Los 10 errores de Felipe Calderón

"GANAR LA GUERRA"

Es apenas el día número 53 en el gobierno de Felipe Calderón. En el Zócalo de la ciudad de México ni siquiera ha amanecido y más de un millar de soldados de Estado Mayor y Guardias Presidenciales, hombres de la llamada Policía Federal Preventiva y del cuerpo de Granaderos de la policía capitalina ya blindan la plaza: en unos minutos más ha de comenzar la sesión del 21 Consejo de Seguridad Nacional, donde el flamante mandatario habrá de cometer uno de los errores más grandes de toda su gestión.

Materialmente sitiados, como describen los diarios aquella mañana de la Plaza de la Constitución, los asistentes a la reunión en el Palacio Nacional escuchan del secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, los pormenores del plan de 10 puntos para recuperar espacios invadidos por la delincuencia y la convocatoria para que las autoridades, de todos los estratos, se sumen a la estrategia. Por primera vez en la administración, comenzada el primer día del mes anterior, están reunidos los 31 mandatarios y el Jefe de Gobierno de la ciudad. Ahí habla Calderón.

“El gobierno ha reforzado la presencia de las fuerzas del orden para restablecer las condiciones mínimas de seguridad en las poblaciones y regiones más amenazadas por la violencia”, dice. No habrá claudicación, “porque en ello está en juego el progreso de la nación”.

1.- DISCURSO BÉLICO

Aunque muchos meses después habrá de negarlo, cuando el desgobierno y los muertos se le hayan acumulado por decenas de miles y la imagen nacional e internacional de México sea la de un país sumido en una sanguaza de sangre, violencia y terror, el 22 de enero de 2007 Calderón es enfático, como el denominativo que él mismo decide utilizar y que acaba por marcar todo su sexenio: “para ganar la guerra contra la delincuencia, es indispensable trabajar unidos, más allá de nuestras diferencias, más allá de cualquier bandera partidista y de todo interés particular”.

Es una sola frase, “ganar la guerra”, pero la habrá de repetir tantas veces que lo adentra de lleno en un laberinto.

La investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, Yolanda Meyenberg, explica el error: “el discurso enfocado a la inseguridad ha sido la estrategia que el presidente Calderón ha elegido como enfoque específico de comunicación de su gobierno. Pero hablar de guerra es ya no hablar de nada más, porque es un tema muy atractivo para los medios y además la inseguridad es un tema perdedor: hagas lo que hagas siempre será insuficiente”.

2.- DIPLOMACIA INEFICAZ

Después de una amplia entrevista publicada en marzo pasado, el director del diario español El País, Javier Moreno, concluye que al presidente Calderón le pesa haber convertido el tema de la batalla contra los narcotraficantes en la prioridad de su gobierno y ahora, entrada la fase final de su mandato, los resultados no se ven, pero sí los decapitados, las balaceras, la angustia permanente.

Ello evidencia un segundo error: “la diplomacia mexicana se topa con dificultades para explicar en el resto del mundo que se trata de un fenómeno limitado geográficamente a determinadas zonas del país, cuyo territorio en general resulta más seguro que muchos otros en América Latina”.

Diarios como The New York Times están atentos a ello, constantemente, mientras en diversas reuniones con el cuerpo diplomático la canciller Patricia Espinosa les pide difundir mensajes sobre México que puedan nublar la avidez de la prensa extranjera por el derramamiento de sangre de los mexicanos. No hay éxito. El mensaje está sembrado.

3.- UN TEMA ÚNICO

Los gobernantes que le han antecedido, Ernesto Zedillo y Vicente Fox, casi en los mismos términos hacen del combate a la inseguridad y la violencia un tema nacional: en agosto de 1998 Zedillo anuncia la Cruzada Nacional contra el Crimen y la Delincuencia, mientras que en enero de 2001 Fox convoca a la Cruzada contra el Narcotráfico y el Crimen Organizado. Pero Calderón habla de guerra y eso domina su agenda por más de tres años.

Y lo hace su tema principal, si no el único, sin una estrategia comunicacional organizada, integrada, unificada.

El presidente del Instituto Nacional de Administración Pública, el INAP, José Castelazo, analiza ese punto, el tercer error de Calderón: un gobernante no debe hacer de una causa la espina dorsal de su mandato, pues ello acrecienta el riesgo del fracaso.

“No puede un presidente ponerse todas las medallas, porque si se compromete mucho a una acción y fracasa, toda la responsabilidad es exclusivamente suya. Entonces tiene que manejarse, y hablo de comunicación social, en una especie de equilibrio”, explica.

4.- SIN COMUNICACIÓN POLÍTICA

Y ese problema, focalizar la lucha en un solo tema, conlleva otro, que, cuando los resultados de la guerra contra el narcotráfico son desastrosos, se erige en su cuarto error: un pésimo manejo de su comunicación política.

“Yo pienso que existe en este gobierno, al igual que en los otros, una serie de objetivos políticos y económicos, el problema es que esos alcances no forman parte de una estrategia de comunicación. Si se hubiesen publicitado con la misma intensidad los alcances en infraestructura, los alcances en vivienda, entonces el problema de la inseguridad sería uno entre otros y los déficits que se alcanzaran con respecto al tema no serían tan resaltables”, considera Yolanda Meyenberg.

“Si yo estuviera en sus zapatos”, dice Castelazo, “tendría que hacer un examen muy riguroso de los hechos positivos, para que calen más en la opinión pública, y de los hechos negativos para tratarlos de explicar mejor”.

5.- MENTIRAS Y VIRAJE INDEFINIDO

Es el 12 de enero de 2011. El presidente Calderón, con más de 40 mil muertos en su cuenta sexenal, miles de ellos víctimas de crímenes sin resolver, escucha los reclamos del director del Consejo Cívico e Institucional de Nuevo León, Miguel Treviño: “si ya eligió el término guerra para lo que estamos viviendo, no puedo imaginar tarea más importante para el Comandante Supremo que asegurar la unidad de propósitos y coordinación de las instancias públicas que participan en ella”, le dice el hombre.

Sin mediar intercambio de notas con su equipo de comunicación, con sus asesores, ni con nadie, sin reflexión o mesura de por medio, Calderón estalla: “yo no he usado, y sí le puedo invitar a que, incluso revise todas mis expresiones públicas y privadas. Usted dice: usted ya eligió el concepto guerra. No, yo no lo elegí. Yo he usado permanentemente el término lucha contra el crimen organizado y lucha por la seguridad pública y lo seguiré usando y haciendo”. Una mentira.

Carlos Bravo Regidor, investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas, el CIDE, hace de inmediato un compendio que, en un centenar de citas textuales que él mismo rescata de versiones estenográficas oficiales del presidente, no sólo desnuda la mentira, sino el quinto error del Presidente Calderón: el viraje indefinido.

“En el discurso del presidente, el enemigo ha sido siempre el mismo, pero la guerra, por el contrario, no ha dejado de cambiar”, analiza el catedrático del CIDE. Si en 2007 la “guerra” es aquello en lo que el gobierno trabaja frontal y decididamente, un proyecto de largo plazo en el cual la sociedad debe participar, para 2009 ya es aquello que hace necesarias reformas legales, depuración de policías, recursos, un frente local y al mismo tiempo “el reto más grande de la presente generación”.

6.-UN GABINETE QUE NO INFORMA

El catedrático del CIDE encuentra que, si entre mediados de 2009 y principios de 2010 hay un silencio gubernamental respecto de la “guerra”, para 2011 ésta ya es algo que pelean sólo las organizaciones criminales, no el gobierno. Se convierte, después de ese periodo, en un hecho al cual el gobierno sólo responde. Tras un momento de retraimiento retórico, de análisis y evaluación, entre 2009 y 2010, el presidente renuncia definitivamente a la idea de la guerra como algo que el gobierno hace, algo que declara y a lo que se dedica, analiza el investigador.

Y como es Calderón quien encabeza la retórica gubernamental, entonces es un error solamente suyo. El sexto.

José Castelazo, es preciso al respecto: “El INAP ve la administración del Presidente Calderón desde un equilibrio. En muchos ámbitos su gobierno ha sido una eficaz administración pública, pero en muchos otros no. Le falta comunicación interinstitucional, le falta comunicación, comunicación entre el gabinete, con los otros poderes, pero no de la que se publica, sino de la que se practica. Es un error que nada más el presidente informe, que su gabinete no informe”.

7.- EL ÚNICO VOCERO

La investigadora Meyenberg coincide. “La comunicación política ha estado muy a cargo del presidente Calderón, él ha sido como el vocero. Esto enfoca la comunicación hacia una persona y hace de esa persona el blanco de las deficiencias, de las ineficiencias, de los errores”.

Desde esa óptica, la estrategia comunicacional del gobierno de Calderón es no sólo deficiente, sino marcadamente vertical, a diferencia, por ejemplo, de la que tenían sus antecesores, quienes contaban con voceros fuertes, consolidados como voces reconocibles de todo un gobierno, quienes incluso “paraban los golpes mediáticos” dirigidos hacia sus jefes. Liébano Sáenz con Zedillo y Rubén Aguilar con Fox, hacían posible un trabajo horizontal de comunicación política.

“A lo mejor no es una deficiencia de equipo, sino de estrategia”, dice la investigadora de la UNAM. O quizá se trate, añade, de una falla derivada de la personalidad del Presidente, reacio a la crítica, controlador. Desconfiado.

Su personalidad, si un espejo nítido que, entre sus colaboradores, lo ayude a controlarse, se constituye entonces como su séptimo error.

8.- IRASCIBLE Y DESCONFIADO

La carta está fechada el 8 de mayo de 1996, sólo unas semanas después de que un todavía joven Felipe Calderón asumiera la presidencia del Partido Acción Nacional. Su autor, Carlos Castillo Peraza, antecesor del nuevo líder, su mentor político, es claro en sus planteamientos. No hay franqueza más transparente que la derivada de conocer al otro a lo largo de una vida.

“Tu naturaleza, tu temperamento es ser desconfiado hasta de tu sombra, si te dejas llevar por ése, entonces no te asustes de no contar ni con tu sombra”, le escribe.

El texto, difundido muchos años después, denota el carácter controlador, desconfiado, irascible de su destinatario, un hombre incapaz de encontrar su “alter ego” en alguno de sus subalternos y colaboradores, un hombre absolutamente convencido de que “si no me meto, no me hacen caso”.

Castillo Peraza le recomienda: “presidirás, estarás sentado arriba. Desde allí vigila y exige con suavidad: carga sobre ti los errores de ellos. Acertarás con ellos. El riesgo es que todas las fallas se te carguen a ti. La oportunidad es que los aciertos serán todos tuyos”.

Si Calderón atendió aquellas palabras, nadie lo sabe. Hoy, cuando es el presidente de México, es fácil encontrar historias de sus enojos, estallidos.

“La personalidad del presidente no ayuda mucho en imagen. Cuando se le critica, en lugar de poner la cabeza en el refrigerador, sale inmediatamente a responder, eso hace que esa crítica resalte en medios más que una estrategia comunicacional más deliberada”, dice Meyenberg, “veo una persona permanentemente justificándose y permanentemente a la defensiva”.

Quizá se trate de desesperación. El periodista Javier Moreno, en la entrevista que hizo a Calderón en El País, también fue sensible a descubrir cierta ansiedad en el mandatario: “el presidente comienza a intuir que el juicio último de los ciudadanos sobre la guerra contra el narco determinará su posición en la historia, independientemente de sus logros”.

Jorge Castañeda, el ex canciller mexicano, en 2009 lo dibujó así en un libro que enmarca un juicio demoledor al mandatario: “El ánimo que siente uno en el país es el ánimo que se suele sentir en el último año, o en los últimos meses de un presidente ya cansado, irritable”, anota, “este es el panorama: un presidente irritable, sin agenda, sin programa, rodeado de secretarios debilitados, con un Congreso que no le hace ya el menor caso”.

9.- PREMISAS FALSAS

El mismo Castañeda, junto con Rubén Aguilar, señalan también el octavo error del presidente: actuar bajo premisas endebles.

“Llegamos a la conclusión de que la mayor parte de las premisas o de la sabiduría convencional sobre el narco en México no se sostiene, de acuerdo con las fuentes del propio gobierno”.

Durante su campaña, Calderón jamás habló del narcotráfico, un tema tan costoso socialmente que merecería un debate nacional que desembocara en la confirmación o el cambio de rumbo “pero ya con conciencia de la sociedad y no por algo impuesto por una ocurrencia política de Calderón”, dice el ex canciller.

La investigadora Meyenberg ve el tema desde otra perspectiva: ante el panorama de desprestigio internacional, el presidente decide erigirse como promotor del turismo, sin darse cuenta de lo endeble de su defensa, de lo insensible que ello es a los ojos de una sociedad agraviada por la violencia.

“Esta cuestión del presidente como promotor del turismo es una imagen no correcta. Por un lado, ante el tema de seguridad su papel es de jefe de Estado, por el otro lado tenemos un presidente promotor del turismo y al final del camino los temas no se contrarrestan entre sí, porque uno es más débil que el otro”.

Ello abre la puerta para el noveno problema del Presidente: su insensibilidad.

10.- LA OBCECACIÓN

Es la edición del 17 de marzo de 2010. El diario estadounidense The New York Times titula su nota con una denuncia: “En México, las promesas hacen poco por aliviar el dolor de ésta ciudad siniestrada”. Se trata de Ciudad Juárez.

La nota, destacada en su sección América Latina, señala que a Juárez concurrieron todos en esos meses, desde sicólogos y policías, hasta el presidente Calderón y su esposa, Margarita Zavala, cargados todos de promesas, con los soldados rodeándoles.

“La Primera Dama prometió construir un campo para jugar futbol americano en un lote lleno de basura cerca de aquí”, anota el diario, “y después todo el mundo se fue. El terreno aún está baldío”. Han pasado más de tres meses desde la promesa.

Otro diario, The Wall Street Journal, habla claramente del fracaso de la estrategia militar en la región y coincide: “pese a la presencia de más de 10 mil efectivos de seguridad patrullando las calles de la ciudad, cada semana, la violencia parece recrudecer.

