Un estruendo traspasa las puertas de la casona marcada con el 17 de la calle Lucerna, en la colonia Juárez. Son gritos. Una efervescente reunión política, como tantas otras que ocurren en las noches del México de 1953, excepto por que en esta se menciona reiteradamente un nombre, que alerta a los espías encubiertos de la Dirección Federal de Seguridad: Mario Moreno.
Ahí está el detalle. En el oficio 48-5-53 de la DFS, firmado por los agentes números 71, Isaac Tapia Segura, y 166, Amado Nieto de la Vega: algunos dirigentes de grupos ultraconservadores católicos que un año antes han formado el Partido Nacionalista Mexicano –heredero del desaparecido Partido Demócrata Cristiano de los años 40– han decidido salir a las calles de la ciudad de México para marchar, para impedir un sacrilegio.
La ruta, según pueden anotar los espías del gobierno mexicano, queda definida en medio del griterío. Armados con velas e imágenes de la virgen de Nuestra Señora de Guadalupe, de Jesucristo y de Su Santidad el Papa Pío XII, van a caminar, de noche, desde Lucerna hasta el número 110 de la calle Morelos, en el Centro. Ahí tiene sus oficinas Don Mario, como llaman al actor de cine y teatro que ha convertido en leyenda mundial el nombre de Cantinflas.
Quieren que Mario Moreno se solidarice con ellos, que hable con Diego Rivera y que evite, con su influencia y su poder, que el pintor comunista consume la profanación a la imagen de la Virgen del Tepeyac.
Según han podido saber los políticos del Nacionalista Mexicano, Diego Rivera va a atreverse a parodiar en un mural la imagen del indio Juan Diego, reemplazándola con la figura del mismísimo Cantinflas. Y la tilma sagrada, donde posó su imagen la Virgen de Guadalupe, va a ser desplazada por el trapo deshilachado que usa como gabardina el famoso personaje del peladito de barriada.
Los católicos del Nacionalista Mexicano consideran un “atentado contra la religión católica” el intento de Diego Rivera, que ya puede adivinarse en los bocetos que circulan por la ciudad, del mural que habrá de ser la fachada principal del cine-teatro Insurgentes, allá en el recientemente urbanizado extremo sur de la ciudad.
No es para menos, opinan los católicos: en la parte central superior del mural se delinea ya el retrato de Cantinflas, como figura principal. El comediante, abierto de brazos como un Cristo, tiende su mano derecha para recibir dinero de capitalistas, militares, cortesanas y burgueses, que están parados sobre lingotes de oro. En el otro flanco, con su mano izquierda entrega las monedas a menesterosos, parados sobre una placa de piedra que dice “20 millones”.
Cantinflas es el puente que vincula a pobres y a ricos. Es el centro de dos mundos. Y no hay derecho.
Como ya lo ha manifestado por esos días de febrero de 1953 el Arzobispo Primado de México, monseñor Luis María Martínez, “esta nueva audacia de Diego Rivera ofende los sentimientos católicos del pueblo mexicano y constituye un agravio a la religión, pues ataca a una imagen como la Virgen de Guadalupe, que es objeto de culto nacional”. Quieren evitarlo.
Cantinflas es una de las estrellas más importantes del cine mexicano, es la figura que hace confluir en la risa a ricos y pobres, como opina el propio Diego. Ha salido de las carpas de los barrios que están en los confines de la entonces diminuta ciudad de México, allá por los fangos de Tacuba, y se ha encumbrado a fuerza de talento y arte: el renombre y reconocimiento que alcanza ya son universales. Y es también un reconocido guadalupano. Cómo de que no.
Por eso, cuando los agentes de la DFS hacen su reporte del día posterior a la manifestación, aquel 13 de febrero de 1953, anotan como dato más relevante la respuesta que Mario Moreno le da a los católicos: él también está en contra de cualquier irreverencia que se pudiera cometer contra la imagen de la Guadalupana. Es también un creyente fervoroso.
El Partido Nacionalista debía procurar porque esa imagen no fuera exhibida en cantinas, pulquerías y cabarets, por lo que agregó que él haría declaraciones a los periódicos al respecto, citan de Mario Moreno los agentes del gobierno.
