robo3Un día, probablemente en 2023, podremos ir a El Palacio de Hierro, Liverpool o Sears a comprar un robot como Cosero. La amable vendedora deslizará nuestra tarjeta de crédito —o lo que exista entonces para pagar— y nos será entregada una caja grande con un androide doméstico que podrá limpiar mesas, servir platos, cuidar plantas, asear dormitorios, vigilar al bebé y darle su medicina al abuelo. Todo ello sin tropezar con los muebles.

Mientras observo el titubeante brazo mecánico de Cosero, hermano de Dynamaid y Robotinho, pienso que ese futuro nos ha alcanzando. El robot fabricado en Alemania llena lentamente el segundo vaso de cerveza de la tarde. No derrama ni una gota, no chorrea espuma, no se atrofia de repente, no tira el vaso repleto de Heineken. Quienes miramos la escena estamos agitados de emoción.

—Bzzzz, bzzzz, bzzzz —parece respondernos desde su micrófono unidireccional conectado a un cráneo de bocinas como orejas. Pareciera que el ente antropomórfico entendiera la genuina sorpresa, el asombro pleno en los rostros de los más de 400 seres humanos que le rodeamos mirando sus dos rendijas ovoides, brillantes, de un azul cerúleo intenso, que destellan por los sensores de sus lentes FireWire 800, que cuentan con escáner de alta definición.

Si en el futuro, digamos en siete años a partir de este domingo, alguien nos viera aplaudir a rabiar frente a un monigote que sirve lentamente cervezas, seguramente se reiría de nosotros. El Cosero de entonces será mucho más diestro, más veloz, tendrá rasgos más humanos, será más bonito.

Estamos en la exhibición final del mundial Robocup Home, celebrado hace tres meses en el World Trade Center de la Ciudad de México, y Cosero se luce como todo un sirviente hacendoso y eficiente, aunque es un poco lento. Estamos frente al mejor cantinero de la tarde. Cosero es, simplemente, el autómata doméstico más adelantado de su tiempo. Estamos viendo la silueta de un futuro que abrió la puerta por sí mismo y ha entrado a nuestra sala.

—Bzzzz, bzzzz, bzzzz —insiste el robot sensación, como si supiera lo que decimos y dedujera lo que pensamos, mientras gira su base equipada con un computador portátil Lenovo X220 Special, como cerebro, que le permite pensar y actuar tres veces más rápido que sus competidores.

Porque de cuanta maravilla a la que Cosero nos da pie esa tarde, las más significativas son dos: que por vez primera uno acepta como certeza que Él puede pensar por sí mismo, y que, casi sin darnos cuenta, todos quienes hablamos a su alrededor le asignamos ya ese pronombre: Él. Privilegio de humanoide. O quizá lo estamos ascendiendo de objeto a sujeto.

Y Cosero, el robot orgullo del Instituto de Ciencias de la Computación de la Universidad de Bonn, el que da una vuelta sobre su eje de ocho ruedas omnidireccionales para recibir los aplausos y se desplaza a 0.5 metros por segundo, el que se mueve mediante cinemática inversa y que dentro de unos minutos va a ganar una competencia mundial de robots aplicados a tareas domésticas, nos va a sorprender con sus aptitudes de cantinero de cepa, con su capacidad de raciocinio tecnológicamente diseñada, con su discernimiento preciso: una inteligencia artificial desarrollada por estudiantes universitarios e investigadores, que en el año 2019, si alguien llega a recordar esta tarde, lo colocará en el mismo podio en el que están el primer avión que cruzó el Atlántico, el primer globo aerostático, el primer barco que navegó el océano, la primera rueda. Estamos viviendo el tiempo preciso en el que, al fin, el ser humano ha desarrollado el prototipo de vida artificial que revolucionará la actividad doméstica.

La Matrix

Manus McElhone, uno de los padres de Cosero, cuenta que su vástago nació en el otoño de 2010, como segundo hijo artificial de un equipo de once hombres y mujeres de nueve nacionalidades, quienes desde 2007 trabajan en la Universidad de Bonn en el perfeccionamiento tecnológico de los entes animados que realizarán labores de servicio antes de que termine esta década.