Pero Calderón parece no escuchar. Miles de mexicanos se movilizan contra la inseguridad, contra la violencia y hacen del “Ya Basta”, del “¡estamos hasta la madre!” una bandera, pero el presidente persiste: se retrata en tanques, en buques de guerra, arenga a los militares, instaura el día del policía federal, iguala su estrategia a la de Wiston Churchill en la Segunda Guerra Mundial, se queja: “es a los criminales a quienes debe dirigirse el ¡Ya Basta!”. Y ese es su décimo error: la obcecación.

“Es difícil decir si esta violencia puede tener un resultado positivo. Tal como se ven las cosas, se encamina a un intento de solución militar, lo que pasa es que la solución militar puede ofrecer algunas soluciones a corto plazo, pero yo no veo las ventajas positivas a mediano plazo”, Ashis Nandy, un especialista internacional en violencia de masas, quien llega al país invitado por El Colegio de México, lo dice.

“Un fenómeno como el de la mafia en EU, que se intentó resolver con violencia, no se ha podido acabar hasta la fecha, por tanto la idea de que una solución militar es una estrategia adecuada, no es razonable”. México no es distinto.

Incluso advierte, como otros tantos lo han hecho, sobre el riesgo inminente: “la violencia siempre deja huellas, siempre es visible. Podrá acabarse la violencia en el país, podrá haber acuerdo, pero la brutalización que produjo siempre estará ahí”.

Los errores suelen pasar facturas caras. Y en un país entero estos se traducen en desesperanza, fragmentación. Sangre.♠

Publicado en DIA SIETE


"¡Soy una puta!"

Camina en medio de miles. Vacila brevemente y cuando parece que nadie va a escucharla gritar contra el machismo, contra siglos enteros preñados de prejuicios, de acoso, de sumisión, Joyce eleva sus brazos hacia el cielo, hace un par de alas con ellos y deja que sus senos, jóvenes redondeces morenas, queden liberados.

Entonces cientos de miradas se le agolpan, panales de morbo y cámaras fotográficas, flashes que destellan en aureolas y pezones, como si nunca antes hubieran existido senos en el mundo. Pero Joyce avanza, está libre. La artista y estudiante de música de 25 años se yergue sin ruborizarse un átomo, voltea a ver a su madre, Juana María, y sabe que ha ganado una batalla: ha perdido el miedo.

Está siendo acosada por hombres que la devoran, la recorren pupila tras pupila, pero ella se flanquea con su propia fortaleza recién obtenida: “ya no quiero sentir temor, ya no quiero esconder mi cuerpo para que los hombres no me agredan. Si quieren mirarme, mírenme; si quieren tomarme fotos, tómen- las, pero cuando digo no, es no”.

Está en la “Marcha de las putas”. Una movilización que ha nacido en las redes sociales, como respuesta a tanto estigma: “una mujer es agredida sexualmente, acosada, maltratada, asesinada, si se viste como prostituta, si usa escote, si viste encajes, si coquetea, si se pone minifalda, si anda sola por la calle, si es femenina”.

Es la marcha que ha surgido como un grito contra miles de homicidios sin esclarecer, de historias repetidas, contra una cultura que las somete. Contra los gobernantes que justifican su inoperancia en acusaciones fáciles: “si la mataron, es porque andaba de puta”.

Caminan todas, alrededor de 7 mil según los organizadores y entre 3 y 4 mil de acuerdo con versiones de la policía capitalina, desde la glorieta de la Palma hasta el hemiciclo a Benito Juárez, para volcar sus “basta de acoso” como estandarte de una lucha distinta. No son feministas, ni son “machorras”, no quieren acabar con los hombres, sólo quieren sentirse respetadas, protegidas.

“Tengo un doctorado en Neurocirugía”, dice Mayra, “pero ninguno de mis colegas, cuando habla conmigo, me mira a los ojos”. “Acabo de entrar a trabajar”, dice Lorena, “y si me quejo del acoso puedo perder el trabajo”. “Si quiero un ascenso, tengo que acostarme con el gerente”, confiesa Rosario, “y si no acepto, entonces soy lesbiana”.

Reparten poemas, canciones, hojas volantes, para que quede clara su demanda: “Si visto escotada, no es porque quiera tener sexo con alguien, es que tengo calor”, “Mi cuerpo no es sucio”, “Soy una mujer libre”.

Por eso cantan en domingo, “aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir, que el pinche machismo se tiene que morir”. Por eso gritan con rabia, con furia, “si uso faldita, no es por facilita”. Por eso se reúnen en contingentes de encajes que dibujan pubis, en ligueros que delinean piernas, en escotes que derrumban estereotipos, en shorts que les marcan las caderas, las nalgas, en blusas que les estrujan los senos. Por eso se disfrazan de prostitutas, para que el insulto muera de cansancio.

Y lo gritan ellas, para que de tanto escucharlos los apelativos pierdan fuerza, veneno, capacidad de aniquilación: “trepadora”, “fácil”, “caliente”, “loca”, “ofrecida”, “cabaretera”, “cachonda”, “ramera”.

Se lo escupen unas a otras, como para conjurar lo mucho que les duele. Lo escriben en sus pancartas, lo marcan en sus ombligos, lo deletrean a lo largo de todo el camino, en los vientres pronunciados, en las piernas, en los brazos alzados, para que esa palabra, esas palabras, no sean nunca jamás como una ofensa.

Lo repiten como quien conjura una maldición que ha padecido siglos, como quien se sacude un fardo que le asfixia.

Como dice Joyce, que al dejar libres sus senos ha perdido el miedo: “si me llaman así por ejercer mi libertad, por defenderme del acoso, por ser mujer, femenina y coqueta, entonces con orgullo te digo que sí soy una puta”.♠

Publicado en EL UNIVERSAL.


Óscar de la Renta de juerga en Garibaldi

 

 

 

 

Con un caballito de tequila Grillos en la mano derecha, Óscar de la Renta mira la noche, que tiene Luna de uña sobre Garibaldi. La primera voz del Mariachi Imperial Azteca, José Aguilar, da paso al coro y el diseñador comienza a cantar, primero quedo, como si rezara, y luego a voz de chorro: "que digan que estoy dormido y que me traigan aquí... México lindo y querido..." El ícono mundial de la moda en el siglo XX está de juerga.

Eliza Bolen, su hija, envuelta en un caramelo colorado de seda con pedrerías finas, zapatos alucinantes, aretes de bisutería de otro mundo, lo busca con el segundo tequila de la noche. Llega hasta la parte de la terraza donde su padre canta, y mira cómo se humedecen los ojos del mayor diseñador de modas que haya nacido hasta ahora en tierras Latinoamericanas. Observan la plaza juntos: centenares, allá abajo, chupan, ríen, cantan. Decenas, ahí arriba, chupan, ríen, cantan.

"Recuerdo mucho a mi amiga Dolores", dice el hombre cuando suena el "Cielito Lindo". Cosido a la vida, en los linderos de los 80 años, garboso como esas palmeras greñudas de Santo Domingo, su República Dominicana, sereno, tropical. Sorbe de su tequila blanco como si la medianoche en la cantina al aire libre más hermosa del mundo fuera el mediodía.

"Recuerdo su elegancia, su espíritu bello", dice Óscar, "extraño a mi amiga Dolores del Río". La primera Diva mexicana en el cine hollywoodense está en Garibaldi con Óscar de la Renta, en esta noche fresca de un siglo distinto. "Salud".

Óscar de la Renta llega a México, después de 31 años, para mostrar su colección más sofisticada en la Plaza México, para hacer de "este país que tanto amo" un centro mundial de la moda. Ha querido volver a Garibaldi, caminar por entre los borrachos, oler la chela derramada, sortear las botellas rotas, las mujeres de caricias imposibles, los hombres de bravura derretida, escuchar mil canciones revueltas, vivir el México genuino: "son tantos recuerdos. Está tan cambiado este hermoso país", dice antes de anunciar a sus amigos: "quiero El Rey".

La secretaría de Turismo de la ciudad de México le organiza el ágape. En punto de la media noche en la plaza repleta, para el genio dominicano todo está permitido y, junto con sus musas y muñecas, revive el Garibaldi de otros tiempos. "Quiero ir al Tenampa, pero me han dicho que está cerrado por un luto. Qué lástima", dice. José Aguilar, sus trompetas, sus guitarras, no han dejado de cantar: una piedra en el camino le enseñó que su destino era llorar y llorar.

"México es un país, al desnudo, maravilloso", dice Óscar. Mira a la gente que baila en el Tropicana, mira allá abajo a las prostitutas ir y venir sobre la plaza, a los teporochos que se sacuden los fantasmas, a los perros flacos, a Don Juan el viejo sin dientes que vende toques de a 40 watts, a Seferino el atolero, que ha dejado su carrito de donas y conchas justo en el lugar donde estacionan la camioneta de la cual descienden las modelos y el modisto. Observa. No parpadea Óscar de la Renta. Observa todo.

Desde el otro extremo de la terraza del Museo del Tequila y el Mezcal, una muñeca de ojos grises, azules, esmeraldas, se acerca al diseñador. La boca es un durazno carnoso, los pómulos son de una niña en verano, las piernas largas, inabarcables de un primer vistazo, la esbeltez que se le cobija en un bombón blanco con grabados negros que Óscar ha dibujado el verano pasado.

Pasa el maniquí perfecto por el borde de la zona reservada y 24 hombres, desde la zona de los simples mortales, la miran, la admiran: "es Candice Swanepoel", susurra una mujer. "No mames, qué chulada de vieja", dice uno de ellos. "Mamita sabrosa", replica el otro. La muñeca voltea. Sonríe. Las sirenas hipnotizan para hacerse inolvidables.

Lissete Trepaud, la directora de relaciones públicas de la telefónica que ha traído a México al diseñador, lo abraza entusiasmada. "¿Estás contento?", le pregunta. Candice lo abraza también. "Es hermoso todo esto", dice Óscar, y el mariachi le regala "La Bikina". "Este es un país que amo profundamente".

-¿Qué recuerdos le trae la moda de México?

- Recuerdos maravillosos. Es un país generoso, creativo, con mucho color, texturas maravillosas, con figuras que invitan a crear. Es sorprendente, me encantan los vestidos tradicionales de este país, son hermosos.

-¿Y lo nota muy cambiado?

-Todos hemos cambiado. Pero sigue estando hermoso, sus mujeres son hermosas, alegres, divertidas, bellas, dice. Voltea hacia la plaza, allá abajo y confiesa: "para las mujeres no hay mejor vestido que su cuerpo desnudo, son las más bellas desnudas", dice. Entonces decide bajar hacia la plaza.

"YO ‘STOY MAS BUENA, HIJA"

Quién sabe en qué está pensando el funcionario de Turismo que guía al diseñador. El grupo compacto que llega con ellos a la puerta, se dispersa apenas salir del Museo del Tequila. Una a una, las chicas, sus vestidos de formas imposibles, sus zapatos de dimensiones extraterrestres, sus rostros, su delgadez extrema, su olor a frutos a punto de reventar de azúcar, se mezclan con el gentío que desparrama alcoholes por los poros, fiesta, gritos, aullidos: "como quien pierde una estrella, ay".

Siguiendo a quién sabe quién, Óscar camina rumbo al Tenampa. No se arruga un átomo de su saco, no se mueve un centímetro de su pañuelo de seda en la solapa. Parece que no le pesan 79 años cumplidos. Sortea como puede los botellazos, los vidrios abandonados, los briagos sin dientes, gente que, en medio de su festejo, quién sabe cómo se percata del paso de esa gente distinta: no es sólo la ropa, es el barullo, los tequilas en manos de doncellas de revista, los peinados, los bolsos. "Saludos a Perú", dicen unas borrachitas y Óscar les saluda. Quién sabe con quién lo confundieron.

"Yo estoy más buena que esas viejas, hija", grita una mujer, un vaso de medio litro de cerveza en su mano derecha, el cabello atrapado en una dona de tela, los labios entre juguetones y envidiosos. "Y no estoy chaparra". Ríe. Una de las modelos, Marilya, la mira encantada, le sonríe, no entiende lo que dice la mujer y quienes la acompañan: "ira, sabrosaaa", se escucha, y también un clásico "grandotas, aunque me peguen".

Pasos adelante del tropel, temerosa, verdaderamente angustiada por el gentío que se les abalanza, Lissete Trepaud avanza dudosa, busca disimulada la mano del dominicano, los ojos de las otras modelos del séquito. "Todo está seguro", le digo, "sólo están divirtiéndose. "No se ven mucho por aquí este tipo de... rostros". Entonces su semblante recupera la confianza. Sonríe.

Óscar clava los ojos en la multitud hasta que encuentra un vendedor de zarapes moreno, mulato, alto y canoso. "Mira, ese hombre es igual a André Leon (editor de la revista Vogue)", dice y Alex Bolen, su yerno, estalla en carcajadas.

A unos pasos del "Guadalajara de Noche" un tropel de borrachos rinde homenaje a Pedro Infante y Óscar, jubiloso, pide también tomarse foto junto al ídolo. Ahí se suman sus chicas, Lissete, su hija, su yerno, el funcionario capitalino Alejandro Rojas Díaz Durán. "Viva el mariachi", dice el diseñador.

Sonríe. Entra unos minutos al salón de baile, bebe otro sorbo de tequila, baila unos cuantos compases de una salsa guapachosa y, sin rostro de cansancio en la mirada, le guiña nuevamente uno ojo a la noche con Luna de uña que lo acompaña en su regreso a Garibaldi.♠

Publicado en EL UNIVERSAL


El talabartero que le ganó a los chinos

Es el último talabartero del Abelardo L. Rodríguez, e incluso de todo el rumbo. Ha visto sucumbir puestos y oficios como el del jicarero, el tablajero de vísceras, el vendedor de semillas, el tlachiquero, la petatera, pero don Cesáreo Barona, 73 años cumplidos, rechaza que su mercado esté en peligro de muerte: “aquí han venido los señores chinos a quererme comprar el negocio, pero yo siempre les gano, ¿sabe por qué? porque me gusta hacer bien mi trabajo”.