A regañadientes, después de días de debate público, Diego Rivera realiza algunos cambios al boceto original, para eliminar la imagen de la Virgen de Guadalupe.
Así lo explica él mismo, según la crónica recuperada por Carlos Monsiváis en Ídolos a nado:
-Cuando Cantinflas vio el bosquejo, quedó perfectamente satisfecho. Hasta posó conmigo en el andamio, junto al lugar donde había dibujado a la Virgen, para que nos tomaran unos fotógrafos. Estaba a mi lado, mostrando con orgullo la medalla… Al tener yo el apoyo de Cantinflas, la prensa se puso de mi lado, señalando que no había nada contradictorio entre Cantinfas y la Virgen de Guadalupe. Cantinflas era un artista que simbolizaba al pueblo de México y la Virgen era la bandera de su fe-, dice un Diego profundamente contrariado.
-Si Diego Rivera agravia a la Virgen de Guadalupe, yo jamás permitiré que alguna de mis películas se exhiba en ese teatro… ¡nadie podrá quitarme nunca mi medalla de la Virgen o burlarse de mi reverencia o de mi amor hacia ella- replica Mario Moreno en los periódicos de esos días.
¿Por qué se retracta de su posición inicial? ¿Qué le hace cambiar de punto de vista, sin consultarlo con Diego Rivera? No se sabe. Al menos los documentos de la DFS, que han sobrevivido al tiempo implacable en las gavetas del Archivo General de la Nación, no lo dicen. Quizá sea el deseo de no tener problemas con los dirigentes políticos ligados al catolicismo. Quizá cautela. Quizá presión. El actor cambia de parecer.
Dos meses mas tarde, en abril de 1953, el Teatro Insurgentes es inaugurado por Cantinflas, según El Universal de esa fecha, quien encabeza la puesta de la obra Yo, Colón, en la que más de 80 actores lo acompañan en escena. Logra negociar como sueldo la fabulosa cantidad de mil pesos por noche, cerca de 100 dólares de entonces, que le convierten en el actor mejor pagado en la historia del teatro en México.
En el mural no está la Virgen. Los católicos han ganado. Aunque cualquier observador puede notar eso que Monsiváis define como el desquite final de Diego: “en las rasgaduras de la gabardina de Cantinflas, queda trazada la silueta de la Guadalupana”.
La fachada principal del Cine-Teatro Insurgentes luce el majestuoso mural de Rivera, elaborado con los mosaicos italianos más finos que se pudieron conseguir, y resalta la figura del mimo como cúspide: Cantinflas es el centro de la noche y sus espectáculos; Cantinflas es un puente entre dos mundos separados entre sí; Cantinflas es el genio dador de esperanza hecha sonrisas. Ahí reina. Entre ricos y pobres. Poderoso.
Pero ese poder, esa influencia casi absolutos del genio actor, van a colocarlo también en la mira de un grupo de hombres sigilosos, siempre en las sombras, quienes van a registrar sus actividades políticas, la forma en que usa y hasta abusa de su poder, sus movimientos, sus opiniones.
Hechos que hoy, cuando Cantinflas ya es leyenda, van a arrojar luces sobre ese rostro casi desconocido que se ocultó detrás: Fortino Mario Alfonso Moreno Reyes.
Mario Moreno, priista
Tampoco hay que pensarlo demasiado: en la época que le toca vivir, Mario Moreno -como el resto de los mexicanos- está sometido, por convencimiento, por complicidad o por fuerza, al omnipotente brazo de la maquinaria política priista.
Como anota Sergio Aguayo en el libro La charola, “los opositores eran escasos y aislados y el control del PRI absoluto. Tal vez por ello el régimen se ensañó con los pocos que se atrevían a disentir. La DFS los espió, controló o neutralizó con el respaldo de otras instituciones del aparato de seguridad”.
¿Es este el caso de Mario Moreno? No hay pistas precisas al respecto. El hallazgo de documentos de inteligencia que lo señalan, redunda en sucesos aislados, la mayoría de estos, que dan cuenta de aspectos diversos en la vida personal del actor de cine.
