Para el investigador Raúl Trejo Delarbre, la discusión nacional en torno de la salida de Carmen Aristegui de MVS marca un punto de inflexión, sólo equiparable en su alcance social al ya legendario golpe a Excélsior: hoy los medios mexicanos ya son un asunto cuyas vicisitudes no se pueden ocultar.
“No quiero hacer comparaciones maniqueas, pero sin lugar a dudas estamos ante el episodio de conflictos en los medios que más ha interesado a la sociedad mexicana, incluso por encima del interés que suscitó la salida de Scherer y su equipo de Excélsior en 1976”, dice.
Conocedor profundo de los resortes que soportan ese vínculo, siempre frágil, entre medios y gobierno federal, el catedrático del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM es claro en su señalamiento: a un sistema mediático de decisiones opacas se corresponde un gobierno de políticas comunicativas igualmente poco claras. A la negación mediática de abrir al escrutinio público las decisiones que afectan a sus audiencias, se contrapone un gobierno federal que sigue recurriendo a las presiones, al acoso, para silenciar las voces que son le son incómodas.
En una charla vía telefónica con Emeequis, Trejo Delarbre evalúa el conflicto medios-gobierno que ocupa la agenda de la temporada, revisa los efectos sociales de esa rispidez e incluso lanza un llamado a los medios que conforman la plataforma de filtraciones MexicoLeaks: lo que ha prevalecer es el mejor periodismo, documentado, serio, crítico, que aporte espacios para el debate argumentado. Algo que México ahora no tiene y tanto necesita.
Sin debate, pero con linchamientos
Desde donde nos encontramos nosotros, Doctor, vemos un escenario de turbulencia, de rispideces entre sectores de la prensa mexicana y del gobierno federal… ¿usted lo aprecia así?
Tenemos una prensa crecientemente crítica, y a veces con intereses que acicatean ese talante crítico, y una administración pública, un gobierno federal con una política de prensa que no es del todo clara, que acude a las presiones y a los acercamientos , que sigue haciendo un uso discrecional de la publicidad oficial y que no avanza en el sentido de las relaciones con la prensa.
Decía usted en alguna entrevista que era necesario convocar a una reflexión en torno de la libertad de expresión…
Yo no creo que haya que poner a discusión si tenemos que defender o no la libertad de expresión. Lo que he tratado de insistir es que este tipo de temas deben estar en el tapete de la discusión pública con argumentos y no solo con sentimientos, que los ha habido muchos
Reacciones emocionales…
Insisto en que a la democracia mexicana le falta un mayor ejercicio de deliberación en todos los temas. Prácticamente no hay asunto relevante de la agenda pública en el que tengamos una auténtica discusión. Falta mucha información en algunos casos, pero no hay discusión de ideas. Reforma energética, presupuesto, devaluación, el tema que sea: todos esos son temas en los que hay muchas opiniones pero pocas argumentaciones. No hay espacios para deliberar.
¿Esta falta de espacios será la causa de que estemos en gran desacuerdo, en lo que yo llamo inmovilidad?
No se si sea la causa principal. Quizá la causa principal sea la intolerancia de unos y otros, la ausencia de voluntad para construir acuerdos, la dificultad para mirar en los otros argumentos que pudieran ser atendibles y que incluso pueden modificar los propios. Pero sin duda, esta ausencia de espacios para deliberar –de espacios y de disposición para deliberar—es una de las grandes dificultades para que la sociedad mexicana no tenga entendimientos básicos.
Entendimientos básicos, que son…
Todas las sociedades, cuando son maduras, cuando avanzan, suelen tener una colección de asuntos en los que están de acuerdo: la defensa de la ecología, los derechos de las mujeres, la propiedad estatal de los energéticos, lo que sea. En México se nos han ido difuminando los acuerdos básicos que teníamos como resultado del proyecto constitucional de 1917. Acuerdos que se mantuvieron durante todo el siglo XX. Hoy no encuentro un sólo tema en el cual haya acuerdos capaces de cohesionar a los mexicanos, más allá de nuestras diferencias. Y creo que esto es producto de la inmadurez cívica y de la torpeza de los operadores de la política nacional.
¿En un ejercicio de imaginación extremo, qué responsabilidades podemos hacer recaer en los medios y qué responsabilidades en las autoridades?