Su pequeño local, “Norma” como distinción para su esposa, está justo en medio de una invasión de negocios con petacas, baratijas, mochilas y bolsas de manufactura china, sobre una calle que, si honrara lo que vende, debería llamarse Imperio Asiático y no República de Venezuela. Desde ahí, en su pequeño negocio que es la resistencia de lo nacional, Barona reta a sus competidores:

“Usted me trae cualquier diseño, cualquier modelo, cualquier necesidad, y yo se lo hago, lo que sea, sea bolsa, petaca, mochila, maleta, hasta las cosas modernas con ruedas… usted pida y le hago lo que sea, copias no, porque hay que pagar derechos, cosas nuestras” dice ufano, porque así es como se defienden los mercados.

En un entorno donde una veintena de locatarios del Abelardo L. Rodríguez han dejado de trabajar por quiebra, y muchos otros cambiaron o están intentando cambiar de giro para hacerse con locales de comida, el talabartero más antiguo del mercado recuerda cómo le sacó fortuna a los huaraches.

—Trabajaba para doña Virginia, la dueña de la huarachería, hacíamos todo tipo de artesanías, peletería, bolsas de mujer, todo cincelado a mano, como me enseñó mi papá. Un día la señora me dijo “tú quédate con el negocio. Me das dos mil pesos, como puedas y yo que digo ¿y de dónde los saco?”.

—¿Y qué hizo?

— Me puse a trabajar muy duro. Me dijo que le pagara con trabajos. Le fui pagando con bolsas, con maletas, unas billeteras, con unas petacas bonitas que hacíamos y vendíamos de a 10 pesos. Hasta que un día se quita el mandil y que me dice, “es tuyo”.

De ahí sacó para educar a sus seis hijos, dos de ellos seguidores de su oficio y una enfermera, una maestra, una trabajadora social y una psicóloga. “Con eso me compré mi casa”, dice, “la casa de mis hijos, ¿cómo no voy a trabajar muy duro para defender este trabajo, que es mi vida”.

Por eso aprendió a modernizar sus diseños, a abandonar los belices y morrales viejos para sustituirlos por maletas modernas, bolsas con dibujos de Toy Story, mochilas juveniles de WrestleMania. Por eso niega que el Abelardo L. Rodríguez, como otros 317 mercados públicos de la ciudad de México, vaya a morir, mientras haya manos que lo custodien.

“Yo voy a seguir aquí hasta que Dios me preste vida, no me imagino haciendo otra cosa”, dice el hombre, fino de trato, con ojos grandes.

Todo ha cambiado

En las calles del Carmen, a donde Barona llegó chamaco, quedan pocos locatarios de aquellos años, los que recuerden cuando el Abelardo L. Rodríguez era un moderno conglomerado social para la gente pobre y los relieves de Isamu Noguchi, los murales de Pablo O’Higgins, Antonio Pujol, Ramón Alva y Marion y Grace Greenwood que los rodean todavía esperaban despertar la conciencia de clase de un pueblo amodorrado.

Ahí está Doña Aquilina Mendoza, hace muchos años vendedora de huevo y gallinas en las calles de Circunvalación, y hoy comerciante de misceláneos que todavía recuerda los olores de los yerberos, el tizne de las tortilleras, el rigor de la madera que soportaba los primeros puestos de su mercado.

“Empezamos en un zaguán, en la esquina de la Morelos con una caja de huevo, y de ahí fuimos progresando, compramos un puesto de madera, aquí afuera, y ahorrando pesetitas, porque teníamos muchísimas ventas, compramos, creo que en mil pesos”, dice la mujer, quien también vende mole de olla, un pollo con acelgas que parece estar bueno.

“Nuestro mercado se empezó a ir para abajo porque mucha gente de alrededor vendieron a los fayuqueros, nos quedamos pocos”, dice la mujer.

Según las autoridades locales, los mercados públicos agonizan porque la gente ha preferido recurrir a los supermercados y a las tiendas de conveniencia, esas que abren 24 horas y cambian tanto de empleados que uno no reconoce lo que una vez fuera la tiendita de la esquina.

“Las cadenas de autoservicios nos están matando, junto con las autoridades, literalmente, porque ellos venden mucho más barato, no podemos competir con ellos, en horarios, en precios, en libertad”, dice Leticia Ramírez, líder de los comerciantes del Abelardo L. Rodríguez.

—¿Qué necesitan?

—Ampliar horarios, dinamizar el cobro, tener margen para ofertas, facilidades para introducir giros como cafés, negocios de internet que están de moda, dice.

Tras años de abandono, de olvido sin políticas públicas, ahora parece haber conciencia de lo que implica la pérdida de los mercados públicos como parte de la cultura nacional.

Algo ha de tener de cierto todo eso: alrededor de la vieja talabartería de Barona, de la cocina económica de doña Aquilina, sustituyendo los oficios que sucumbieron con el tiempo ya merodean los vendedores de baratijas chinas, quellos que ofrecen las USB a 100 pesos, la bisutería de plástico de Taiwán, los plásticos manufacturados en la India y hasta los puestos con carteles, DVD piratas o pósters que muestran al actor cubano William Levy mostrando su trasero a quien lo mire.♠

Publicado en EL UNIVERSAL


EU controla operaciones antinarco en México

El gobierno de Estados Unidos prepara la llegada a territorio mexicano de un alto mando de aviación, posiblemente militar, que habrá de participar en cada una de las facetas de la operación aérea antinarcóticos de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) y de la Procuraduría General de la República (PGR).

El funcionario, cuya designación está en curso de concretarse, trabajará en México bajo la dirección de la Sección de Asuntos de Narcóticos de la embajada de Estados Unidos (NAS, por su denominación en inglés) y encabezará los trabajos de ampliación del programa aéreo de la Iniciativa Mérida contra el narcotráfico, “que se prevé aumente en tamaño y alcances”.

El documento base de la convocatoria emitida por el Departamento de Estado señala que el futuro Senior Aviation Advisor (SAA) se encargará de la “planificación de la aviación estratégica, asesoramiento y apoyo a la División de Aviación de la SSP y la Dirección de Servicios Aéreos de la Oficina en México de la PGR, que en conjunto operan una flota de aviones, incluidos helicópteros y aviones de ala fija, en la detección de drogas, erradicación aérea, vigilancia y misiones de transporte”.

Del mismo modo que desde 2007 las autoridades mexicanas cedieron a Washington el control y operación del sistema de intervención y rastreo de las telecomunicaciones en México, que se opera en la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO) a través de la empresa privada estadounidense Verint Technology Incorporated, la llegada del asesor de aviación será controlada en todas sus etapas por la embajada de Estados Unidos en México.

Para designar al candidato idóneo para el cargo, de origen estadounidense exclusivamente, la NAS difundió la convocatoria PSC-11-024-INL, a través del portal gubernamental Federal Business Opportunities (FBO, según su denominación en inglés).

En medio de la polémica que ha desatado en ambas naciones la revelación de que aeronaves estadounidenses Global Hawk realizan vuelos antinarcóticos no tripulados sobre territorio mexicano sin el conocimiento del Congreso de la Unión, la NAS prepara el arribo de quien habrá de encargarse de la planificación aeronáutica integral y elaborar estrategias de mantenimiento y adquisición de aeronaves, según el documento oficial, publicado en el FBO por el Departamento de Estado.

El texto señala que el futuro asesor senior de aviación habrá de supervisar y evaluar el programa de aviación aprobado por la NAS, “que incluye, pero no limita, la revisión de la necesidad de aviones adicionales, repuestos, materias primas, procedimientos de operaciones de vuelo, mantenimiento y habilidades del piloto”.

Se coordinará con las autoridades de su país, a quienes reportará resultados y, además de las dos dependencias civiles, eventualmente también trabajaría con las secretarías mexicanas de la Defensa Nacional y de Marina, “cuyos aviones realizan misiones contra las drogas, lucha contra el terrorismo y otras misiones de seguridad pública”.

Estará en todas las facetas de la aviación antinarcóticos en México, como un ente omnipresente en las acciones antidrogas. “Estas misiones incluyen la erradicación aérea, intercepción, vigilancia, transporte de personal, reposición de recursos, logística y capacitación”, señala la convocatoria.

En su inciso “D”, sobre las principales funciones y responsabilidades del futuro asesor senior de aviación, el documento del Departamento de Estado asienta: “Proporciona asesoramiento en el desarrollo, coordinación, organización e implementación de sistemas integrales de operación y procedimientos para la SSP y la PGR”.

De acuerdo con datos de la Iniciativa Mérida, México ha recibido en los últimos años capacitación aérea por lo menos en dos ocasiones, además de equipo bélico y aeronáutico, principalmente helicópteros UH-60M, UH-1H y Schweizer 333, así como avionetas Cessna, que son operados por la PGR y la SSP federal.

A fortalecer la cooperación

EL UNIVERSAL buscó en la embajada de Estados Unidos una postura oficial por parte de la NAS, para conocer los alcances del papel que habrá de desarrollar el asesor senior de aviación en territorio mexicano. También solicitó las posiciones de la SSP y de la PGR.

Arturo Montaño, vocero de la embajada de EU, ofreció la contestación escrita de un cuestionario, cuya respuesta fue enviada, vía correo electrónico institucional, el pasado 12 de abril.

La embajada explica que el asesor senior de aviación coordinará exclusivamente los programas de cooperación para la transferencia tanto de aparatos aéreos como de capacitación y sistemas de mantenimiento, con el fin de fortalecer las capacidades actuales del gobierno mexicano.

“En este contexto, se utilizan las palabras operación y operaciones para referirse a la capacidad humana y a la infraestructura que cualquier organización requiere para volar y mantener las naves”, dice la misiva de Montaño.

“El asesor”, señala la embajada, “no tendrá ningún papel en cuanto a la puesta en práctica de operaciones a cargo de autoridades mexicanas contra objetivos criminales”.

El documento de la NAS estadounidense, que hasta ahora no ha concedido entrevistas a medios de comunicación mexicanos, también anota que el Congreso de Estados Unidos proporciona fondos para la Iniciativa Mérida, y como parte de ese proceso requiere informes regulares para demostrar que se emplean de acuerdo con sus instrucciones y los objetivos estratégicos del gobierno de México.

El documento también explica que hay una estrecha colaboración de la NAS con sus socios del gobierno mexicano, “para asistirles en proporcionar información e informes al Congreso de México, como se requiera”. Para ello funciona la Oficina de Implementación Bilateral de la Iniciativa Mérida (Bilateral Implementation Office).

La NAS informa que la Iniciativa Mérida entrará en una nueva etapa de ampliación, y para cumplir con ello “era necesario ampliar sus recursos humanos, tanto para la transferencia de los equipos, como para las actividades de seguimiento (capacitación, mantenimiento y asistencia técnica).

“El alcance de las responsabilidades del asesor senior en aviación está dado en gran parte por las prioridades y estrategias del gobierno de México. La descripción del puesto se escribió de manera amplia con base en un formato genérico, diseñado a cubrir todas las contingencias posibles”, explica la embajada de Estados Unidos.

“Muchas de ellas no son aplicables actualmente en el contexto de México”, precisa, “sin embargo, si se diera el caso de que el gobierno mexicano requiriere asesoría o asistencia para ampliar sus capacidades actuales o desarrollar nuevas, el puesto de asesor senior en aviación tendría los elementos de conocimientos y experiencia que podrían abarcar todos los tipos de capacidades en aeronáutica”.

Toda la cooperación se da bajo la Iniciativa Mérida, gobernada por la Carta de Acuerdo firmada el 3 de diciembre de 2008, anota la embajada.

En torno de este asunto, ni la PGR ni la SSP emitieron respuesta alguna.

Un puesto para un militar

La convocatoria del gobierno estadounidense establece que el asesor senior de aviación deberá proporcionar adiestramiento especial a la PGR y a la SSP, para “detectar, seguir e incautar naves sospechosas y vehículos”, así como en tácticas de entrenamiento periódico para aumentar la erradicación aérea, las operaciones de incautación, nocturnas y en procedimientos de “helicópteros escolta”.

El funcionario “recoge, analiza y difunde datos sobre las tácticas de la aviación, las técnicas y el empleo de apoyo para las misiones antinarcóticos de la SSP y la PGR”, actividades que van desde la adquisición y cambio de aeronaves, hasta su mantenimiento y operación en eventos antinarcóticos.

El Departamento de Estado alerta a los aspirantes a ocupar el puesto sobre las condiciones violentas en que se encuentra México. Señala que el despliegue del funcionario se realizará no sólo en la oficina de la sede diplomática, sino en el campo, pues se advierte que serán necesarios “los viajes frecuentes y el despliegue temporal hacia lugares austeros”, como el desierto, terrenos montañosos o de gran altitud.

“El titular debe ser capaz de trabajar independientemente en las zonas remotas durante periodos prolongados. Algunos sitios de campo en las regiones son conocidos por las reacciones hostiles de los traficantes de drogas y de los agricultores”.

Por las características profesionales solicitadas, se perfila un militar de la Fuerza Aérea en activo o un ex militar, pues se pide experiencia en el manejo de un Departamento de Seguridad Secreta del Estado, de 20 años de experiencia relacionada con la aplicación de la ley militar estadounidense o un conocimiento profundo de los programas de aviación de aquel país.

Quien se haga cargo de la oficina deberá tener experiencia como oficial de operaciones de aeronaves, como gerente de una organización militar o civil, y en el empleo táctico de las aeronaves de ala fija y helicópteros en operaciones de lucha contra las drogas.

Para la contratación se habrá de evaluar “la capacidad demostrada para gestionar las políticas de Estados Unidos y la legislación de asistencia extranjera, así como su experiencia de trabajo en países de América Latina”.

El término legal para la adjudicación de la plaza aún está abierto. De acuerdo con la convocatoria, lanzada el 16 de marzo pasado, el plazo para registrar candidaturas venció el 15 de abril.