Se tiene registro de que lo siguen, de que el hombre detrás del dicharachero de los barrios bajos, del lenguarás de pantalón a media nalga, mostacho incipiente, boina y trapo-gabardina le interesa especialmente a los responsables de la policía política del México de los años 50 a los años 80, pero no se sabe por qué.
Así ocurre, por ejemplo, con el informe sobre la noche del 29 de marzo de 1957, cuando acude, junto con el ex presidente Emilio Portes Gil y el ex secretario de Defensa Nacional, General César López de Lara, a la fiesta de cumpleaños de Alejandro Carrillo, un destacado henriquista.
Es en el exclusivo restaurante El Cisne, en el número 596 de la avenida Chapultepec -que hoy es un edificio de departamentos- frente a las rejas del bosque, en la colonia San Miguel.
Al lugar acuden acaudalados industriales, banqueros, ganaderos, políticos y representantes del Departamento del Distrito Federal. Mario Moreno también. Y es uno de los nombres principales que anotan los agentes de la DFS al momento de elaborar el reporte denominado “Actividades sobre Henriquismo”.
Este agape fue con motivo del onomástico del señor Alejandro Carrillo, pero a la vez se dejan ver fines políticos, escribe Mayoral, el agente de la DFS. Pero no dice más.
Los henriquistas son el primer grupo político disidente del régimen revolucionario, numeroso, crítico, que se ve desplazado por el modernismo alemanista y busca, bajo la figura del militar Miguel Henríquez Guzmán, retornar a los tiempos del cacicazgo y el caudillismo de los años 30.
¿Es Mario Moreno uno de ellos? No se precisa. Por las crónicas de entonces, pueden entreverse sólo algunos detalles: el cómico llega a la comida acompañado por el ex diputado Roberto Herrera y por el empresario Alejo Peralta. Se sienta en la mesa principal, junto con el ex presidente Portes Gil, y es ovacionado por los más de 300 asistentes. No más.
Pero no es el único documento en torno de la actividad política de Mario Moreno. Casi 10 años más tarde, justo antes de que comience a efervescer el conflicto estudiantil de 1968, el actor ha de protagonizar uno de los más controvertidos anuncios publicitarios de su carrera: el que frontalmente, sin ambages, lo liga con el sistema político priista de su época.
Mario Moreno, asesor del sistema
El informe, fechado el 10 de julio de 1968, está firmado por el agente número 73, José Luis Camacho, quien detalla un asunto de índole política que ocurre en la ciudad de León, capital de Guanajuato.
Se está exhibiendo en todos los cines de esta CD., un documental del PRI, de aprox. Diez minutos de duración, a colores, denominado “Jornada Cívica”, y el locutor es IGNACIO SANTIBAÑEZ, en dicho documental aparecen escenas de la revolución, y los logros obtenidos por esta, así como los servicios que proporciona el Gobierno Federal, clínicas, escuelas y refinerías etc., asímismo aparecen concentraciones masivas del PRI, en las que abundan el escudo del citado partido.
Posteriormente, dice el agente Camacho, aparece un día de elecciones, en donde se ve a la ciudadanía ejercer el voto y a una persona en particular que cruza el círculo del PRI.
Hoy sería tildada de propaganda política travestida de adoctrinamiento cívico. Entonces era sólo un anuncio en medio de la película. Recordemos que es el tiempo del PRI como partido único, total e indivisible. Es el tiempo de la dictadura perfecta que, como se ha dicho tantas veces, controla todos los ámbitos de la vida de la gente.
¿Qué papel juega en esto el máximo comediante del país? Los espías tienen una respuesta:
Apenas terminar el corto, aparece en blanco y negro la figura de un hombre más que reconocible para la gente. Tiene la boca pequeña y su labio superior es apenas una línea, sobre el cual se atisba un bigotillo ralo, curvo, que nace en la comisura de la boca y llega hasta las fosas nasales. Los ojos pequeños, las cejas arqueadas, el hombre está al teléfono y dice:
– ¿Qué si estoy empadronado… que… cómo… que… claro que estoy empadronado, porque… como quien dice… si me acaba de interrumpir la siesta, cómo no voy a empadronarme…- sujeta el teléfono con la mano.