Primero voy al gobierno: la responsabilidad del gobierno es proponer, abrir espacios para la interlocución y estar atento a las razones de otros. Pues casi nada de esto está ocurriendo. Las razones del poder político para tomar decisiones no suelen ser suficientemente explicadas. Yo sigo sin entender las razones completas de la Reforma Energética, que no han sido difundidas. O las razones de la política monetaria, o las de casi cualquier decisión. Y esto no ocurre porque, en lugar de argumentos articulados, el poder político, el gobierno, en todos los órdenes que incluyen al gobierno federal, al de la ciudad de México, a los de los estados, suele ofrecer eslóganes, fórmulas que suelen ser maniqueas, para reemplazar a la discusión.
¿Y desde la perspectiva de los medios?
Los medios de comunicación podrían contribuir a resolver este estancamiento si indagaran, si fueran más allá en la denuncia y sobre todo si estuvieran interesados en fomentar el intercambio de ideas. Pero esto no suele ocurrir. En los medios de comunicación, los espacios para expresar ideas son cada vez más reducidos.
Veamos: en las páginas editoriales de los periódicos hay cada vez menos espacio para la exposición de ideas y ninguno para el intercambio. Hay diarios en los cuales los articulistas tienen prohibido discutir entre ellos. Eso ocurre en Reforma y en otros. Los poquísimos lectores que tiene la prensa escrita no encuentran espacios de debate de ideas. En Internet, con ya sabemos, casi todos los espacios están salpicados de la intolerancia y el totalitarismo que sabemos que existe en las redes sociales.
Pienso en el caso de Ezra Shabot…
Sí. Es un ejemplo, bueno para la discusión, aunque lamentable por lo que revela: las decisiones profesionales del señor Shabot, en vez de ser discutidas como tales, son impugnadas a través de una persecución racial (el locutor de MVS tiene ascendencia judía, y ese se convirtió en el principal foco de ataque en las redes sociales) que es completamente inaceptable y que da mucha vergüenza constatar que sigue habiendo estos síndromes de intolerancia en México.
Hay un elemento nuevo: la puesta en marcha de una plataforma de filtraciones, que apuesta por ser una vía para que la sociedad vuelva a vincularse con los medios…
Ningún periodismo profesional puede depender exclusivamente de las filtraciones como fuente de la agenda que va construyendo. Las filtraciones pueden ser útiles para orientar circunstancialmente el periodismo de investigación, pero no me parece que deba ser la principal ni la única fuente. ¿Quiénes filtran? A veces ciudadanos que tienen en sus manos documentos importantes, pero sobre todo el interés político: políticos que quieren revelar malos manejos de sus rivales. Así ha sido la prensa mexicana.
Ha sido así…
La prensa de los años 60 era así. No quiero quitarle la importancia a la plataforma. Lo importante será que este nuevo espacio, que se conoce por las implicaciones indeseables que tuvo en el trabajo de Carmen Aristegui y su equipo con MVS, lo importante serán los criterios con que funcione.
Supongo que no se está pensando en reproducir filtraciones sin comprobar, porque estaríamos ante la reproducción indeseable de la murmuración, sin que nadie gane nada. El buen periodismo debe reconocer que, si bien se puede apoyar las filtraciones, no tiene por qué supeditar su agenda a lo que les digan otros.
Asistimos a episodios de intolerancia desde el gobierno
Percibo una especie de reforzamiento de esos hilos invisibles, pero tácitos, del autoritarismo gubernamental hacia ciertos medios, en contra de las voces que intentan disentir del coro unívoco de la mayoría de medios
Es un panorama complejo. Aunque creo que es un momento en el que hay más espacios abierto a la diversidad de ideas, no necesariamente a la deliberación, sí estamos asistiendo a algunos episodios que revelan un talante de intolerancia en el gobierno de la República y quizá –y esto lo digo con cuidado porque no hay denuncias suficientes al respecto—en la oficina de Comunicación Social de la Presidencia, tanto la actual como la inmediatamente anterior.
¿En qué se traduce?
En la ausencia de algunos comunicadores relevantes.
El caso de Carmen Aristegui…
Un caso muy conocido en el que, al igual que la señora Aristegui, no tengo evidencias de que la Presidencia de la República dispuso su exclusión de MVS, pero hay motivos, por lo menos políticos, para encadenar en nuestros análisis estos acontecimientos: primero, se hace la revelación de esto que se ha llamado la Casa Blanca (la revelación del equipo de Aristegui de una mansión multimillonaria vendida en condiciones opacas a Enrique Peña Nieto por el grupo contratista Higa) y unos meses después ocurre esta exclusión resuelta por la empresa, no sabemos a partir de qué presiones. El trabajo de periodismo de investigación de Aristegui y de otros, tendría que ser precisar estas acusaciones.