Sin embargo, la propia embajada de Estados Unidos indicó en su contestación que “por lo general toma varias semanas el proceso de entrevistar a los solicitantes, elegir a la persona idónea y contratarla. La reubicación de esa persona a México puede alargar ese periodo de manera significativa”.

En el texto del gobierno de EU no se menciona en ningún punto que las autoridades mexicanas deban tomar parte en el proceso de elección del nuevo funcionario, cuyo supervisor directo será el director de la NAS.

La administración y alcances del proyecto, dice la convocatoria, sólo es competencia de Washington.♠

Publicado en EL UNIVERSAL


Para salvar al periodismo mexicano

PONENCIA DE LUIS GUILLERMO HERNÁNDEZ

ASAMBLEA LEGISLATIVA DEL DISTRITO FEDERAL, MÉXICO

FORO “PRENSA LIBRE, PENSAMIENTO CENSURABLE”

MESA “VULNERABILIDAD DE LOS MECANISMOS PARA LA PROTECCIÓN DE PERIODISTAS”

SEÑORAS Y SEÑORES:

Nadie nos preparó para ésta guerra.

Nadie nos dijo que ejercer éste, el mejor oficio del mundo, incluía también bañarnos en un chorreadero de sangre que nos saltaría de repente. Nadie nos dijo que encabezaríamos la estadística mundial de la muerte de periodistas y que 68 de nuestras familias, de igual número de colegas abatidos en los últimos 6 años en todo el país, tendrían que llorar su dolor en silencio, sin la posibilidad de la justicia.

Allá, en las universidades y escuelas de periodismo donde nos educamos mi generación y las que posteriormente se han incorporado a los medios, nadie nos avisó que tendríamos que salir a la calle a reclamar por la muerte de nuestros colegas, a demandar justicia para ellos, como tampoco nadie, en ningún momento, nos advirtió que estaríamos solos.

Hace casi nueve meses, más de un millar de periodistas de todos los medios de comunicación, superando nuestras diferencias ideológicas y nuestras repulsiones mutuas, salimos juntos a las calles de la ciudad de México, y de muchas otras capitales del país, para exigir el alto a la impunidad en torno de los asesinatos, secuestros, desapariciones y amenazas contra periodistas y trabajadores de los medios de comunicación.

Demandamos, con nuestro silencio, que las instituciones del Estado mexicano y los diferentes órdenes de gobierno cumplan cabalmente con su deber y obligación constitucionales de garantizar y custodiar el pleno acceso y disfrute de los derechos a las libertades de expresión, de prensa y de acceso a la información para todos los ciudadanos y los periodistas, sin distinción de posiciones ideológicas, políticas o de cualquiera otra índole. Exigimos la plena vigencia de esos derechos y el compromiso de que esas garantías, conquistadas por la sociedad, no puedan suspenderse, acotarse, negociarse o transferirse bajo ninguna circunstancia.

La respuesta fue tímida. Sin abrir una discusión nacional sobre el tema, sin consultar a los reporteros de todo el país que día a día salen a las calles a buscar la nota, sin tomar en cuenta a esos miles de reporteros que ganan el salario mínimo, no cuenta con seguros de vida o de gastos médicos y que en muchos casos ni siquiera alcanzan las prestaciones básicas, el gobierno federal presentó un Mecanismo para la Protección de Periodistas. 

Más allá de los dichos de ciertos micrófonos afines y ciertas plumas de opinión, el instrumento, aunque es un buen primer paso, es muy limitado. Yo podría asegurar que sólo busca manejar la percepción de que el gobierno se ocupa del tema. Espero estar equivocado. Es mucho muy limitado, digo, y por eso es que no ha dado resultados, como no los dio la Fiscalía Especializada en Delitos contra Periodistas, si existió alguna vez o aún existe.

El mecanismo propuesto por el gobierno federal establece la integración de un Comité Consultivo interinstitucional, con representantes de diversas dependencias federales la Comisión Nacional de Derechos Humanos y el propio gremio periodístico, éstos últimos sin derecho a voto, pero deja fuera una pieza importante: a la sociedad civil, destinataria principal de nuestro trabajo, el de los periodistas y el de quienes se encargan del funcionamiento de las instituciones gubernamentales.

Designa responsabilidades: a la secretaría de Seguridad Pública y a los gobiernos locales les corresponde proveer de medidas de seguridad, a la PGR realizar investigaciones y seguimientos de los delitos cometidos contra periodistas, a la CNDH implementar la “Guía de medidas cautelares” y a la cancillería atender recomendaciones internacionales en la materia. Si bien busca prevenir todas aquellas conductas que atentan contra quienes ejercemos el periodismo, ese mecanismo deja en libertad de aplicación a cada gobierno estatal, no asigna recursos específicos para la puesta en marcha de proyectos concretos y, sobre todo, es ajeno a quienes trabajamos en los medios.

Han surgido después otras propuestas, como el Acuerdo para la Cobertura Informativa de la Violencia, signado por los dueños de los medios de comunicación y algunos líderes de opinión. Se trata de un instrumento básico, atendible pero con tintes de homologación de criterios editoriales, con cierto olor a uniformidad de voces, cierto olor a uniformidad y autocensura, que no propone instrumentos que protejan la labor de los reporteros de calle o defiendan la absoluta libertad de expresión que en estos tiempos violentos requiere el país.

Y no se trata de que los reporteros exijamos un trato preferencial, exclusivo o diferenciado, que necesitemos espacios de excepción. Se trata de que todos, periodistas y sociedad, custodiemos y hagamos valer de una vez por todas un instrumento insustituible de nuestra sociedad: el periodismo libre, crítico y plural.

Muchos de nosotros, reporteros de la tropa, así lo entendemos: sin un periodismo libre, absolutamente libre, no habrá Nación posible.

Sin un periodismo que sienta, mire, escuche, pregunte y cuente libremente el país que somos, no habrá futuro.

Si hemos llegado hasta aquí, si hemos convertido a México en una tierra fértil en cuerpos decapitados, en un charco de sangre, en un aparador de todo lo roto y miserable que es nuestro tejido social, en gran medida es porque no hubo, durante décadas, miles de periodistas libres que contaran libremente la corrupción, la miseria, la transa, el contubernio, la mentira, la impunidad, la traición que ocurrían a nuestro alrededor y trastocaban todos los valores de nuestra sociedad.

No fuimos espejo nítido de nuestra sociedad y la sociedad no pudo ver a tiempo el monstruo en que se convertía. Hoy lo pagamos caro.

Pero estamos a tiempo de cambiar esa realidad. 68 periodistas muertos son demasiados para un país que se dice democrático.

Propuestas hay muchas. Organizaciones de periodistas de todo el país llevan meses discutiendo ideas. Académicos e investigadores de los medios trabajan en proposiciones novedosas. Colegas de organismos como Periodistas de a Pie, Artículo 19, INSYDE, CEPET, CENCOS, CIMAC, el Frente Nacional de Periodistas, Reporteros sin Fronteras, quienes conformamos el movimiento Los Queremos Vivos, llevamos meses platicando, buscando qué hacer y cómo.

Sólo falta abrir las mesas para que fluyan las ideas. Sólo es necesario que, de una vez por todas, nos sentemos a dialogar todos juntos, superando nuestras resistencias, nuestras repulsiones mutuas.

Hay una buena noticia: quienes acudimos, en nuestras respectivas ciudades, a las marchas del 7 de agosto de 2010, sabemos que es mentira que los periodistas no podamos ponernos de acuerdo.

Es una mentira vil de quienes no están dispuestos a escuchar más voces que la propia.

Sí sabemos ponernos de acuerdo y tenemos muchas ideas coincidentes sobre mecanismos de protección para nuestros colegas de las distintas regiones, con sus dinámicas y circunstancias distintas, con sus miradas e ideologías particulares.

Esta Asamblea, que ha trabajado para convertir a la ciudad de México en un espacio de respeto a las libertades, podría lanzar esa convocatoria. Quizá ese acto, abrir una mesa de debate para acercarnos a un verdadero Mecanismo de Protección a los Periodistas, detone esa discusión nacional que tanto necesita nuestro país.

Los reporteros de la tropa, los que estamos día a día en la calle, tenemos algunas ideas. Acompáñennos a impulsarlas, señor diputado. Acompáñennos.

Se trata de defender un oficio que para muchos de nosotros es la vida. De hacerlo más seguro, más profesional, libre, plural, crítico, útil a la sociedad que reflejamos en nuestras notas.

Pero se trata, por encima de todo, de defender algo mucho más alto: la posibilidad de proveernos, como sociedad, de instrumentos que garanticen a todos los mexicanos el ejercicio pleno de las libertades de expresión, de prensa y de acceso a la información, para sacar a este país de la tumba en que todos lo arrojamos, para que su futuro y el nuestro sean distintos. Para salvarnos todos.

Muchas gracias y buenas tardes.♠


La disputa por el reino de las misas

Cuando su ayudante haga sonar la campana renegrida por el humo del incensario, el padre Javier elevará piadoso la Biblia delante de la pareja de flamantes esposos, como si la ofreciera al aire. Mirará hacia el cielo de ese jardín en Tepotzotlán, Estado de México, y, tras unos segundos de dramático silencio, soltará la primera mentira: “Estamos aquí, hermanos, para consagrar ante la Iglesia de Dios Nuestro Señor, en sagrado matrimonio, el amor de nuestros queridos Darío y Michel”.

Ella, una joven de 23 años, destellará su rostro esperanzado, sus ojos vivaces y negros, enamorados. De espaldas a todos sus invitados inclinará la cabeza persignándose ante un crucifijo metálico, hermoso. Será su primera bendición de esposa que, aunque genuina en apariencia, no será reconocida por la Iglesia Católica Apostólica y Romana. Para la Arquidiócesis Primada de México, el padre Javier es un cura falso.

Javier es un hombre macizo, moreno oscuro, de manos gruesas, grandes, que dice tener 34 años. Su voz, de tono grave, muestra la serenidad que suelen transmitir los sacerdotes de cualquier credo. Lleva el amito cubriéndole el cuello. Sobre éste, un alba bordada con figuras florales que le cae hasta los tobillos. Cualquiera diría que la túnica es bella. Incluso los demás elementos de su vestimenta —el bonete español, la estola, el cíngulo— están en perfecta armonía con la casulla, la capa roja bordada con hilos dorados que, para los nuevos esposos, significa que están frente a un sacerdote como los que se ven en cualquier parroquia. Pero no, para la Iglesia, es un cura pirata.

Yo también quiero “casarme” en un jardín como ese. Por eso observo la “boda” de Darío y Michel. Como ellos, al sacerdote también lo he conocido luego de buscar en las páginas de internet de Segunda Mano y de Mercado Libre. Como ellos, he leído la oferta de “Misas y celebraciones religiosas en lugares especiales”. Pero, a diferencia de ellos, yo no pagaré los 4 mil 500 pesos por la ceremonia (más transporte, viáticos y comida para el sacerdote y sus dos acompañantes).

“La verdad nos hará libres... —dice el anuncio de Mercado Libre— contamos con el servicio de celebraciones y ceremonias religiosas según el rito católico romano (15 años, tres años, primera comunión, graduaciones, difuntos en capillas privadas, en salones, en jardines, etc..), somos parte de una congregación religiosa católica, ubicada en el Estado de México, tenemos trabajando en la Parroquia de Santa María de la Asunción, desde hace ya seis años. Somos católicos apostólicos romanos...”

—Eso es un delito —explica el sacerdote José de Jesús Aguilar, responsable del área de Comunicación en la Arquidiócesis de México y cura de la parroquia de San Cosme, en la colonia San Rafael de la ciudad de México.

—Se trata de un delito claro: alguien se está haciendo pasar como sacerdote católico, apostólico y romano sin haber sido ordenado o sin tener el permiso del obispo.

El padre Aguilar asegura que es un delito equiparable al ejercicio de profesión sin título. Explica que un cura católico es como un médico cirujano, como un cardiólogo, y uno, dice, no va por la calle aceptando una operación a corazón abierto de cualquiera que se diga especialista nomás porque sí: la Iglesia católica mexicana tiene instituciones educativas a cuyo egreso, después de años de ardua preparación, se expide una licencia o acreditación como ministro de culto.

Por eso, distintas diócesis y arquidiócesis de todo el país llevan años en lucha contra esos sacerdotes y, en los últimos meses, han mostrado una alarma creciente: a juzgar por su preocupación, convertida en denuncias penales interpuestas en distintas entidades, la Iglesia católica ya no está dispuesta a dejar pasar el asunto.

Usurpación de profesión

La denuncia más reciente fue lanzada por el rector de la Basílica de Los Remedios, en Naucalpan, Estado de México. El sacerdote Miguel Ángel Corona dio a conocer un listado de 32 personas que se hacían pasar por curas, oficiaban misas católicas y, en ese y otros municipios de la entidad, controlaban un lucrativo negocio de bautizos, bodas, funerales y otro tipo de celebraciones religiosas a domicilio cuyas ganancias son incuantificables.

“El arzobispado de Tlalnepantla tiene un abogado que representa a nuestra iglesia y muchos están en la cárcel de Barrientos por hacerse pasar como párrocos para defraudar”, dice Corona, quien además ventiló ante sus feligreses los nombres de los implicados.

Las denuncias, que generaron siete órdenes de aprehensión en el Estado de México, se cumplimentaron con acciones de la Procuraduría de Justicia estatal y consignaciones ante los juzgados del penal de Barrientos.

El Código Penal del Estado de México tipifica, en su artículo 176, el delito de usurpación de funciones públicas o profesiones cuando alguien se atribuye o acepta, por cualquier medio, el carácter de profesionista sin tener título legal o ejerce los actos propios de una profesión sin título o autorización legal. Se imponen entre uno y cuatro años de cárcel y de 30 a 200 días de multa.

Según el artículo 323 del Código Penal del Distrito Federal, se trata del delito de usurpación de profesión, pues se ofrece o desempeña públicamente el carácter de profesionista sin tener título profesional o sin autorización. En este caso las penas van de dos a seis años de prisión y multas de 200 a 500 días de salario mínimo. En ambos territorios el delito se persigue de oficio.

