estuviera soportada en un trípode, hemos avanzado en democracia y no hemos avanzado nada en equidad y configuración de un estado de derecho digno de ese nombre…
-Y viene el proceso electoral del 2015…
-Imagino que los partidos y los candidatos harán un esfuerzo, esperaría yo mayúsculo, para volver a tender esos puentes. Y están las candidaturas independientes. Ahí hay una vía para que los ciudadanos interesados puedan en 2015 contender por diferentes cargos. Tampoco hay que alimentar esa idea de que tenemos una sociedad política de todos los males y una sociedad civil que es el manantial de todas las virtudes. Yo creo que hay muchas más líneas de contacto entre la sociedad civil y la sociedad política que la que estamos dispuestos a reconocer, porque nuestros diputados, nuestros senadores, nuestro presidente, salieron de entre nosotros.
-¿Son un espejo de lo que somos como sociedad?
-Tampoco, a lo mejor no es exacto el espejo, pero salieron de ahí. Y en ese sentido pues también quizá no seguir alimentando esta retórica antipolítica es conveniente. Porque yo creo que al final a lo único que lleva es a la frustración y a la decepción. Si de aquí va a salir algo positivo, la política es necesaria.
-Yo soy de los que piensa que estamos gobernados primordialmente por gente que se ha vuelto cínica con el ejercicio del poder…
-Yo creo que hay de todo, en los diferentes niveles de gobierno y en los diferentes partidos. Yo, durante una etapa de mi vida, tuve un contacto muy intenso con los diferentes partidos políticos, y si algo aprendí es que en las diferentes formaciones hay gente muy buena y gente muy mala. Que es muy difícil meter en un mismo carcavón a todo aquel que hace política en México. Hay gente que se preocupa y se ocupa, realiza su trabajo y ese trabajo se puede ver. Y también hay una gran capa de cínicos y logreros, eso también.
-Doctor, me pregunto si un líder político tan cuestionado, tan en la luz de actos presumiblemente corruptos puede encabezar una transformación como la que requiere el país…
-Yo creo que esta transformación tiene que ser concurrente. No creo que pueda hacerse sólo desde el gobierno. Y estoy convencido de que no puede hacerse sin el gobierno. Esas pueden ser dos fantasías que hagan mucho daño: pensar que el gobierno mexicano no existe o ha sido totalmente rebasado me parece que es ingenuo y es una ilusión que puede convertirse en un boomerang.
Por el otro lado, pensar que el gobierno puede solo en una situación como ésta, sin la concurrencia no sólo de las fuerzas políticas sino también de organizaciones sociales también me parece ilusorio. Si algo hemos visto es que el gobierno no es todopoderoso. Se requiere una operación concurrente de todos aquellos que quieran reformar las propias instituciones del Estado.
Los jóvenes y el futuro
-Doctor, en ese documento ¿dónde están los jóvenes?
-Los jóvenes son el motor de la movilización que estamos viviendo. En lo fundamental son los que han dicho ¡basta, no queremos impunidad, no queremos esta espiral de violencia, estamos hartos y estamos ofendidos! Pero al mismo tiempo, creo que ese movimiento tiene qué generar su propio horizonte.
-Me lo preguntaba, sin ánimo de descalificación, porque el promedio de edad de los “abajo firmantes” de su propuesta no se corresponde con la lógica de las calles…
-¿No…?
-¿Cómo se incluye en el debate formal, en el debate productivo y necesario a esa generación que está gritando y no encuentra cómo encausarse?
-Sí, el promedio de edad de los abajo firmantes es muy alto. En eso tiene totalmente razón. Nuestro instituto responde a otras generaciones. Ahora, ni los viejos ni los jóvenes estamos solos en el escenario.
-Pero estamos aislados. Cada cual por su lado…
-Sí, sí, yo me imagino que estas movilizaciones generarán las organizaciones, los liderazgos, los discursos, el diagnóstico y la propuesta que ellos mismos hagan. Y nuestra propuesta no pretende sustituirlo. Y aunque lo pretendiera, no podría. Pero esto puede ser un insumo, una reflexión que a algunos les genere sus propias reflexiones. En una situación tan fluida como ésta, creo que nadie puede aparecer con las tablas de la ley…
-Y eso sería absurdo…
-Totalmente absurdo pretenderlo. Esto es como decir que ojalá otras voces, otros colectivos, otros grupos nos dijeran cómo ven el país y qué es lo que quieren que cambie en el país.
-¿Teme usted a este momento plástico, como usted lo define?
-Yo temo a las espirales de violencia. Y les temo mucho. Porque, a diferencia de otros, creo que lo único que pueden ofrecer es destrucción, sangre, muertos, heridos y más rencores, más animadversión. A eso es a lo que yo le temo. A una escalada violenta.
-Esta polarización… esta abierta confrontación entre las visiones de país…
-Sigo pensando que lo fundamental de la movilización ha sido pacífica. Y aunque ha sido muy crítica, y con razón, ahí hay posibilidades de tender puentes para acuerdos, para convergencias, para construir. Creo que la inmensa mayoría de los mexicanos lo que quieren son una serie de reformas que hagan que nuestra convivencia sea más armónica, mejor, menos desigual, menos tensionada. Y eso es lo que hay que intentar forjar.
-¿Seremos capaces?
-Espero que sí. Lo hemos sido en otros momentos. No tiene por qué no. Creo que sí podemos construir un horizonte común, por lo menos de las fuerzas más implantadas en la sociedad.
-Usted es mucho menos pesimista que yo…
-Será que me da miedo… me da miedo no encender aunque sea una velita de esperanza. Porque la situación sí es delicada.
-¿Ha habido un momento tan delicado, en ese sentido, como el que estamos viviendo ahora?
-Yo no recuerdo uno tan delicado. No lo recuerdo.♠
Publicado en Emeequis