Ha habido otros casos…
Tengo que decirle que no los conozco con detalle: se ha mencionado la salida de Ciro Gómez Leyva del Canal Milenio TV, que no fue suficientemente explicada, aunque se ha mencionado que hubo molestia del gobierno por las cifras del combate a la delincuencia organizada. La exclusión del señor Pedro Ferriz de Con, cuyo periodismo no me suscita ninguna simpatía, pero cuya ausencia resulta preocupante. Y alguien comenta del caso de Nino Canún, que no se ni siquiera de qué medio salió… hay casos que podrían ser parte de decisiones empresariales, pero que por lo menos confirman una tendencia de las empresas mediáticas de enorme opacidad.
Sí…
Medios de comunicación que viven gracias a su exposición pública y suelen ser de lo menos transparentes, de lo más opacos cuando se trata de sus asuntos internos. Y esto no ocurre en todo el mundo. En los medios de Estados Unidos, cuando algún comunicador destacado sale de un medio, esta salida suele ser pactada y se anuncia hasta un año antes. En México, de un día para otro, los telespectadores de noticieros o los radioescuchas se encuentran con que ya hay otros conductores y nadie tiene la atención de darles explicaciones. Hay, por lo menos una falta de respeto a los derechos de las audiencias.
¿Ventanas contra el pesimismo?
En esta lógica hay un matiz: se repite en los estrados estatales y municipales…
Creo que en la discusión es importantísima la situación de los medios locales: la ausencia de respeto a los derechos de las audiencias, la prevalencia de criterios mercantiles por encima del interés público, las decisiones opacas, las relaciones de connivencia con el poder político, todo eso se reproduce con mayor dificultad, impunidad y alevosía en medios de los estados.
¿A qué se debe?
Hay menos supervisión de la sociedad, la sociedad crítica se encuentra con menos recursos… y a dónde volteemos: los medios en los estados del norte, Chihuahua, Tamaulipas, Nuevo León, Baja California… los medios en Veracruz, donde hay un enorme déficit en la claridad que le debe el gobierno a la sociedad en su relación con los medios… en casi cada estado hay pequeños pero significativos grupos de ciudadanos que ya están preocupados por darle seguimiento a las políticas de medios y en casi todos los casos hay gobiernos muy poco interesados en rendir cuentas.
Doctor, soy pesimista como muchos respecto del panorama mediático actual… ¿usted tiene alguna ventana de claridad qué ofrecernos?
Bueno, yo no se si la mejor contribución que pueda hacer uno sea atemperar el pesimismo…
Por favor…
Decía Antonio Gramsci que es saludable mantener el pesimismo de la inteligencia sin perder el optimismo de la voluntad… es decir: a pesar de lo lúgubre que pueda parecernos el panorama que tenemos por delante, se debe mantener la decisión de hacer que las cosas cambien.
Y en el campo de los medios…
En el campo de los medios, creo que hay motivos para reconocer que hay cambios importantes: más allá del lamentable episodio de Carmen Aristegui y sus colaboradores, el hecho mismo de que este asunto se haya discutido tanto, de que haya centenares de miles de personas que hayan expresado al menos su adhesión firmando peticiones, y el hecho de que se conozcan muchos detalles de este asunto reconocido en México y en prácticamente todas las latitudes del mundo, indica que los medios mexicanos son un asunto de cuyas vicisitudes no se pueden ocultar.
¿Un parteaguas?
No quiero hacer comparaciones maniqueas, porque el periodismo de Aristegui tiene unas características y el que hacía Don Julio Scherer tenía otras, pero sin lugar a dudas estamos ante el episodio de conflictos en los medios que más ha interesado a la sociedad mexicana, incluso por encima del interés que suscitó la salida de Scherer y su equipo de Excélsior en 1976.
Si…
No digo que esto sea más relevante, pero en aquella época no teníamos internet, ni Twitter, ni Facebook, ni otros medios dispuestos a dar cuenta de este asunto. Hoy es un tema cuenta con muchísimos espacios para ventilarse, para exponerse, y esto creo que es parte de un cambio muy importante. Asistimos a una diversidad que comienza a ser irreversible.♠
Publicado en Emeequis