En tres de los casos consignados ante el juez mexiquense se busca acreditar también el delito de falsificación o alteración y uso indebido de documentos, porque en esos casos se emitieron fes de matrimonio y primera comunión; las penas pueden ascender a cinco años de prisión y multas de 30 a 300 días de salario, por el uso indebido de documentos privados.

“Ser sacerdote falso es relativamente fácil en México. Cuando se han presentado denuncias penales es porque se trata de personas que durante mucho tiempo han realizado otro tipo de fraudes, porque fueron ya muy conocidos por una comunidad o porque, sencillamente, alguien los denunció porque hubo algo más de fondo”, explica el vocero de la Arquidiócesis de México,

En su boletín electrónico San Juan Bautista, la Arquidiócesis de México enlista algunos casos específicos de curas falsos que, según sus informes, operan en distintos puntos de la zona metropolitana del Distrito Federal e incluso en entidades como Veracruz o Puebla.

“No debemos olvidar que los sacerdotes católicos tienen prohibido casar, bautizar y, en general, oficiar misas fuera de la parroquia... Los falsos sacerdotes también suelen visitar algunas casas o empresas, donde solicitan donativos para alguna casa hogar, orfanato o asilo inexistentes”, anota.

Para ello, la Arquidiócesis Primada de México cuenta con un directorio completo, y público, de templos y ministros en todo el país, a quienes expide credenciales y licencias respaldadas por sus respectivas diócesis.

Cuando hay fechas especiales y mucha gente requiere de un servicio religioso particular, como el día consagrado a la Virgen de Guadalupe, suelen aparecer hasta mil falsos sacerdotes en la zona metropolitana de la ciudad de México, y similar cantidad en las ciudades grandes, donde es más fácil camuflarse entre colonias y barrios populosos, explica el padre Aguilar.

Informes extraoficiales de la Conferencia del Episcopado Mexicano estiman que puede haber más de 10 mil sacerdotes falsos en todo el país. Pero no hay informes precisos al respecto debido a que ni la institución religiosa ni la Secretaría de Gobernación, órgano gubernamental responsable de custodiar el cumplimiento de la Ley Federal de Asociaciones Religiosas y Culto Público tienen recursos para realizarlos.

Deshonestidad con afán de lucro

“Yo me voy a casar”. Al menos eso digo a quien contesta en el número de la supuesta parroquia de Santa María de la Asunción, donde, según el anuncio de internet, ofician los sacerdotes católicos, apostólicos y romanos que ofrecen sus servicios religiosos a domicilios y lugares especiales.

La única parroquia dedicada a la Asunción, registrada por la Arquidiócesis de Toluca, está en Lerma, donde nadie conoce al “ministro Jesús”.

“Mándenos un correo para contactarnos. Preguntar por el ministro Jesús”, dice el anuncio de internet. Como respuesta al primero de mis correos, la representante de la iglesia, una mujer de apellido Reynoso, pregunta el lugar, el día y la hora en que se desea realizar el enlace, pero cambia el nombre del supuesto templo a “Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe”, la más común y numerosa de las dedicatorias de templos católicos en México.

Cuando respondo, deslizo mi “temor” de que la boda en un jardín no sea válida, pues la Iglesia determina que debe hacerse en un templo. La respuesta es clara:

“Es lamentable que nuestros hermanos párrocos no les den toda la información. Los que no pueden casarles a ustedes son los párrocos, pero los sacerdotes misioneros sí pueden y esto no significa que el presbítero no esté ordenado o no tenga permiso para casarlos o no tenga iglesia donde casarlos”, asienta.

“Nuestra santa, católica y apostólica iglesia cuenta con todos los permisos y la validez necesarios, ya que al término de su ceremonia se le entrega el acta de matrimonio debidamente registrada con foja y libro donde quedará registrada”. La representante añade:

“Tenemos iglesias en varios estados”.

Le pregunto al padre Jesús Aguilar si se trata de “competencia desleal”. “Cada quien tiene derecho a creer lo que quiera, pero a lo que no tiene derecho es a engañar. Más que competencia desleal, hablaría de deshonestidad, afán de lucro, porque el principal asunto aquí es el dinero, no la caridad, ni la evangelización, ni la catequización, sino el interés”, responde.

En el siguiente correo, la representante de la “Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe” me explica que hay muchas iglesias a las que no les conviene hacer las misas en los jardines por ser más baratas, “porque, claro está, si usted lo hace en nuestras iglesias se le cobra más.

“Lamentablemente”, anota Reynoso, “hay muchos sacerdotes mal intencionados que dicen que existen curas falsos, y a lo mejor los hay, pero cuando un sacerdote es ordenado y tiene sus sentencias de ordenación, entonces hay validez de hacer sacramentos.

“Antes que Roma diga que no es válido, hay leyes mexicanas, y le invito a que vea la Constitución mexicana y me comente si en ella hay algo que diga que ciertos sacramentos fuera de la iglesia no son válidos; por eso me extraña esta mala información”, escribió.

El padre José de Jesús también rechaza estos argumentos. “Aquella gente puede creer lo que quiera, pero asumir que es un sacerdote ministerial dentro de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana no, porque no tiene ni la ordenación sacerdotal ni el permiso del obispo. Es un delito y punto”, sentencia.

Luego del intercambio de correos visité las oficinas de la supuesta “Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe”. Su “sede” es un cubículo dentro de un edificio donde también hay despachos de abogados, contadores, una consultoría y un dentista, en la avenida Instituto Politécnico Nacional, al norte del Distrito Federal.

Allí me enteré de que los bautizos que ofrecen los curas falsos oscilan entre los 500 y los 3 mil pesos; una primera comunión o 15 años, entre mil 500 y 4 mil; una boda, entre 2 mil y 6 mil pesos. Ahí me enteré de que Darío y Michel se casarían en un jardín de Tepotzotlán.

Rodeados de familiares y amigos, y de flores blancas, el padre Javier les hablará del amor. Emotivamente, les dirá que “sólo el amor, el verdadero amor al otro, el amor que se entrega sin esperar recibir nada a cambio, les llevará a alcanzar la felicidad y la gracia de Dios”.

El novio incluso derramará alguna lágrima. Ambos dirán que sí ante el altar. Se irán de ese hermoso jardín y quizá pensarán que la Iglesia católica en verdad validó su matrimonio.

Publicado en El Universal


Un Nazareno homicida

Nadie observa en su rostro el peso de un asesinato. Nadie, al mirarlo cargar ese madero, más alto y más robusto que su propio cuerpo, sabe que Ramón está en el cerro de la Estrella para saldar cuentas con su pasado.

Es apenas una historia, entre más de tres mil quinientas detrás del río de cruces que corre en Viernes Santo por Iztapalapa, pero es la suya y la lleva a cuestas: Ramón, 35 años, jardinero en California, soltero, devoto, una vez mató y lo hizo en defensa propia. Eso pesa.

“Sí estuve en el tutelar, pero cuando se comprobó que fue en defensa, salí, como a los tres meses”, dice mientras descansa del peso de la cruz sobre los brazos.

Ramón era un adolescente cuando fue atacado por una banda de las que abundaban, y abundan aún, en Iztapalapa. Se hizo la gresca, desnucó a un chavo. Llegó la Policía. El mundo fue otro.

Para evitar venganzas después del proceso, sus padres lo mandaron a Estados Unidos y allá aprendió a vivir del oficio de las flores y los jardines. 20 años después, Ramón ya es residente.

Lleva la túnica púrpura amarrada a la cintura, por eso puede verse que tiene en los hombros tatuajes de águilas en vuelo, un Cristo coronado de espinas, el nombre de su madre, Rosalía, y formas de colores.

Ramón es un cholo. O lo parece. Y su acento de voz, su léxico, ya no remiten al barrio de San Pablo, de donde él dice que salió llorando por su suerte.

El Viernes Santo lleva la cruz recargada en el hombro derecho. Así recorre la calle Ignacio Comonfort, el camino que lo lleva hacia el cerro de la Estrella, los márgenes de puestos ambulantes, las miles de fritangas, el agua que se vende en todas sus presentaciones, las nieves, los sombreros de cartón, los rosarios, la fe desbordada.

Como nadie le hace caso, de repente chifla si se le atraviesa alguna persona en el camino, de repente se enjuga el sudor con la túnica, de repente camina “sin pensar en nada” o “pensando en su jefa”.

Durante todo su camino Ramón mira hacia adelante como si no existiera el piso, deja que los ojos lo guíen en automático, y a veces, azotado por el sol despatarrado de abril, el peso de su madero le dobla las piernas si da más de quince pasos. En medio de la romería de la 168 representación de la Pasión de Cristo en Iztapalapa, Ramón va casi solo con su manda.

No hay para él un Simón de Cirene que le ayude con la pena, ni una Verónica que le ilumine el rostro con un manto, ni una multitud enfebrecida anhelando tocarlo, cámaras de televisión ávidas de show, mercanchifles de lo imposible, misericordia. Nada.

— ¿Por qué cargar una cruz?

— “Porque debo mucho”, dice. “Le prometí a mi jefa venir cinco años. Llevo dos. Es la promesa para la jefa”.

Y cada año, hasta que cumpla la promesa a su madre muerta, habrá de recorrer la misma trayectoria: una semana antes ha de llegar a Iztapalapa, desde California a la casa de su padre, ha de ir directo a la iglesia para hacer la manda ante el Cristo crucificado, ha de prepararse para el recorrido y, una vez saciada la sed de sus fantasmas, cumplido el Viernes Santo ha de regresar a Los Ángeles, a su nuevo barrio, para seguir su nueva vida.

“Hay cosas que no se olvidan”, dice, “pero hay que seguir rifando”. Entonces se pierde, confundido entre los miles de devotos que suben la cuesta del cerro de la Estrella.♠

Publicado en EL UNIVERSAL


El ombligo enterrado

Vuelve a mirar por las ventanas del café Internet “La Tertulia”, como si afuera estuviera ese paisaje de milpas y alfalfares crecidos que hoy ya no existe, y justo cuando se topa con la tripa vehicular de Gabriel Mancera y Cerrada de Amores, Manuel Servín Massieu, 78 años, dice tranquilo: “por aquí, en algún lado, debe estar enterrado mi ombligo”.

Ya tiene un rato mostrando fotografías en blanco y negro de una colonia Del Valle irreconocible, de llanos seguramente verdes y lodazales que cedieron el paso al pavimento. Ya lleva como dos horas y media chorreando recuerdos de su abuelo, el fundador del Politécnico, Wilfrido Massieu, del tiempo ido, y de un niño que escuchaba por las tardes a una indita, el canasto en la cabeza, vender “nopalitooos compuestooos”.

“Desde aquí parado podías ver hasta la Hacienda de Narvarte de éste lado con los volcanes atrás, se veía el pueblo de La Piedad, los zacatales. Todo esto era un llano y cuando llovía se hacían unas lagunas enormes, pantanos. Mi madre salía de la casa con los zapatos en la mano, calzando unas sandalias que se llenaban de lodo y tenía que tirarlas”, dice.

Habla de la misma colonia Del Valle, nomás que años atrás. Y brinca sobre el tiempo a cada rato. “En las noches, me traía mi madre a rezar a esta casa, que pertenecía a don Armando Santacruz, amigo de mi abuelo, militar y custodio de la fortuna porfirista. Había una capillita clandestina a la que entrabas por esa puerta. Eran los tiempos de Calles”, recuerda.

“Jugábamos en el parque Mariscal Sucre”, dice, “ahí había palomillas, como la de los Aracuanes, a la que pertenecían los hermanos Roberto y Horacio Gómez Bolaños, la de los Panteras a la que yo pertenecía, los Mitchums, Santa Rita, jugábamos al fútbol, al atletismo”.

Entonces se le antoja visitar todo el inmueble, también la vivienda de junto, que era de su abuelo, la de la otra acera, donde él mismo vivía. Pero la casa del vecino es el café y un conjunto de oficinas, cuyo acceso custodia un guardia de seguridad muy poco amable. En el domicilio de su abuelo, antes de cerrar la ventana un hombre desconfiado dice que nadie lo conoce. Su propio hogar es un edificio de departamentos en condominio. Es cuando se desiste, bebe su segundo capuchino espumoso. Mira las fotografías.

Salvo en el vello de su barba, que lo hace parecerse un poquito a ciertas fotos de León Trotsky, el gris platino ya le ganó todas las vencidas al color castaño. En sus ojos, de luz azulosa, se reflejan las puertas canceladas de la mansión porfirista convertida en negocio, los baños, la ventanas tapiadas, la hilera de computadoras.

Aunque Manuel está ahí para hablar de la colonia que cumple 100 años de haber sido fundada, la crónica se tuerce en un camino hacia lo íntimo: las comidas de “frijoles con verduras, casi nunca carne”, los abrazos de su abuelo, las limonadas Quimón o Ferroquina a 10 centavos la botella, su hermana “la cambuja”, los chichicuilotes tiernos, los patos de los charcos que ahora son el Eje Xola, la chamacada que creció con un tranvía y las aventuras en un llano sepultado en la memoria.

No queda nada de eso, apenas fotografías, que es el lugar donde, según dice Manuel, ha de maniobrar la magia con sus artes: ahí el Centro Médico Gabriel Mancera es otra vez un pastizal mullido, la avenida caótica regresa al terregal, del cielo de antenas y cables nacen otra vez nubes y aguaceros, y la colonia Del Valle, la vieja y descuartizada colonia Del Valle, es otra vez el lugar verde, limpio, donde una mujer sencilla, hace casi 80 años, resguardó bajo la tierra el ombligo de su hijo.♠

Publicado en El Universal


El monje que vino a parar la guerra

El Valle de México, un día inusual

Quien lo viera ahí sentado, con su aparente fragilidad, el rostro sereno, la sonrisa que desdibuja sus ojillos rasgados, nunca atinaría a explicar cómo ese hombre, apenas más alto que un niño de 13 años, pudiera ser capaz de detener el chorreadero de sangre que baña a México.