Lo que ocurre después en el video, difundido en las ciudades de Irapuato, Celaya y León en la época electoral de renovación de diputados y alcaldes, es relatado así por el espía de la DFS:
Contesta que ya está empadronado, que le gusta el individuo que postula el PRI, y los manifiestan que voten por el PRI.
En el documento, dirigido al Director Federal de Seguridad, se anota la siguiente frase: el documental a colores pasa sin novedad, no así el corto de Cantinflas, que trae rizas (SIC) y aplausos.
¿Convicción política? ¿Pago de favores? ¿Uso y costumbre de una democracia sui géneris?
Un documento oficial de la Presidencia de Gustavo Díaz Ordaz, un nombramiento fechado en 1965, cuyo hallazgo corresponde al periodista Juan Veledíaz, tiene la mejor respuesta posible:
Gustavo Díaz Ordaz, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, en uso de la facultad que le confiere la Fracción II del Artículo 89 de la Constitución Política del país, y en atención a su calidad de mexicano distinguido, ha tenido a bien designarlo Consejero de la Presidencia de la República.
Sus emolumentos consistirán en un centenario de oro anual, que será cubierto del peculio personal del C. Presidente de la República.
Mario Moreno convive con la política nacional activamente, como uno más.
Del mismo modo que una petición suya se puede convertir en el único pasaporte necesario de entrada al país de una hermosa corista colombiana, Alfredina Castaño de Trujillo, para trabajar en el teatro Follies Berger, como asienta un oficio del 3 de abril de 1965, también es capaz de convocar a su casa a embajadores y aún presidentes de Estados Unidos que visitan México sólo para verlo.
Mario Moreno es cabeza en cuanta delegación mexicanas saluda a pontifices, a reyes, a presidentes por todo el mundo. Y es, a lo largo de casi 40 años de reportes de inteligencia, una figura de peso indiscutible:
En 1981, cuando por primera vez la Presidencia de la República encarga la realización de una encuesta para conocer las preferencias de la gente, de cara a la sucesión sexenal que va a ocurrir el siguiente año, el único ciudadano común que figura es Mario Moreno. Y en el tercer puesto.
Pero su popularidad, según esos mismos resultados, puede fácilmente arrebatarle la candidatura a los dos punteros: Pedro Ojeda Paullada, quien siempre aparece en el primer sitio, y Miguel de la Madrid Hurtado, que a la postre ha de ser presidente de México.
Esa influencia, ese poder político y social, entonces, ha de ser utilizado por Mario Moreno para beneficio de otros, por supuesto, pero sobre todo para su beneficio particular, como documentan los espías del propio gobierno.
Mario Moreno, latifundista
El tropel, de más de mil hombres, mujeres y hasta niños vestidos casi todos con pantalones de manta, sombrero, faldas de colores y blusas con listones como arcoiris, bloquea los accesos a la escuela superior de la UNAM que ocupa un terreno en medio de lodazales y chinampas en las afueras de la ciudad de México, en una zona conocida como la Hacienda de Aragón. En lo que alguna vez fue el margen oriental del lago de Texcoco.
Encabezados por el militar retirado Roberto Reyes Reyes y por el contador Juan Isidro Zúñiga, dirigentes de la Central de Organizaciones Autónomas “La solución somos todos”, los campesinos, originarios de Nezahualcóyotl, Texcoco y La Paz, amenazan con invadir un terreno seco, de más de cinco hectáreas, que está justo detrás de la sede universitaria que ha sido inaugurada apenas cuatro años antes. Es 1980.
“Dichos dirigentes se acreditan como propietarios genuinos de los citados terrenos, aduciendo que desde épocas ancestrales les pertenecen y que por tal motivo procederán a posesionarse de los mismos”, anota el agente de la DFS, Julián Bulnes Solórzano, adscrito al Departamento de Investigación e Información Foránea.
Ese documento, fechado por los agentes de la DFS a las 15:06 horas del 4 de julio de 1980, con el folio 49, ha de ser el primero de varios reportes que, a lo largo de más de dos años, vinculan a Mario Moreno con un asunto nada cómico: el latifundio.
Así lo anota el agente Bulnes Solórzano:
Cabe señalar, que esas hectáreas las reclaman como propias varias personas, entre las cuales destacan Mario Moreno Reyes (a) “Cantinflas” y el Fraccionamientos Residenciales e Industriales S.A (FRISA).