—Él puede cargar hasta 20 kilogramos de peso, lo que puede pesar un niño de 5 ó 7 años, probablemente —dice Manus, estudiante del doctorado en Ciencias de la Informática, adscrito al proyecto Sistemas de Inteligencia Autónoma de la universidad alemana.

robo2No tiene piernas aún, su columna es un tubo largo que descansa sobre una base soportada por ocho ruedas, movidas por Dynamixeles RX-64 y EX-106 diseñados especialmente por sus creadores para que Cosero alcance una velocidad de medio metro por segundo, y pueda planificar sus rutas y esquivar obstáculos.

Tiene dos hermanos mayores. Su hermana Dynamaid ha participado en eventos mundiales de robótica durante el último lustro. Parecida físicamente a él, hacía casi las mismas actividades que Cosero, pero más lentas y con menos destreza. Su hermano mayor, Robotinho, trabaja de guía de turistas en el Deutsches Museum de Bonn, donde científicos y tecnólogos estudian su comportamiento en el área de comunicación multimodal intuitiva humano-robot, mientras lo someten a pruebas bajo un esquema de interacción real con múltiples personas desconocidas.

La familia de Cosero tiene una serie de particularidades: unidades omnidireccionales de desplazamiento, dos brazos antropomórficos para la manipulación de objetos y una cabeza humanoide, más bien una máscara humanoide, además de un peso muy ligero, un diseño más barato que lo habitual en ese tipo de tecnología experimental y una interfaz de fácil manejo.

Por ello, cuando uno ve actuar a Cosero, aplaude a rabiar por el adelanto inmenso que significa: su brazo, semejante en proporciones al brazo de un hombre adulto, fornido, logra elevarse por sí mismo a un metro del hombro, como lo haría cualquiera humano en terapia de rehabilitación. También puede enfocar, con un destello azul, su objetivo y acercarse, lento pero seguro, hasta la mesa donde está el tarro que ha de llenar con la cerveza.

Dynamaid, Robotinho y Cosero están próximos a recibir un nuevo hermano, aún sin nombre, que se prevé sea mejor capacitado, con una mayor libertad de movimientos y, sobre todo, más humanizado, por el trabajo de especialización que el equipo de la Universidad de Bonn, encabezado por el científico Sven Behnke, ha desarrollado con la ayuda de psicólogos informáticos, especialistas en ciencia cognitiva, diseñadores, físicos, ingenieros en informática, matemáticos y especialistas en robótica y cibernética, entre muchos otros especialistas.

Ellos han trabajado con un financiamiento superior a los 100 millones de dólares, donado en su mayoría por la Fundación Alemana de Investigación (DFG por su denominación en alemán Deutsche Forschungsgemeinschaft), la Universidad Albert Ludwigs de Freiburgo (en la frontera con Suiza), el gigante europeo del plástico Igus-GMBH y la coreana Robotis, que provee de insumos técnicos, para la movilidad y adaptación de los humanoides.

Androides en el mundo

Pero la Universidad de Bonn no es la única metida en el tema. Actualmente, más de 30 institutos tecnológicos del mundo trabajan en paralelo para perfeccionar el funcionamiento de robots que manipulan objetos. Ello implica mejorar la comunicación humanos–humanoides y desarrollar un alto grado de interacción social.

En Europa ya se utilizan los modelos experimentales. También en Corea y Japón. Robots que acompañan ancianos y niños interactúan a niveles aún limitados, y hasta pueden sostener ciertos tipos de intercambios verbales con ellos.

Cosero, por ejemplo, está dotado de sensores en la cabeza, el torso, los hombros, el pecho y los ojos, que le permiten percibir su entorno, procesarlo y discernir qué hacer. Un escáner láser SICK S300 mide la distancia de los objetos en una altura aproximada de 24 centímetros a la redonda, con un campo de visión de 270 grados, muy superior al ojo humano, cuya perspectiva de conjunto con ambos ojos es de 180 grados.