Su propuesta es simple, aunque quizá inalcanzable, pero antes de exponerla, el Venerable Maestro Miao Tsan, budista Zen, pide un poco de sosiego a quienes lo escuchan, no más de 120 personas reunidas al pie del monumento que el exilio español erigió a Lázaro Cárdenas, un gobernante colosal como ya no hay en estas tierras.

“Al comprender y reconocer que nuestra situación presente es el resultado de nuestras acciones pasadas”, anota, “de manera snatural dejaremos de culpar a los demás por el sufrimiento que experimentamos”.

Junta entonces las palmas de sus manos frente al pecho, a la altura de su corazón, y dirigiéndose a los asistentes en un inglés que el representante del Monasterio Zen Vairocana México traduce por el micrófono, pide primero hurgar en la imaginación, en ese espacio interior donde convergen cuerpo y espíritu, acosados, asustados por la violencia: “haz que en tu mente siempre haya un sentimiento de armonía”.

“Contacta con tu entorno”, dice. El parque España de la colonia Condesa, a las 9 de la mañana, es un remanso de silencio.

“Las mentes flexibles son más aptas para absorber y digerir nuevos conceptos”, escribe el maestro budista, “independientemente de que su impacto sea positivo o negativo. En cambio, en una mente repleta de conceptos y creencias, las tendencias habituales intentarán filtrar y rechazar cualquier nueva idea y producirán diversas reacciones, al mismo tiempo que la mente intenta salvar la distancia entre lo viejo y lo nuevo”.

Es una de sus últimas paradas en la cuarta visita a México, que le ha llevado a los auditorios de la UNAM, el ITAM, el TEC, donde el Venerable Maestro ha recibido una pregunta reiterada que hasta éste sábado, cuando guía la meditación pública “Unamos nuestra mente por México”, parece tener respuesta: ¿Cómo se hace para cambiar ésta realidad de violencia y degradación sin sentido?

Sólo usa esta mente

Apenas se escucha su vocecilla. Suave, como si silbara, el tono de su voz se corresponde con la delgadez de sus labios, con la breve línea horizontal que le marca la frente, con los dedos de sus manos suaves, pequeñas, que tienen ese tono moreno bajito, asiático, de los nacidos en Filipinas.

Durante muchos minutos permanece en silencio, los ojos cerrados, las piernas y las manos en “flor de loto”, los hombros firmes, la cabeza erguida pero sin tensión. La meditación exige concentración completa, la desconexión de los pensamientos, el contacto con el Ser. El maestro Zen es una estatua que respira.

Mujeres jóvenes de pants lujosos, hombres de cabello largo, chavas indies con piercings al ombligo, rastas, tatuajes, caracoles, fauna condechi bien identificable, se unen en la ceremonia silenciosos, esperanzados con una religión que en México tiene casi 25 grupos conformados, con aproximadamente 15 mil seguidores, en los estados de Morelos, Puebla, Veracruz y Jalisco, además del Distrito Federal, principalmente.

“Los seres humanos crearon el mundo material sobre la base de la espiritualidad y lo espiritual se completa a través del mundo material”, dice la teoría de Miao Tsan, que le ha valido el reconocimiento internacional: “la verdadera satisfacción espiritual se encuentra en el mismo camino por el que encontramos la satisfacción material. El excesivo énfasis en el desarrollo de la tecnología, el materialismo de nuestros días, hacen que el hombre pierda el centro de su vida”.

Después de casi una hora, el Venerable Maestro abre los ojos. “Somos unas antorchas”, dice, “antorchas de amor, antorchas de paz, de compasión”. Pide a la gente frotar sus manos, pasarlas por los hombros, sentirlas, y agradecer después el momento de amor que todos han vivido.

“Cuando aprendemos a utilizar la mente de acuerdo con el principio universal que gobierna la manifestación de la realidad, podemos romper con los viejos patrones de nuestra vida y despertar en paz, en cuerpo, en mente y en espíritu”, anota, y sus frases se repiten, con todos los matices, en medio de ese lugar que tras la meditación se ha tornado otro: el verde de pasto y hojas es más verde. La lluvia de la madrugada refleja con sus gotas un olor distinto de la tierra. Los árboles, amodorrados por el frío, todavía tienen los troncos humedecidos. Nadie barre a esas horas. Pocos pasos andan los jardines. No hay perros. Bueno, hay uno sólo, pero como si no estuviera.

En medio de todo, de todos, ahí está la energía que fluye hacia los miles de acribillados del norte del país, hacia la tierra que escupe cadáveres, hacia las balas por millares, hacia las víctimas colaterales, hacia la ineptitud, la impotencia, la arrogancia, la rabia, el miedo.

Una mujer, acaso unos 60 años, abre los ojos y lo observa, silenciosa, al tiempo que sus ojos bordean lágrimas que no van a caer.

El Maestro, vicario del monasterio de Los Ángeles, California, quien posee una visión profunda de la esencia del Zen y su objetivo es llevar a las personas la comprensión de la verdad universal, esa que trasciende razas, religiones, tiempo, ora por México y revela su propuesta para acabar con nuestra guerra:

“No busques la paz allá afuera, búscala en tu interior”. Somos, todos, la semilla de un mundo de paz, que se crea a partir de la sabiduría, a partir del volver a ser humanos y dejar de ser fieras, máquinas, objetos, manada, carne de cañón.

Sabiduría, dice el hombre sabio. Sabiduría. Quienes lo escuchan asienten en silencio, probablemente confirmando que justo eso es lo que falta en este pobre país que se mira agonizando.♠

Publicado en ANIMAL POLÍTICO


La libertad en los calzones

Crónica de un reportero encuerado en la sesión fotográfica de Spencer Tunick en el Zócalo de la Ciudad de México.

El Zócalo de la ciudad de México, la mañana de los encuerados de Tunick

Parece que su libertad se oculta en los calzones.

Parece que ahí se esconde, que ahí se guarece de la sentencia de ancestral sometimiento: “tu cuerpo es sucio, feo, es condenable, no lo toques, no lo mires, no lo exhibas”.

Apenas salta un gritito inaudible, el naked agringado, y la pelotera se desborda en sus aullidos, gritos, repegones, euforia inusitada que salta de pene a pene, de vagina a vagina, para armar un castillo de sonrisas, albures, complicidades y diversiones: a encuerarse todos.

La plancha del Zócalo mal barrida, con vidrios, con basura, es un muestrario de estrías, celulitis, pelos en la espalda, pero también de cuerpos orgullosos de su imperfección hermosa, de miradas sin lascivia, de diversidad vuelta pellejo, carcajadas por el atrevimiento tumultuario, de esa primera vez con tantas pieles juntas sin murallas.

“No mires para adelante, te va a salir una perrilla”, grita Javier encuclillado, 19 años, y la carcajada acuña cientos de respuestas, decenas de risas y “lo que se vea aquí, aquí se queda ¿eh?”, revueltos con atrevidos “ya encontré mi reloj” o “se me van a salir las llaves del carro”.

“Me da mucho morbo, por eso vine”, dice un hombre treintañero cuando mete sus calzones a una bolsa, cuando mira encuerados por todos lados y se abraza a su compañero, cuidadoso de no tocar penes ajenos.

“Es una sensación de libertad, de frescura, por eso me da gusto estar aquí”, dice Lorena, 56 años, y abraza a su esposo de frente al edificio del gobierno del DF, muestra sus senos y balancea su cabellera, la cicatriz de una cesárea, la sonrisa.

Todos los cuerpos posibles se esfuerzan en las piruetas, y al contacto con los helados adoquines de la plancha se funden en sonoras carcajadas, en multitudinarios aconteceres de un día distinto: “¿Cuándo vas a volver a estar acostado en el Zócalo, encuerado y viendo al cielo?”

Por eso las miradas van de un pubis a unos senos y de las nalgas contiguas a los rostros de otros, porque ver tantas opciones posibles de naturaleza humana genera risas, curiosidades y efectos insospechados. “Pensé que se me iba a complicar estar encuerado, que me iba a excitar, pero nel, está bien chido”, dice Arturo, 41 años.

Son las ocho de la mañana en la Plaza de la Constitución, y en medio de 18 mil, veinte mil cuerpos desnudos no hay asomo de vergüenzas, ni se aparece Belcebú ni acaba el mundo.

Las sensaciones se multiplican y los resabios de las opresiones aparecen en la gente, porque al mismo tiempo que blanden la desnudez de sus pubis de adultas, la vellosidad de sus sexos descubiertos, las mujeres se afanan en cobijar siempre sus senos.

Están eufóricos, encuerados y felices, pero perplejos de sí mismos, desbordados, confundidos. Quieren gritar “mamazota”, pero sólo les sale algún aplauso. Quieren decir “aquí están los chiles mexicanos”, pero sólo les salen sus “que a toda madre” desmedidos.

Y entre los “vayámonos encuerados hasta el Ángel” o “voto por voto, casilla por casilla”, las caminatas sobre 20 de noviembre, o los “péguense más, que no les de pena”, parece que, encuerados, por primera vez utilizan algo que siempre habían traído oprimido en los calzones: el gusto por la libertad de ser humanos.♠


La banda me hizo el paro...

El relato de "El Tam", en la manifestación pacífica por la despenalización de la marihuana en México, realizada en el Parque México, en la colonia Condesa.

"Taba fumando mota en su caaara, porque los tiras t’apañan siempre, pero hoy... usssshhs... el día que lo puedo hacer libre... y no se las hice de pedoooo.

Se enojaron... usssshh... cuando les eche l’ humo en la cara, se mi’ace porque no les pasé el toooohhquee, si les regusta pinches monos... y me metieron a la patrulla... me pegaron vale verga, jos su pinche madre... usssshh... pero la banda m’izo el paroooo.

Que me apañan vale verga... jejeje... pero yo soy estudiante, no soy delincuente... usssshhi... otros matan y roban… yo nomás fumo mota ¿nooo...ooooo?

Quiero estudiar diseño de la Comunicación en la guam… jejeje... una compa me abrió la puerta, la tira ni en cuenta... y que corro, ca, que no me agarran y que me vengo pa'ca, p'al parquecito...ca... jejeje… usssshh.

Que se despenalice... a huevoooo... ¿a quién le hago mal si soy pacheco, como el Tin-Tan?... usssshh… toques para todos, pa’ que el mundo sea chidoooo... Jejeje. Que sea chido mi México, a huevo... jejeje... usssshh"


El pueblo que cambiará con el paso del Metro

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Doña Marisela camina en el terregal donde aún hay nopaleras y alfalfares. Mira hacia los rieles de la Línea 12 del Metro sembrados por los hombres de la empresa ICA y, con ese recelo de quien sabe qué el progreso va a pasarle por encima, para siempre, dice: “pues qué quiere que opine, si vamos a tener las vías casi enterradas en la mera milpa”.

No hay gota de llanto en la indígena nahua de trenzas canosas y delantal rayado, ni siquiera tristeza en su rostro de morena tlahuaquense. Muy pronto habrá dejado de ser una mujer campesina, su milpa habrá quedado a la vera del camino de “La 12”, y ya tiene por sabido que, desde que el Metro es Metro, no ha habido lugar cultivado por esas vías que no termine siendo otro muy distinto, irreversiblemente.

Así pasó en Pantitlán, amarrado en los años 80 al crecimiento de Nezahualcóyotl y Chimalhuacán. A Indios Verdes, con Ecatepec y Texcoco cruzados para siempre en su camino. A Cuatro Caminos que, incluso, carga el reto de ser puente de la ciudad de México con los municipios industriales de Naucalpan y Tlalnepantla; o a El Rosario que, con sus millones de pasajeros en tránsito al año, tira por tierra el dicho de que saliendo de México todo es Cuautitlán. ¿Por qué habría de ser distinto en la tierra de los antiguos nahuas?

“Siempre que se construyen este tipo de infraestructuras se obtiene un efecto de retroalimentación, en el sentido de que, al mejorarse la accesibilidad, obviamente se fomenta el desarrollo urbano y habitacional de las zonas próximas o aledañas a la línea del Metro y hay un repunte económico”, dice el investigador de la UNAM en ordenamiento territorial, José María Casado.

Pero los beneficios macro, dice el urbanista, “no necesariamente se reflejan en el nivel micro, donde puede haber problemas con el surgimiento del comercio informal, del tránsito de personas, que para quienes viven cerca puede no ser benéfico y sí muy molesto o hasta perjudicial”.

El director del Proyecto Metro, Enrique Horcasitas, asegura en entrevista que el proyecto busca, de origen, proteger la tradición y la memoria de los pueblos indios de la zona, que todo está previsto para evitar el crecimiento desmedido de la mancha urbana y que se ha cuidado hasta la última de las piedras ancestrales.

Pero doña Marisela prefiere no creerle. Es una de las más de 150 propietarias de parcelas que ha promovido amparos contra expropiaciones en Tláhuac porque, dice, “puro desastre” le espera a su terruño: “la gente del gobierno ya nos advirtió que todavía no acaban las expropiaciones”.

Milperos rechazan “el progreso”

En ese llano repleto de pastizales, pequeñas lagunas y maizales, organizaciones ejidales y ecológicas ven que en la decisión de extender el trazo de la Línea 12 hasta la zona nopalera y de riego de San Francisco Tlaltenco hay una medida a favor de los grandes corporativos inmobiliarios, de especuladores de tierras e intereses privados, más allá de un beneficio para los residentes del pueblo original.

Ecocomunidades, la Red Autónoma de la Cuenca de México y una decena de organizaciones civiles alertan que la Línea del Bicentenario traerá consigo el crecimiento desmedido de unidades habitacionales en la zona y con ello habrá caos urbano sobre miles de hectáreas que hoy son bosques y campos de cultivo en Tláhuac, Milpa Alta, Xochimilco, Chalco, Cocotitlán, Tlalmanalco, Temamatla, Amecameca, Ozumba, Tenango del Aire y Totolapan.