Es el principio de un conflicto que no llega jamás a los diarios de entonces, pero que se registra puntual en los despachos de inteligencia del gobierno mexicano, que involucra a un organismo extralegal, el Grupo Contra la Posesión Ilegal de la Tierra, denominado GRUCOPIT, para dirimir diferencias entre los terratenientes.
Si tiene una solución apegada a las leyes, ésta no aparece en los registros que descansan en el Archivo General de la Nación.
Lo que sí es posible ubicar son los pormenores de otro conflicto, aún de mayor envergadura, en otra región del estado de México: una zona de tierras ejidales y de sembradío llamada Ixtlahuaca.
En el reporte 129 del 07 de octubre de 1980, que da cuenta de una reunión de cabildo en el edificio de la Presidencia Municipal de Ixtlahuaca, un lugar entonces lleno de tierras de cultivo y temporal.
Mario Moreno, acusado por la Central Campesina Independiente de “poseer uno de los latifundios más grandes del Estado de México, ante la complacencia e indiferencia de las autoridades municipales de la localidad”, es defendido de las acusaciones por el alcalde, Arturo Sánchez García, y por el diputado local Roberto Poblete.
“Las susodichas acusaciones son falsas, ya que efectivamente el señor Moreno Reyes cuenta con una hacienda conocida como La Purísima, en las inmediaciones del municipio, aclarando al respecto que dicha hacienda está a nombre de varias personas (todas ellas parientes del referido) y que por tal motivo en ningún momento se rebasan los límites de la pequeña propiedad”, dicen las autoridades citadas por los agentes de la DFS.
Se trata de la disputa por la posesión de terrenos para la siembra de maizales y alfalfares, que con el paso del tiempo han de ser convertidos en un campo de golf y terrenos de uso recreativo y turístico, en las inmediaciones de Toluca.
Tienen un gran valor sentimental para el comediante. Adquiridos a finales de los años 50, ahí es donde crea un criadero de toros de lidia, “Ganadería Moreno Reyes Hermanos”, que cumple una de sus más caras pasiones: el toreo. Ahí también, en 1969, su hijo Mario Moreno Ivanova contrae matrimonio con María Asunción Goiricelaya y el actor, para regocijo de los más de 300 invitados, lidia una vaquilla, según relata el propio Moreno Ivanova al periodista Fernando Figueroa.
Por ello, quizá, el conflicto escala en los años 80. El agente de la DFS, quien redacta los diversos documentos con el asunto, hace un análisis singular como elemento último:
Cabe señalar que lo que pretende (principalmente el multicitado diputado local) es ampararse, ya que a quien atacaron en forma directa durante el Congreso fue a él mismo, en el sentido de que es un palero de los más connotados latifundistas que moran y saquean la región.
El 20 de abril de 1981, luego de diversos intentos por recuperar las tierras que consideraban ilegalmente entregadas a Mario Moreno, la Central Campesina Independiente realiza manifestaciones y plantones en la ciudad de Toluca, para exigir la destitución de funcionarios federales, estatales y municipales coludidos con los terratenientes.
Según el relato de los agentes de la DFS, los campesinos acusan al delegado de la Secretaría de la Reforma Agraria, Enrique Guerra, “de continuar avalando y solapando a connotados latifundistas en el estado, como son los casos de Mario Moreno Reyes (a) “Cantinflas” y Alejo Peralta García”.
Mario Moreno es propietario de uno de los terrenos privados más grandes y mejor ubicados de la entidad, mientras que Peralta posee la Hacienda de Pastejé.
Los presentes destacaron que Guerra Galván acostumbra vender este tipo de favores, para el efecto de obtener prebendas económicas y políticas, dada la influencia que gozan los referidos latifundistas con miembros del aparato gubernamental, federal como estatal, anota el agente Bulnes Solórzano.
Pero no van a ganar. Mario Moreno, el último héroe de la mitología mexicana, como lo define Monsiváis, tiene un gran poder económico, pero sobre todo político -como ya se ha visto- y no puede ser tocado siquiera por quienes se oponen a él.