En un informe elaborado en 2011, el doctor Sven Behnke explica que para desarrollar la interacción robot-humano ha sido de especial relevancia el dotar al robot de conciencia sobre el paradero de las personas en su entorno. Para ello, anota, «combinamos la información complementaria de telémetros láser y la visión para detectar de forma continua a las personas. Esas mediciones se pueden utilizar para detectar candidatos a persona, para localizarlos y seguirles la pista a velocidades altas. En imágenes de la cámara podemos comprobar que la pista pertenece a una persona verdadera, mediante la detección de rasgos humanos más distintivos, como la cara y la parte superior del cuerpo».

También reconoce gestos, puede interpretar una orden verbal e incluso emitirla, gracias a la tecnología vocal diseñada por Loquendo, el gigante mundial del rubro.

—Combinamos la experiencia de otras universidades y la industria, para aplicarlo en el diseño de nuestros robots, para aproximarnos a los seres humanos, en cada detalle  —dice Manus.

Así es como Cosero puede recibir una orden, distinguir entre una mano extendida y una planta situada justo a un lado, desplazarse hasta la mesa cercana, detectar un tarro vacío, una cerveza, verter el contenido, dejar el envase de vuelta en su sitio, girar, regresar hasta el sujeto que le dio la orden y entregarle, con toda precisión, el vaso de cerveza en su mano, que le significa un aguacero de aplausos en la final del Robocup Home 2012.

Ese día, el robot sensación hizo gala de una destreza bimanual que no se conocía antes. Agarra y mueve una silla. También se acerca a una regadera de jardín y riega las plantas, mientras su hermana Dynamaid elige una lata de refresco que está junto a un desodorante de similares características.

En una serie de demostraciones que afianzan el sello de familia, ambos robots desplazan al segundo y tercer sitio a los representantes japoneses, australianos y coreanos, con lo que el jurado denomina «originalidad, contribución científica, pertinencia de los avances logrados, desempeño y presentación», a los que se suman la originalidad de los movimientos y la dificultad para conseguirlos. Y no sólo eso, en la prueba de verbalización-cognición, Cosero puede reconocer un discurso, en una prueba denominada «de restaurante», para moverse por el lugar, buscar el plato solicitado y entregarlo en la mesa del comensal, sin derramar ni un chícharo. Después se le ordena limpiar un apartamento. Reconoce objetos tirados en el suelo, los toma con sus dedos de tenaza y los deposita en el contenedor de basura.

Él y toda su familia han sido diseñados como puntas de lanza de un proyecto académico y tecnológico que tiene como objetivo perfeccionar robots de servicio doméstico, con un equilibrio de diseño que logre movilidad en interiores, manipulación de objetos e interacción intuitiva con humanos.

—En el año 2050, cuando los mejores androides del Robocup jueguen contra el campeón del futbol humano, muchos Cosero van a servirnos las cervezas —dice sonriente Manus, el desparpajado estudiante del doctorado en Ciencias de la Informática de la universidad alemana en la que nació el robot.

Humanoides en casa

Pero, ¿y cuándo podremos comprar en México un robot que realice labores domésticas? El ingeniero mexicano Víctor Ramón Barradas, integrante del equipo de trabajo del Laboratorio de Bio-Robótica de la Facultad de Ingeniería de la UNAM, asegura que ese sueño podría materializarse hacia finales de esta década. Los primeros robots humanoides caseros estarán en el mercado en 2019, calcula, y serán dispuestos como ayudantes en las tareas domésticas más sencillas: limpiar mesas, servir platos, cuidar plantas, asear recámaras, vigilar bebés y asistir ancianos.robo4

Los expertos ya están trabajando en ello, dice el especialista en Mecatrónica. El propio equipo de Bio-Robótica de la UNAM realiza un proyecto denominado Pumas@Home, que hizo su presentación en la RoboCup 2012 con una linda androide de 1.80 metros de alto, brazos largos y finos, llamada Justina, habilitada para recordar órdenes verbales, limpiar habitaciones, reconocer personas y objetos, servir mesas. Ella es una mesera diligente.