Además, dicen, la obra dejará a Cocoyoc, en Morelos, a sólo 35 kilómetros en línea recta de la terminal, con su correspondiente botín para especuladores inmobiliarios.

En una carta entregada al Congreso Nacional Indígena, reunido en Michoacán, la comunidad originaria de nahuas avecindada en la delegación Tláhuac ha elevado una queja por el despojo que, dicen, sufrieron propietarios de tierras, que fueron presionados a vender sus propiedades a precios de remate y que, en caso de negarse, podrían ser expropiadas a precios establecidos unilateralmente por el gobierno capitalino.

Quizá por eso la actitud de Doña Marisela es entendible. Ella, quien nunca ha visto un millón de pesos junto, apresura el paso cuando cruza el camino polvoriento que bordea el futuro Centro de Transferencia Modal-Tláhuac, cuya inversión asciende a más de 35 millones de pesos. Señala hacia las últimas chinampas de su pueblo —pronto habrán de desaparecer entre las obras— y sin dejar de andar el límite de la construcción vecina maldice en voz baja, entrelabios: “pues sí, señor, nos va a traer muchos beneficios, ora sí que el progreso, como dicen… ¿pero por qué en nuestros ejidos?”.

Tren con recorrido subterráneo

Es octubre de 1969. Propietarios de vecindades, comerciantes de ultramarinos, joyeros y dueños de almacenes y tiendas del centro de la ciudad envían una carta de protesta a la Regencia del Departamento del Distrito Federal. Hay incertidumbre sobre los efectos que tendrá, en edificios y comercio de la zona, la construcción del nuevo transporte subterráneo.

El centro es una madeja incontrolable de autobuses foráneos, automóviles, tranvías y personas que llegan hasta ahí de todas partes. De las más de 90 líneas de transporte existentes, 65 convergen en sus calles, igual que más de 4 mil tranvías eléctricos y unos 150 mil vehículos.

En un decreto del 29 de abril de 1967, el presidente Gustavo Díaz Ordaz asienta que se busca construir, operar y explotar un tren rápido, con recorrido subterráneo y superficial, para el transporte colectivo. Que sea moderno, eficiente y un orgullo para la ciudadanía, dice.

Se busca corresponder al flujo de crecientes volúmenes de pasajeros y cubrir las zonas de mayor densidad poblacional y mayor actividad en la metrópoli, evitar el ingreso de autobuses suburbanos y foráneos al centro, preservar su zona histórica y monumental, y eliminar las líneas de tranvía que no se usen.

Los comerciantes y propietarios no están convencidos. Si como dice el proyecto, se va a irrigar al máximo la zona central con trenes rápidos de recorrido subterráneo y la mayor parte del público va a tener acceso a una estación con un corto recorrido a pie, el comercio de la zona terminará siendo aplastado, según registra el diario EL UNIVERSAL en 1969.

Tampoco hay certidumbre sobre cuáles edificios correrán la misma suerte que las vecindades de Motolinia, las tlapalerías de Allende, los almacenes de Insurgentes y Chapultepec, los comederos de Isabel La Católica, que desaparecieron por la construcción del nuevo transporte.

Pero no hay marcha atrás posible. En 1964, el regente Ernesto Peralta Uruchurtu decreta el fin de la expansión urbana en la ciudad y con ello comienza el éxodo hacia el Estado de México.

Si en esos años la población que habita la periferia de la ciudad es de más de 300 mil habitantes, y los asentamientos irregulares y fraccionamientos habitacionales provocan que Naucalpan, Tlalnepantla y Ecatepec se conviertan en conurbaciones de la capital, para 1970 la mancha urbana engulle a Nezahualcóyotl, La Paz, Tultitlán, Coacalco, Chimalhuacán y Huixquilucan, con más de 2 millones de habitantes y su correspondientes necesidad de transporte público con dirección a la urbe por cuestiones laborales.

En menos de dos años, entre septiembre de 1969 y junio de 1972, el Sistema de Transporte Colectivo-Metro inaugura sus tres tramos troncales, que corren desde Tacubaya hasta la calzada Ignacio Zaragoza, en la línea 1; de Tacuba a Tasqueña, en la línea 2, y de Tlatelolco al Hospital General la línea 3. Transporta en conjunto a más de 10 millones de pasajeros. Con ello, la faz de la ciudad de México cambia para siempre.

Pantitlán, el paradigma  

Siempre aparejado con expropiaciones, transformación urbana y repunte económico, el Metro de la ciudad de México es también pareja del caos, desorden, ambulantaje y delincuencia que lo definen: el Metro es el microcosmos que refleja nítido la ciudad que transporta.

La estación Pantitlán es el paradigma. Inaugurada el 22 de agosto de 1984, con el primer paradero para transportes colectivos foráneos, el denominado Centro de Transferencia Modal (Cetram), detonó un crecimiento exponencial en las zonas aledañas: Nezahualcóyotl y Chimalhuacán, hasta llegar a convertirse en el punto más densamente utilizado de toda la línea.

En las intersecciones de sus líneas 1, 5, 9 y A, Pantitlán hoy sirve en conjunto a 4.5 millones de usuarios diariamente, con el movimiento de 322 trenes de rodadura neumática y 33 de rodadura férrea presenta altos índices de delincuencia, de comercio incontrolable y caos.

En su libro “El Metro y sus usuarios”, el investigador de la UAM, Bernardo Navarro Benítez, detalla que con la construcción del Metro no sólo se acortaron las distancias y se desplazó a los servicios de transporte hacia la periferia, sino que también se observa que las estaciones terminales se convirtieron en punto de enlace con nuevos asentamientos conurbados.

En esta lógica, los asentamientos irregulares que en los años 80 dieron origen a grandes conglomerados urbanos en Chimalhuacán, Chicoloapan, Atenco, Texcoco e Ixtapaluca, en buena medida tuvieron en el Metro su factor de ventaja, al verse conectados con el centro de la ciudad.

La población de Chimalhuacán, por ejemplo, que en los años 80 era de 54 mil 262 habitantes de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 1990, ya con el Metro en servicio asciende a 242 mil 317 habitantes. Lo mismo ocurre con Ixtapaluca, que pasa de 68 mil a más de 137 mil habitantes en el mismo lapso.

La afluencia de usuarios de la estación Pantitlán crece en similares proporciones y hoy, con más de 300 rutas de autobuses, microbuses y colectivos suburbanos interconectados a su Cetram, Pantitlán mueve mensualmente a más de 29 millones y medio de usuarios en la Línea 1, más de 7 millones y medio en la línea 5 y a casi 21 millones en las líneas 9 y A.

Porque la extensión de la mancha urbana, con sus ventajas y desventajas, es una consecuencia lógica —casi obligada— de la ampliación de una red de transporte urbano masivo como éste: “en cuanto una zona gana accesibilidad, normalmente suele ser el punto de partida para que la mancha urbana se expanda de forma radiada, además porque el precio del uso de suelo se eleva y hay mayor interés por urbanizar”, comenta José María Casado, el investigador de la UNAM.

Aguantar lo que se pueda

En los terrenos contiguos a la Refinería 18 de marzo, en el límite entre Azcapotzalco y Miguel Hidalgo, el molino de nixtamal “La Esperanza” anuncia a la clientela su cierre definitivo. Es 1987 y el mensaje de un cartel está guardado en la memoria de los lugareños: “Nos oponemos al Metro, porque nos está corriendo”.

El predio, ubicado en la esquina de la avenida 5 de mayo y Ferrocarriles Nacionales, es uno de los cinco inmuebles, entre vecindades y comercios, que cede su espacio para la construcción de la estación Refinería, de la Línea 7 del Metro.

Beneficio para miles de habitantes de la densamente poblada zona barriobaja de Azcapotzalco, la llegada del Metro para el viejo don Jesús, el tortillero, es el fin de su negocio. Y de su vida: atestigua cómo las grúas destruyen una mañana lo que ha sido su tortillería por 25 años, y en cuatro meses muere, dicen, de tristeza en un hospital de Tacuba a donde es llevado por sus hijos.

La historia se repite en 2011. A lo largo de los 26 kilómetros de obra, la Línea 12 presenta tramos en que los vecinos, más que gustosos, están inconformes. Se estima que por lo menos 30 restaurantes y comercios pequeños ubicados en los márgenes del Eje 7 cerraron, o están a punto de hacerlo por la falta de clientes. Otros negocios atrapados por las obras, y que viven del flujo de personas, están en riesgo de desaparecer.

Es el caso del Gabinete de Radiología Clínica S.C., ubicado desde hace 25 años en el número 400-C de la avenida Ermita-Iztapalapa, en la colonia Emperador Cacama. Desde el comienzo de la obra, el lugar ha perdido más de 80% de su clientela, redujo sus servicios a prácticamente nada y ha despedido, por incapacidad para pagar, a más de la mitad de sus empleados.

“De cajón estamos abriendo una hora más tarde, porque el flujo de clientela ha bajado, ya nadie pasa por aquí y lo peor es que algunos de nuestros servicios no los podemos dar, por la cantidad de polvo que, por más limpieza que haya, siempre queda”, dice Levith, una empleada.

El director del Proyecto Metro, Enrique Horcasitas Manjarrez, dice que el gobierno, por primera vez en los 40 años de historia de este sistema de transporte, “implementó un programa de ayuda a los pequeños comercios y este programa viene operando a lo largo de los 26 kilómetros de la obra”.

El impacto positivo de una línea como la del Bicentenario, asegura el funcionario capitalino, ha propiciado un volumen de negocios del orden de los 20 mil millones de pesos, derramados por más de 9 mil trabajadores que consumen en todos los negocios aledaños a la obra, además de que se han creado 18 mil empleos indirectos.

“Reconocemos que hay negocios que se han visto afectados, sin duda. A esos, la respuesta es que el jefe de Gobierno, sensible al asunto, ha ordenado que mediante planeación, logística, se mitigue el daño causado y el daño por causar de la mejor manera”, expresó Horcasitas.

El gabinete de radiología no ha visto esa ayuda. “Sí, el gobierno nos da una aportación por afectaciones de la construcción de la Línea 12 del Metro, pero la verdad no cubre ni un sueldo mínimo de uno de nuestros trabajadores”. El reto, dice la empleada del lugar, es aguantar vivos hasta que la avenida vuelva a ser abierta, porque entonces tendrán la estación del Metro prácticamente a unos pasos, lo que seguramente generará un gran flujo de clientes.

“Mientras, a aguantar lo que se pueda”, que es la dinámica que el Metro imprime cuando siembra los rieles que le mueven.

¿A dónde vamos a sembrar?

Según los planes maestros del sistema, que con el trazo de la obra más reciente llegará a 201.4 kilómetros de vías dobles y 175 estaciones para abril de 2012, el Metro se adecua a las necesidades de los habitantes de la ciudad y ahora se proyecta hacia las conurbaciones, pues éstas se han integrado, en los hechos, a la megalópolis.

En Tláhuac, a diferencia de las décadas anteriores, el compromiso de la autoridad es hacer las cosas distintas: “el impacto que, al final del día, va a tener la Línea 12 es sin duda contribuir a elevar la calidad de vida de esa población”, dice Horcasitas, “responde a una demanda ciudadana de 437 mil personas que requieren el transporte”.

En la zona de Tláhuac, advierten autoridades, habrá “tolerancia cero” para el crecimiento desmedido de la mancha urbana y su caos.

Doña Marisela, mientras camina por el terregal, dice que no cree nada de eso, que por más que le digan y le prometan no va a creerles nunca. El Metro mueve, transforma. Camina al borde de la terminal y cuando está por despedirse confiesa en voz baja y con angustia su pequeño problema: “Nosotros somos campesinos. A eso nos hemos dedicado toda nuestra vida. Yo nomás quiero que me digan ‘ora dónde vamos a ir a sembrar”.

Mujer consciente de su raza nahua, sabe que con la llegada del Metro su nopalera y hasta el nombre de su pueblo Tlaltenco dejará de ser “la orilla de la tierra”.♠

Publicado en El Universal


El cocinero del infierno

Si la cárcel es un infierno, éste tiene un cocinero: se llama Neptuno. Y cuando termine de contarnos su historia sabremos por qué siente que su alma se torna cada día más negra, un poco más obscura.

Esa tarde está parado ahí, justo en medio de una corredera de homicidas, violadores y asaltantes. Blande como tridente una cuchara de metal que es más larga y más grande que su propio brazo y, con un grito sonoro, organiza la pelotera de trastos, peroles y cubetas.

“Esas ollas llenas, muévanse, ámonos cabrones”, dice con camaradería el único hombre que no es un reo, y esa cocina con 60 cuerpos uniformados de caqui que vienen y van sin tropezarse, sin tocarse siquiera silenciosos, se ordena, se activa.

Ahumados por los vapores mezclados de las ollas gigantes de frijoles charros que tienen un sabor a chile serrano, por el arroz blanco con demasiado ajo para ciertos gustos, por el atún a la vizcaína con papas tiernas, jitomate oloroso y buen sazón, los hombres se agrupan para comenzar el ritual: 12 mil 500 internos del Reclusorio Varonil Norte del Distrito Federal tienen hambre y ellos, los ayudantes de Neptuno, están obligados a darles su comida en punto de las 12. Ya.

Un grupo vierte los frijoles, otro organiza las cajas para los 2 mil kilos de tortillas, los contenedores del arroz, los del atún, el sellado de las ollas para el traslado, los malvaviscos del postre, la formación de los carros en la puerta de la cocina, la limpieza de contenedores vacíos, el lavado de utensilios. Apenas pasan 7 minutos.

“Yo sirvo regularmente con una calidad y así sale de mi cocina: frijol y sopa de pasta o arroz. Alubias, lentejas, guisado. Un postre, tortillas. Pan en el desayuno y la cena. Recibo en mi cocina 25 mil panes en promedio diarios, y tortillas”. Neptuno domina su reino.

Tiene horarios ajustados. 12 mil 500 desayunos, a las 7 de la mañana, 12 mil 500 comidas, exactamente al mediodía y 12 mil 500 cenas, que si no están listas a las 7 de la noche detonan conflictos entre los reos.

