PLAZA MAYOR No. 4

En la Plaza Mayor hay una rotonda para sus hombres y mujeres más ilustres, un lugar elegido para conmemorar su paso por la vida, que hoy está vedado para una simple foto, para el más elemental clic de un celular, o camarita, nomás por la ocurrencia de un burócrata de segundo piso.

Hace cuando menos sus 40 días, desde la Secretaría de Gobernación, desde el escritorio de una oficina con ventanas seguramente opacas, un funcionario de la Unidad para el Desarrollo Político, nomás porque sí, determinó que “nadie puede tomar una foto en la Rotonda de las Personas Ilustres, sin solicitar antes una autorización oficial”.

“Son las órdenes nuevas, joven, nosotros nomás obedecemos”, confía el cuidador medio ofuscado, moreno el hombre, sentado como está a la diestra del monumento a Diego Rivera, el gafete de la delegación Miguel Hidalgo colgado del pescuezo, su acreditación como integrante del cuerpo de Vigilancia del Panteón Civil de Dolores, garante como otros de que nadie ose perturbar la sabia determinación reciente del funcionario público.

– ¿Y qué van a hacer los turistas extranjeros que quieran venir a tomarse la foto del recuerdo a la tumba de nuestro “Flaco de Oro”, de doña Chayo Castellanos? – salta la pregunta.

“Pues tienen que pedir su autorización primero. Es la orden que tenemos. Esta es una zona federal, y la autoridá es la Secretaría de Gobernación”. Así de simple, carajo, como no ocurría desde que la Rotonda es la Rotonda, y desde que uno puede andar con su camarita metido en todos lados.

– ¿Pero qué jalada es esa? Es como si hubiera que pedir permiso pa’ fotografiar la tumba de Evita Perón en La Recoleta. O como si en París uno tuviera que llenar un formato en Père Lachaise pa’ sacarse fotos en las tumbas de Proust, de Wilde, o del Jim Morrison –

“Pues allá es allá. Pero aquí así son las cosas”, suelta el vigilante, ya enfadado porque Oscar, con sus ráfagas de obturador, se niega a obedecer la tontería. “Las órdenes son las órdenes”, ni modo. Hay que pedir permiso.

“En el reporte de incidentes, de hace como 15 días, anotamos que un turista francés quería tomar fotografías de los monumentos, y también lo remitimos, y al otro día vino ya con su permiso”, dicen en el módulo de información que hay en el panteón Dolores.

Pero es fin de semana. Y en Gobernación, el Director General de Cultura Democrática y Fomento Cívico, Miguel García Flores, ese funcionario encargado de autorizar los permisos para usar la camarita en la Rotonda, no trabaja, ni contesta los correos de su dirección mgflores@segob.gob.mx.

Y ni siquiera es que haya pretensión de denunciar que la mayoría de los sepulcros están todos chorreados por la herrumbre, por un desgaste incontrolado de la piedra.

Ni decir que Amado Nervo recibe, cuando llueve, los ríos de aguacero sobre la lápida, porque la autoridad responsable de preservar la Rotonda no ha tenido la ocurrencia de restaurar su monumento roto.

Que las tumbas más viejas, y hasta las más nuevas, se van desgastando irremediablemente, que están quebradas, cuarteadas, porque a nadie en Gobernación parece habérsele ocurrido que deben recibir mantenimiento.

Que los bustos, que las lozas, que casi todos los monumentos tienen deterioros poco dignos de significar ese “homenaje a aquellas mexicanas y mexicanos de ayer que con su trayectoria de vida, o sus actos excepcionales, han contribuido a conformar la herencia común de los mexicanos en el presente y en el futuro”, como se jacta la autoridad en propagandas.

Ahí está la historia social, política, cultural de todos. Ahí está la llama permanente que reconoce a los poetas, a los científicos, a los artistas desde hace 135 años. Y a ese lugar de belleza tan serena, a esa porción de cementerio con gente tan valiosa, uno quiere compartirlo con los otros.

Eso sólo puede ser posible si la dependencia lo autoriza. Como dicen en el módulo de vigilancia del Panteón de Dolores: ellos sólo cumplen órdenes de los funcionarios, aunque a veces éstas sean sólo una pendejada.

Publicado en el diario EL CENTRO

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