Al fin hombre de su tiempo, producto de su época y su circunstancia, como define a los seres humanos el filósofo José Ortega y Gasset, Mario Moreno no ha de ser una excepción: sus propios colegas artistas, ese gremio que él ayuda a cohesionar, van a comprobarlo en el momento más crítico de su época.
Mario Moreno, cacique sindical
Es 1978. La Asociación Nacional de Actores, la ANDA, se resquebraja tras casi una década de implacable liderazgo del actor Jaime Fernández, medio hermano de Emilio El Indio Fernández.
Tras una serie de escandalosas asambleas, que buscan la destitución de Fernández, un grupo disidente compuesto por más de mil integrantes, encabezados por el actor Enrique Lizalde, deja la organización para crear el Sindicato de Actores Independientes, el SAI.
La disputa, que durante más de seis meses mantienen los grupos contrarios, es el detonante de un seguimiento minucioso del caso por parte de la DFS y del gobierno federal.
Como mecanismo de control, desde el gobierno se impulsa una salida negociada, a través de una comisión conciliadora que resuelva el conflicto sin llegar a la escisión con la presencia de figuras artísticas de gran peso político: una de ellas es Mario Moreno.
Pero el asunto no es terso. Hay enojo. Los actores conocen al comediante y saben de sus cualidades, pero también de sus defectos. El propio Enrique Lizalde, entonces un actor respetado pero sin la dimensión de leyenda que ostenta Mario Moreno, se confronta públicamente al comediante.
En una sesión a puerta cerrada, en el teatro Fru-Fru, el 03 de abril de 1978, la disidencia rechaza la jugada gubernamental, que busca disuadir a los inconformes, con el truco de una elección sindical adelantada, en la que las cartas ya están marcadas. El agente de la DFS lo anota así:
Lizalde Chávez agregó que no se podía explicar cómo vuelven a engañar a la gente, al usar una vez más la treta sentimentalista de utilizar a Mario Moreno “Cantinflas”, para que busque la reunificación, pues no se recuerda que esta persona se haya parado en una reunión y ahora quiere mover una serie de piezas que no corresponden al gremio artístico, para tapar el sol con un dedo.
Mario Moreno responde con una diatriba directa, para descalificar a Lizalde “quien sólo busca satisfacer sus ambiciones personales”. Al mismo tiempo, utiliza todo su poder, incluido el derecho de picaporte con el Presidente de la República, para resolver las cosas a su modo.
Con la venia del gobierno, Moreno se hace cargo de los trabajos para renovar los estatutos de la ANDA, al mismo tiempo que impone, junto con un grupo cercano, una nueva dirigencia que encabeza el actor David Reynoso.
¿Qué resulta de ello? Un documento elaborado por la Dirección de Investigaciones Sociales y Políticas de la secretaría de Gobernación, fechado el 11 de abril de 1984, es claro y conviene leerlo casi íntegro:
Se puso saber que a pesar de que el Sr. Mario Moreno Reyes “Cantinflas”, fue quien llevó a David Reynoso Flores a ocupar la Secretaría General del Comité Ejecutivo Nacional de la Asociación Nacional de Actores, debido a que éste último no ha querido darse cuenta de que la mayor parte de los miembros del Comité están llevando a cabo actividades en contra de la organización y en su beneficio personal, está utilizando a su sobrino, el reportero de Ovaciones Eduardo Moreno Laparade, para presionar al CEN”.
Según el documento, elaborado por el Investigador 01993, del Grupo IV, foliado con el número 84-102138, Eduardo Moreno Laparade, instado por su tío, utiliza documentos confidenciales proporcionados por empleados de la ANDA, para efectuar una “campaña de desprestigio enfocada principalmente a las secretarias de Trabajo y Previsión Social, Guadalupe Silva y Otilia Larrañaga”.
El documento reseña una asamblea plenaria, en la cual Moreno Laparade es “invitado a abandonar el teatro Jorge Negrete, en forma por demás vergonzosa”, pues la dirigencia de la ANDA detecta que el sobrino de Cantinflas se ha dedidado a escribir en su columna de Ovaciones en contra de la asociación.