Una ocasión, los “rancheros”, internos comisionados por sus compañeros de anexo o área para conducir los alimentos, volcaron el contenido de todo un carro con comida para 650 reos. El anexo se levantó en protesta y el propio Neptuno habló con los líderes del área, “siempre hay uno que los mueve”, para calmar la bronca.

“Les hice nueva comida en 15 minutos. Así de organizados están los muchachos en mi cocina”, dice orgulloso mientras los mira.

Formados los carros, rotuladas las ollas para cada área del penal, uno de ellos abre entonces una compuerta de la cocina que da a un pasillo al aire libre, en la zona de Talleres del reclusorio, donde una multitud casi monocromática de hombres viejos y jóvenes ya espera, detrás de la reja custodiada, a que comience el reparto.

Adentro, la comida es oro

Los “rancheros” se acercan conforme los nombran para llevar los carros. Si alguno carga una olla de más, una caja de tortillas de menos, Neptuno sale de su cocina y va hasta él, arregla el asunto y quienes lo observan notan cómo el tumulto de hombres presos, con hambre, no se atreve a chistarle un vituperio.

Porque es un penal, con sus reglas propias, esas que Neptuno conoce a la perfección después de cinco años haciendo la comida y defendiendo, incluso a golpes y amenazas, su terreno.

“Cuando me contrataron yo asumí un compromiso y he llegado al punto de conflictuarme con mucha gente por querer hacer las cosas bien, porque, bueno, es mi cocina y aquí adentro estás en medio de una lucha muy desigual”, dice sereno.

Usos y costumbres de ahí dentro, donde todo cuesta porque todo vale, la comida es oro y así se cotiza, por eso puede ser una cuando sale de la cocina y otra distinta cuando llega a los dormitorios del penal, donde otros mandan:

“Así les des caviar, allá adentro lo pueden convertir en mierda. Apenas pasan el retén donde ya no hay seguridad ni externos, hacen lo que quieren, obviamente con la intención de vender, de obtener un beneficio”.

Por eso su máximo orgullo es haber conquistado territorio.

“Cuando yo llegué, aquí estaba mal, aquí era suciedad, era desorganización, falta de alimento, además el saqueo que existe. El mayor problema era el saqueo que hacía el interno”, cuenta.

Por las manos de Neptuno pasan, cada semana, mil 89 cajas de huevo, 12 mil 600 kilos de salchicha, casi el doble de piernas y muslos de pollo, unas 18 toneladas de frijol, ocho de arroz, 4 de carne de cerdo, café, lentejas, azúcar, puré de tomate, jamón, carne de res, surtido todo lunes, miércoles y viernes, porque no hay congelador.

En el mercado restringido del Reclusorio Norte, cada pieza, cada cosa tiene su valor, inmenso, por ello trabajar con personas que ha delinquido, dice Neptuno, le pudo representar el conflicto de la confianza, que ha ido superando.

—¿Cómo lo hiciste?

—Con la ayuda del área de seguridad, por supuesto, pero además cuidándolos yo. No te queda de otra que revisar a la gente cuando se va y si la encuentras robando algo, pues la despides.

Por eso la cocina tiene escalafón, que depende de la confianza, la experiencia y las ganas de trabajar.

Llegan por petición propia y lo primero que hacen es limpiar pisos, baños, utensilios. Luego son ayudantes, cargan los bultos, limpian frijoles, lavan carne, vierten los alimentos, pasan a la zona de guisos, sazonan, baten, hasta que finalmente cocinan. Ganan dinero, reducen condena, aprenden.

“No puedo tener a cualquiera haciendo guisados, en primera porque no están acostumbrados a trabajar con cofia, cubrebocas, uniforme, porque aquí están acostumbrados a andar sin camisa, encuerados, por eso en mi cocina todo es un proceso de aprendizaje”.

—¿Y los cuchillos?

—Los cuchillos los manejo yo.

—¿Sólo tú?

—Bueno, no. Los manejan quienes están asignados al corte de alimentos, pero los guardo en mi oficina bajo llave, y esa llave nadie la toca más que yo.

Neptuno recuerda una anécdota, cuando cierto grupo de internos intentó entrar por la fuerza a la cocina y sus muchachos se armaron con los utensilios de cocina para evitar la incursión. “Me imaginé una carnicería, ca. Por eso los cuchillos”.

¿Quiénes son los malos? 

Neptuno es un hombre de baja estatura, “para mi todos son altos”, corpulento, de nariz como nuez y labios delgados. Aunque sus ojos son pequeños, cuando platica los abre lo suficiente como si quisiera ayudar a la mente a cocinar los recuerdos.

Desde que llegó al Reclusorio y le propusieron encargarse de la cocina, dejar el área de supervisión del parque vehicular de la dependencia, puso en práctica el método de aprender observándolo todo.

Sin preparación como cocinero, con la única experiencia de haber atendido un negocio familiar de barbacoa, los primeros días en el Reno sólo se dedicó a mirar, a cuidarse, a medir, como se dice, el agua a los tamales.

“Yo estaba en área central, pero mi domicilio está aquí cerca, así que por comodidad lo agarré”

—¿Y qué se siente darle de comer a los malos?

—¿Y quiénes son los malos?

—Los que están adentro, ¿o no?

—Pues aquí adentro no son todos los que están, ni están todos los que son. ¿Quién es malo? Tú y yo podemos ser malos y no estamos aquí adentro, dice, para ridiculizar prejuicios ajenos.

Mira hacia sus ayudantes, hacia Jorge, quien está a cargo de los frijoles y en un par de meses compurgará condena por robo, hacia su compañero, quien dice estar seguro de encontrar un buen trabajo, cuando salga, porque ya sabe trabajar en una cocina industrial, como de restaurante y podría poner su propia cocina económica. O más.

Neptuno observa hacia José Luis, dos veces asaltante; a Ignacio, defraudador, que en medio del jaleo de los guisados parecen hombres confiables afanándose por hacer lo que les toca lo mejor que pueden. De veras.

“Te vuelves de la cárcel”

Neptuno, cuyo nombre heredó de su padre, “de niño me molestaba, ahora, de alguna manera me da fuerza”, dice que trabajar en la cárcel, en la cocina del penal, le ha significado experiencias buenas, pero también malas.

—Tu actitud hace que te respeten, pero ya aquí, si no le metes unos chingadazos a un güey... los mismos chavos, de repente los tienes que arrear con un palo y eso te hace cambiar.

—¿Tú has cambiado?

—Tú te das cuenta de que no eres el mismo. Yo difícilmente era grosero, difícilmente gritaba y te podría decir que me ganaba el respeto de la gente más con mi actitud que con la fuerza.

—¿Cómo eras antes?

—Yo, antes de trabajar aquí, era muy sociable, no tenía precisamente grandes amigos, pero sí tenía un círculo más grande de gente con la que convivía, ¿no? Ahora no. Tenía más léxico para entenderme con la gente o para sostener una plática y además más temas... de repente te clavas aquí y tu círculo se vuelve pequeño, pequeño.

—Cambiaste.

—Todo cambia, todo cambia, hasta tu comportamiento, en todos los sentidos, cambia. En tu juicio o bebido cambia, más bebido. Tienes que aprender incluso a moderar tus tragos porque, con que pierdas tantito el control... bebido te vuelves alguien de la cárcel, como diablo.

—Te sale tu lado oscuro...

—No, no... pero tú sientes. Después de tanto que platicas con ellos y que peleas y todo eso, de repente estás bebido y sí te sientes capaz de hacer una pendejada de las que hacen ellos y eso ya te hace pensar a ti: ¿Pues antes cuándo iba yo a pensar así?

Neptuno ya no está en la cocina. Servida la comida, sus ayudantes comienzan a preparar la cena, las lentejas, las ollas de café. Se desprende del tapabocas, de la cofia, y sale al patio a fumar un cigarro, un Delicado. Al rato, afuera, se echará un “camellito”.

—Neptuno, ¿cómo haces para que esto no te coma?

—Desde el momento que sales de aquí el aire es diferente. Quizá tú te vas a dar cuenta cuando te vayas. No sé. Pero aquí huele diferente.

—¿A qué huele en el reclusorio?

—Te juro que huele a conflicto, huele a cárcel, a sufrimiento, no sé, todo lo que te puedas imaginar. Y sobre todo, cuando estás aquí todo un día, te juro que sales de la aduana y el aire es diferente, eso te permite calmarte y tu estrés, todo lo que te echas aquí a cuestas, te da un chance.

—¿Y por qué sigues aquí?

—Porque me gusta, me gusta mucho. Mi mujer me dice que me salga, mi hija también. Pero a mí me gusta.

Mira hacia la zona donde miles de hombres toman el sol, donde algunos comen en trastos viejos, en latas, en lo que pueden, y entonces, a manera de despedida, Neptuno confiesa, como si se hablara a sí mismo:

—¿Sabes cuál es mi mejor ritual? Marcar por teléfono. Cuando salgo de aquí, en la tarde, casi directamente voy a marcar por teléfono, a mis hijos, a mi mujer. Y ya eso me regresa mi vida.♠

Texto publicado en EL UNIVERSAL


Vieja crónica de un 1 de mayo

Las sombras de la tarde

Primer tiempo:

Antes eran miles, hoy unos cuántos.

El Todopoderoso de antes, el que desde el balcón miraba sin ver y oía sin escuchar, se convierte ya en decenas de poderositos pequeños, pequeñitos, que tampoco ven ni escuchan, nomás transan y vituperan, llegan en Mercedes, salen sin ser tocados y exigen su “besamanos” y su cuota de poder: “fuera el secretario”.

Y los reclamos de antes, los guardados en el cajón de la conveniencia, por un salario mejor, por un trabajo mejor, por una vida mejor, hoy atizan las mismas gargantas mañaneras que merecerían mejores causas: “Fox, escucha, Napoleón está en la lucha”.

Y los uniformes de acarreados de antes, con cachucha y chamarra, lonche y lana para la celebración, hoy son camisetitas tristemente serigrafiadas y una bolsa de sándwiches con aguacate y radiografías de jamón y queso de puerco. Y la promesa de un contrato, “aunque sea de un mes”, pero un contrato.

Lo mismo. Porque están los mismos gritos, las mismas pancartas, los mismos ecos, lanzados por los mismos hombres que ganan los mismos salarios y limpian la misma mugre de los mismos viejos capos del sindicalismo viejo de la vieja CTM.

Pero los ríos de antaño, que ya son apenas hilera guangas de gente sin muecas, ni entusiasmos, ni causas, lanzan hoy gritos que no gritan nada, cobran salarios que no saldan, cuentas que no cuentan, y se escurren todos en apenas 10 minutos, no bien ha terminado el festín de los añejos, no bien ha comenzado la celebración de los “modernos”, no bien han terminado de apoyar a quien se enriqueció con sus miserias.

Segundo tiempo:

Antes eran nuevos, hoy los de siempre.

Exigen que se vaya, que nadie lo reconoce, que ya no tiene color la grisura de su cargo. Y como prueba de su desprecio, dicen, está ahí “el nuevo sindicalismo” para exigir un hasta aquí que suene recio: “una mentada de madre para el gobierno asesino y represor”.

Y llegan en camiones que colman el primer cuadro de la ciudad, y sacan sus pancartas que exigen “Fuera Salazar”, “No a la intervención en la vida sindical”, y hacen sus cuentas alegres de que la UNT, con los viejos nuevos líderes, “está en la vanguardia de la lucha por el respeto al sindicalismo”.

Y los encabeza el de siempre, un viejo nuevo Fidel Velázquez, con sus 29 años de liderazgo democrático entre los telefonistas, acompañado por los viejos nuevos dirigentes de electricistas, universitarios, tranviarios, que se unen a sus octogenarios antecesores para reclamar, porque esa sí es su lucha: “no a la persecución contra el compañero Napoleón Gómez Urrutia”.

Porque hacen de un reclamo particular su Primero de Mayo. Y callan, con su voz, el verdadero reclamo de los suyos: un salario mínimo de insulto, la proliferación de despedidos, el nulo crecimiento del empleo.

Y desde el mismo podio donde una hora antes reclamaban los añejos, los nuevos viejos gritan “democracia” y “libertad” como quien grita “chicharrones” o “hay camotes”, sin que se altere el contingente, sin que se mueva una pestaña, sin que se cimbre una estructura, sin que se altere un salario, sin que mejore una vida.

Tercer tiempo:

Antes era un sueño, hoy es un recuerdo.

La figura del “sup” se escurre solita por el podio casi vacío, y se nota breve frente al Palacio Nacional, enjuta frente al aguacero que lo baña, mínima ante el eco de sus otros días.

Y su voz grita distinta, que se van a ir a la chingada todos, que los azules, los tricolores y los amarillos y los rectores y los industriales y los banqueros y casi todos los que no piensen como él, no digan lo que él y no hablen como él.

Grita con una voz distinta, pero desde el mismo podio que usaron los añejos y los “nuevos viejos”, y tampoco nadie de la muchedumbre, que no es la misma y quizá ya no será, puede acercarse siquiera a ese flanco de machetes y mecates, como no podían los otros por la mañana, ni al mediodía. Y lo que aparece ahí, a media tarde en el Zócalo, es algo que no es ni fiesta ni verbena ni fandango, y no recuerda otras visitas del movimiento ideológico-insurgente, ni en cantidad ni en cualidad, ni en densidad ni en simpatía.

Lo que se escucha es una voz furiosa, apagada, que despliega rencores y bravatas que no saltan envueltos en poesía: Marcos ha perdido su poesía.

Y como no hay poesía, no hay calidez, ni sueño ni nada. Y no está la gente, ni los ecos, ni la simpatía, ni nada.

Y entonces el Zócalo se va quedando solo. Y comienza el aguacero, tres palabras después de que se ha ido Marcos, y la lluvia se lleva esos pocos ojos que miran a la izquierda, y los pocos ecos de ese sueño, y los recuerdos, y el “pudo haber sido”. Y todo.♠

Publicada en Diario Monitor