Sin llegar al grado de excelencia que alcanzó Cosero, quien se hizo del primer lugar de la competencia y dejó atrás al japonés Digoro y al berlinés Tobi, la mexicana Justina tuvo un buen papel y mostró que el avance tecnológico y científico mexicano en esa rama no está muy detrás del europeo y el asiático. El acceso a recursos financieros convenientes para desarrollar androides es un pendiente nacional, sobre todo en lo que toca a la universidad pública, la más avanzada en cuanto a investigación en el ramo. Aunque hay que decir que en ingenio, inventiva, capacidad y destreza para introducir innovaciones, están al parejo de sus similares del resto del mundo.

Un grupo de estudiantes e investigadores mexicanos, encabezados por catedráticos de la UNAM, desarrollaron también el GOLEM-II+, un humanoide de metro y medio hecho de metal y alambres, chips y tornillos, que está dotado de visión tridimensional, identificador de voz y movimientos sutiles de extremidades e incluso dedos. Habla y escucha. Y aunque todavía no tiene una capacidad desarrollada para decir albures, es posible que eso ocurra «ya mero».

Algunas empresas privadas trasnacionales, como iRobot, Aldebaran Robotics y RoboBuilders, que actualmente contribuyen con las universidades en la dotación de plataformas para el desarrollo de la robótica experimental, han lanzado al mercado distintos tipos de máquinas robóticas, incluido el simpático humanoide NAO, del tamaño de un bebé de diez meses, cuyo precio en el mercado supera los 250,000 pesos por robot, y que en sus diferentes versiones ha sido la sensación de los certámenes RoboCup desde hace tres años.

Máquinas aspiradoras, lavapisos, limpiadoras de piscinas, que sin llegar a la fascinación que causan los humanoides como NAO, Justina o Cosero, ya representan una evolución sin precedente en el camino hacia la meta cada vez más cercana de lograr la convivencia plena entre humanos y robots.

Si bien las máquinas automáticas forman parte de la vida del hombre, el turno de los androides apenas está por comenzar. Faltan muchos detalles, dicen los científicos que asisten al RoboCup 2012, como resolver problemas de energía suficiente para el movimiento prolongado, como la autonomía de brazos y piernas, con el aligeramiento del peso, el diseño completamente antropomorfo con músculos y piel sintéticos, con brazos, piernas y dedos plenamente en movimiento, sensibilidad táctil, un sistema de percepción más compleja. Pero nos estamos acercando, cada vez más, a la forma humana.

Por ello, cuando le pregunto sobre los peligros que puede implicar una inminente convivencia con los robots, dados nuestros muchos defectos como sociedad, Daniel Robledo, un estudiante de Mecatrónica del Tecnológico de Monterrey que presenta sus avances en la competencia, me remite a Isaac Asimov, a sus Leyes de la Robótica esbozadas en el legendario relato Círculo Vicioso:

Primera Ley: ningún Robot causará daño a un ser humano o permitirá, con su inacción, que un ser humano sufra daño.

Segunda Ley: todo Robot obedecerá las órdenes que le den los seres humanos, a menos que esas órdenes entren en conflicto con la Primera Ley.

Tercera Ley: todo Robot debe proteger su propia existencia, siempre que ello no entre en conflicto con la Primera o Segunda leyes.

—Si los humanos somos imperfectos, es seguro que los robots que hacemos también sean imperfectos ¿no? —me dice Robledo.

—¿Y corruptos, vengativos, transas, homicidas, también? —le pregunto.
—Quizá sí. O a la mejor no, ¿no? Porque cuando haces un proyecto de este tamaño, pues le pones lo mejor de ti mismo, no lo peor.

Entonces observo la forma en que Cosero, la estrella robótica del año, vierte sin derramar hasta la última gota del líquido rubio, espumoso, brillante como el oro, en el tarro de vidrio, cómo lo entrega lentamente al joven alemán que ha contribuido a su diseño, y pienso, fascinado, en los hombres y mujeres que podrían saber de este momento y, allá por el año 2019, se reirán de la lentitud de Cosero.

Los robots de entonces, los del futuro, serán más rápidos, más ágiles. Más humanos. Y sus padres, pienso, estarán orgullosos de recordar sus primeros pasos en la robótica doméstica, que sin duda son grandes saltos en el desarrollo de la vida artificial inteligente en nuestro planeta.♠

Publicado en la revista DOMINGO

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