El agente del gobierno aún anota, al final del documento, una acotación:
Cabe hacer notar que Moreno Laparade entró a trabajar en el diario Ovaciones por recomendación del Sr. Moreno Reyes, quien es socio en algunos negocios de los propietarios del mismo, y de que el diario en sí no le paga a este reportero, puesto que recibe una ayuda por parte de su tío de 300 mil pesos mensuales.
¿Por qué Mario Moreno se interesa en controlar la ANDA? ¿Qué significa para él? No se sabe. Tampoco es posible determinar si la confrontación con Enrique Lizalde es lo que provoca que el actor dramático vea terminar su carrera cinematográfica, que sólo vuelve a recuperar muchas décadas después. Cuando Mario Moreno ya ha muerto.
Cantinflas, el genio
Las crónicas de ese día coinciden en un dato: las filas de gente del pueblo que por más de catorce horas continuas desfilan ante el ataúd de Mario Moreno, tienen pocas referencias equiparables: el Palacio de Bellas Artes, el recinto cultural de México, recibe más de un cuarto de millón de personas que llegan hasta ahí para despedir al hombre que ha muerto en una clínica privada en Houston, Texas, a causa de un cáncer.
Ese 20 de abril de 1993, los diarios reproducen las imágenes del único barrendero, bolero, maestro, limpiavidrios, portero, bombero, maestro, cartero, torero, que es capaz de heredar a su único hijo una fortuna estimada en cien millones de dólares.
Y lo honran a él, al personaje creado por el hombre que nació en cuna humilde y se encumbró hasta conseguir que el poder político decretara tres días de luto nacional por su muerte.
Dos rostros de un solo hombre. Fortino Mario Alfonso Moreno Reyes, ser de su tiempo y de su circunstancia, y es también su creación máxima: Cantinflas, el rey absoluto del espectáculo cómico en México en el siglo XX.
Para esos días ya ha desaparecido la DFS. Y aún van a transcurrir muchos años, muchos, antes de saber el contenido de documentos que arrojan luces sobre un rostro poco conocido del hombre que en 1952, justo un año antes de que se escribiera el primer informe secreto suyo, creara esta escena de la película Si yo fuera diputado:
-¡Pueblo que me escucha! Aquí me tienen delante ustedes… y ustedes delante de mí… y esa es una verdad que nadie podrá desmentir… y ahora me pregunto: ¿Y por qué estoy aquí? Y en enseguida tengo mi respuestación, porque yo soy muy rápido en todo: estoy aquí porque no estoy en ninguna otra parte y porque ustedes me llamaron… y si el pueblo me llama, el pueblo sabrá porque lo hizo- dice.
Cantinflas, de pie ante un auditorio expectante, compite con Don Próculo Ladrón de Guevara, rancio representante del partido único, por ganar la elección de diputado por su distrito. Alza los brazos y se deja acariciar por la ovación. En el escenario están las pancartas, las siglas. Cantinflas, el pelado, se emociona y continua:
–Yo, contrariamente a lo que dijo cierto sujeto, que no quiero pronunciar su nombre, pero que lo estoy viendo (mira a Don Próculo, quien se retuerce en su silla) no represento a ningún partido… y no represento a ningún partido porque me represento a mi solito, porque, como dice el dicho: más vale solo que mal acompañado– la gente estalla en ovaciones, en ¡vivas!, en ¡bravos! Cantinflas dice:
–Agradezco estos aplausos tan desnutridos a la par que merecidos, que me incitan a seguir discursiando… y ustedes se preguntarán: ¿y este joven de tan tierna edá, de aspeito tan distinguido, de facciones regulares y agradables… será capaz de conducir una nave a buen puerto? ¿Será capaz de sortiar todos los peligros hasta encontrar el faro de felicidá ‘onde nos deje positivamente seguros? Y este joven, este mismo, que entre paréntesis es el que les habla, les contestará: ¡a pesar de ser tan pollo, tengo más plumas que un gallo…! Y sobre todo, tengo ganas de hacer justicia y darle al pueblo lo que el pueblo necesita– dice, para rematar con una frase clara, eufórica, como de quien está diciendo la mayor de las verdades:
-Les vo’a dar pan… pero mucho pan… no bolillo, como siempre les han dado.♣
Publicado en Emeequis